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Sermones - Iglesia Cristiana Cimiento Estable

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Mensaje VIII<br />

LA IGLESIA EN MEDIO DEL DESERTO<br />

«¿Quién es ésta que sube del desierto, recostada sobre su amado? Debajo de un<br />

manzano te desperté: allí tuvo tu madre dolores, allí tuvo dolores la que te engendró.<br />

Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo: porque fuerte es<br />

como la muerte el amor, duro como el sepulcro el celo; sus brasas, brasas de fuego, fuerte<br />

llama. Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos. Si diese el<br />

hombre toda la hacienda de su casa por este amor, cierto lo menospreciarían» (Cantar de<br />

los Cantares 8:5-7).<br />

Este texto nos lleva a la misma presencia del Redentor y de un alma creyente, y nos permite<br />

escuchar su conversación.<br />

I. LA POSICIÓN DE LA IGLESIA<br />

1. En el desierto. - Para un hijo de Dios este mundo es un desierto. Primeramente, por todo lo<br />

que en él se halla. No hay aquí, en la tierra, nada permanente; el dinero parece escapársenos, los<br />

amigos mueren. Todo, todo es como la hierba, y si algunas son más bonitas o tienen mayor<br />

atractivo que otras, sin embargo, son solamente como la flor de la hierba, algo más<br />

ornamentadas, pero destinadas a pasarse muy pronto. Casi siempre el consuelo de este mundo es<br />

semejante a la calabaza de Jonás: crece sobre su cabeza ofreciéndole su sombra para librarle de<br />

sus aflicciones. Así Jonás tuvo mucho contentamiento con su calabaza. Pero Dios preparó un<br />

gusano y cuando el sol salió al día siguiente secó la calabaza. Del mismo modo muchos<br />

consuelos y alegrías humanos crecen sobre nuestras cabezas dándonos su sombra y nos gozamos<br />

con nuestra calabaza; pero Dios prepara un gusano que la seca, y perecen tales consuelos. Aquí<br />

no tenemos ciudad permanente, buscamos la por venir. Este mundo nos es un desierto.<br />

"Levantaos y andad, que no es ésta la holganza, porque está contaminada." Un cristiano<br />

experimentado mira todas las cosas de aquí como cosas perecederas, "porque las cosas que se<br />

ven son temporales, pero las que no se ven son eternas". En segundo lugar, porque todo aquí se<br />

halla manchado por el pecado. Aún la naturaleza misma (bosques, campos, etc.) está manchada<br />

por el pecado. Los cardos y las espinas . nos hablan de una tierra maldecida. Sobre todo vemos<br />

esto cuando miramos a las innumerables multitudes de impíos.<br />

«Nosotros somos de Dios y todo el mundo está puesto en maldad". El mundo no conoce al<br />

cristiano y no le ama. Aunque vosotros, cristianos, améis a los demás y estéis dispuestos a<br />

ofrecer vuestros cuerpos para que ellos pasen por encima de vosotros a la gloria y a la salvación,<br />

aun así ellos no oirán. Y, sobre todo, el pecado que anida en nuestro mismo corazón nos agobia y<br />

hace caer bajo su pesada carga haciéndonos sentir que este mundo realmente es un valle de<br />

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