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Sermones - Iglesia Cristiana Cimiento Estable

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templo se aparecía entre los querubines rodeado de la gloria de la Shequina. En el Edén se<br />

manifestó entre los querubines como una espada encendida mostrando así su perfecto odio hacia<br />

el pecado.<br />

Yo quiero haceros notar que esta espada encendida "se revolvía a todos lados” para guardar el<br />

camino del árbol de la vida. Si la espada no se hubiese "revuelto a todos lados” si hubiese dejado<br />

alguna senda sin guardar, entonces Adán podría haber pasado por ella trazando así su propio<br />

camino hacia el árbol de la vida. Pero no; no pudo intentarlo por ninguna vereda. No le era<br />

posible aunque fuese secreta o estrecha, aunque fuese escarpada y difícil, aunque tratase de<br />

zafarse silenciosamente. Con todo, el dardo ardiente hubiese dado con él; parecía decirle:<br />

"¿Cómo puede el hombre justificarse con Dios? porque por las obras de la ley ninguna carne se<br />

justificará". Bien podía Adán sentarse entristecido por la inútil búsqueda de la senda de la vida.<br />

Al hombre, por naturaleza, no le es posible llegar al Padre.<br />

Pero Cristo dijo: "Yo soy el el Camino". Como dice el salmo 16, la senda de la vida había de<br />

sernos mostrada. Nadie pudo encontrarla, pero ahora podemos decir a Jesús: "Me mostrarás la<br />

senda de la vida; hartura de alegrías hay con tu rostro, deleites en tu diestra para siempre". Jesús<br />

se compadeció de los pobres hijos de Adán viéndoles batallar inútilmente en busca del camino<br />

que los llevase al paraíso de Dios y dejó el seno del Padre para poder abrirnos un camino hacia el<br />

Padre. ¿Y cómo lo hizo? ¿burlando la vigilancia de la espada encendida? No, porque ella "se revolvía<br />

a todos lados". ¿Lo hizo ejercitando su autoridad divina y ordenando al dardo ardiente que<br />

permaneciese inmóvil para franquearle el paso? No, porque con ello hubiera deshonrado la ley<br />

de su Padre, en vez de magnificarla. Por eso vino Él a hacerse hombre, para ocupar nuestro lugar;<br />

se hizo hombre para ser considerado pecado, con objeto de que Dios cargase en Él la<br />

iniquidad de todos nosotros. En representación de todos nosotros avanzó para que aquella terrible<br />

espada cayese sobre Él recordando la palabra del profeta que dice: "Levántate, oh espada, sobre<br />

el pastor y sobre el compañero mío, dice Jehová de los ejércitos".<br />

Ahora, desde que la afilada espada ha sido hundida en el costado del Redentor, los más viles<br />

de los pecadores, quienes quiera que seáis, como quiera que seáis, podéis pasar por encima de su<br />

cuerpo sufriente, podéis hallar acceso al paraíso de Dios, podéis comer del árbol de la vida y Vivir<br />

eternamente. Venid, pues, prestamente, sin dudar, porque Él ha dicho: "Yo soy el camino".<br />

2. El mismo hecho --que el hombre por naturaleza no tiene acceso al Padre fue enseñado de<br />

forma también muy impresiva tanto a Moisés como al pueblo. Cuando Dios condescendió a<br />

habitar entre los hi»s de Israel, habitó en el lugar santísimo, el lugar del templo judío colocado en<br />

la parte más interior de sus atrios. Allí la señal visible de su presencia descansaba entre los<br />

querubines, siéndonos descrita, por un lado, como una luz inaccesible y llena de gloria, y por<br />

otro, como una nube que llenaba el templo. Pero este lugar, el más íntimo, el santísimo (o, como<br />

se le llama en los Salmos, el lugar secreto), estaba separado del lugar santo por una cortina, por<br />

un grueso velo. No se permitía a ningún hombre trasponerlo (pues si lo hacia moría al instante),<br />

excepto el Sumo Sacerdote, que lo hacía con la sangre de los sacrificios una vez cada año. No<br />

podía expresarse de forma más gráfica ni más sencilla que el camino al lugar santísimo no estaba<br />

manifiesto, que ningún hombre pecador tenía posibilidad de entrar a la presencia de Dios.<br />

Pero Jesús dice: "Yo soy el camino". Apesadumbraba a Jesús que el acceso al lugar santísimo<br />

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