Descargar PDF - Fundación Elegir
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Mientras que negarse a comer puede ser un intento<br />
por parte de algunas mujeres jóvenes de ser más<br />
atractivas, y por lo tanto conseguir más amor, esto no<br />
era evidente en las jóvenes extremadamente delgadas<br />
que aparecieron en el programa de televisión.<br />
Ninguna de ellas mencionó haber atraído a nadie<br />
con su nuevo cuerpo. En algunos casos ocurrió precisamente<br />
lo contrario. Cuando pasaban de estar<br />
delgadas a estar demacradas, era obvio que no se<br />
estaban matando de hambre por los demás. Por razones<br />
que no trataré de explicar, lo hacían por ellas<br />
mismas, en un intento por experimentar la sensación<br />
de poder, que es el objetivo de todos los adictos que<br />
he conocido.<br />
También puede ser, en cierta medida, un intento<br />
por satisfacer su necesidad de libertad, en el sentido<br />
de que es mi cuerpo y soy libre de hacer con él lo<br />
que yo quiera. Pero vivir con ellas, tal y como Sara y<br />
Eduardo viven con Ángela, es experimentar día a día<br />
su completa resistencia a cualquier razonamiento. El<br />
hecho de que las anoréxicas continúen eligiendo la<br />
inanición, en contra de los consejos de sus familias,<br />
amigos y médicos, me lleva a pensar que les ocurre,<br />
al igual que a todos los adictos, que su deseo de experimentar<br />
más poder del que han tenido en el resto<br />
de sus vidas, las lleva a estar por encima de cualquier<br />
raciocinio.<br />
La sensación de tener más poder que en cualquier<br />
momento anterior es la esencia de la adicción, tanto<br />
así que, sin importar cuánto poder tengan los adictos,<br />
nunca será suficiente. Para obtener esa sensación, los<br />
adictos están dispuestos a pagar cualquier precio. Están<br />
dispuestos a lastimarse al mantener una adicción<br />
que les dé la oportunidad de obtener una sensación<br />
de poder que va más allá de la admiración y el respeto.<br />
Incluso se extiende a su creencia de que han<br />
obtenido tanto poder que las personas temen lo que<br />
puedan llegar a hacer. Los padres de Ángela viven<br />
con el miedo de que su hija muera de hambre, y su<br />
miedo está justificado. Es bien sabido que, entre el 1<br />
y el 2% de las anoréxicas, mueren de hambre cada<br />
año.<br />
Los fisicoculturistas que arriesgan sus vidas al tomar<br />
esteroides lo hacen no sólo para tener los músculos<br />
que quieren mostrar, sino también para sentir el poder<br />
que, según ellos, hace que los hombres inferiores los<br />
envidien o les teman. Un porcentaje significativo de fisicoculturistas<br />
son adictos a su actividad. Ángela sería<br />
la otra cara de la moneda. Ella puede usar laxantes<br />
en lugar de esteroides, pero su dedicación a la delgadez<br />
es tan fuerte como la de los fisicoculturistas a<br />
trabajar sus músculos.<br />
Apostar es una de las adicciones más fuertes que<br />
existen. Nadie se siente más poderoso que un apostador<br />
en una racha ganadora. Los padres de Ángela<br />
pueden temer por ella. Las familias de los apostadores<br />
temen tanto por los adictos como por ellos mismos.<br />
Nadie recurrirá a medios más tortuosos u hostiles para<br />
conseguir dinero para otra tanda ganadora que un<br />
apostador. Gran parte de ese dinero proviene de sus<br />
familias y amigos.<br />
Si el problema elemental de todas las personas, a<br />
excepción de la pobreza, las enfermedades incurables<br />
y la tiranía, son las relaciones insatisfactorias, entonces<br />
pienso que a pocas anoréxicas, alcohólicos, u<br />
otros adictos, les importa lo que les ocurre a las personas<br />
que están a su alrededor y que pueden resultar<br />
afectadas por su comportamiento. Éstas son personas<br />
solas, desconectadas, que en muchas instancias, al<br />
igual que el apostador, usan a quienes las aman. Muchas<br />
de ellas no son muy buenas para aceptar amor<br />
o para llegar a dar el amor que necesitan dar si lo que<br />
quieren es conectarse o reconectarse con las personas<br />
importantes en sus vidas.<br />
Para curarse de su adicción, las personas tienen<br />
que hacer el esfuerzo de dar y aceptar suficiente<br />
amor y pertenencia como para satisfacerse a ellas<br />
mismas y para satisfacer a alguien más. Si puede llegar<br />
al punto en el que está dispuesto a hacer esto,<br />
puede llegar el momento en el que el adicto diga:<br />
suficiente, no necesito más músculos o más rachas<br />
ganadoras. O Ángela diría, estoy demasiado delgada,<br />
esto es ridículo. No es que a todos estos adictos<br />
les falte amor. Muchos de ellos han recibido mucho<br />
amor. Lo que parece faltarles es la creencia de que lo<br />
que necesitan es amor; les interesa tanto el poder que<br />
el amor ha pasado a un segundo lugar.<br />
Lo que lleva a los adictos a continuar con su adicción<br />
autodestructiva al poder, incluso en la cara de<br />
sus familias y amigos, quienes los aman, se revela en<br />
parte por un componente de la teoría de la elección<br />
que todavía debo explicar, y que llamo nuestro mundo<br />
de calidad. Es verdad, no explica las adicciones<br />
por completo. Hay elementos de la adicción que todavía<br />
nadie entiende. Pero creo que lo que explicaré<br />
a continuación será de gran ayuda para personas,<br />
como los padres de Ángela, que se encuentran involucradas<br />
con un adicto.<br />
Nuestro mundo de calidad<br />
Creo que nuestro mundo de calidad, una parte pequeña<br />
pero vital de lo que sabemos, es el núcleo de<br />
nuestras vidas. En él guardamos la memoria de experiencias<br />
que, en ese momento, se sintieron muy bien y<br />
satisficieron mejor una o más de nuestras necesidades<br />
genéticas. Empezamos a construir este conocimiento<br />
al nacer y continuamos agregando nuevas experiencias<br />
y eliminando viejas experiencias por el resto de<br />
nuestras vidas. Está completamente bajo nuestro control.<br />
Nadie, excepto nosotros, puede meter ni sacar<br />
nada de nuestro mundo de calidad.<br />
Pero así esté bajo nuestro control, muchas perso-<br />
ELEGIR Volumen 15 Diciembre de 2010 - Página 10