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Pasa el tiempo, y el olor es cada vez más agobiante, un gemido, hace que mire hacia<br />
atrás, para ver como Diatros se incorporaba, hasta sentarse, ¡ Es impresionante !, tanto por<br />
su altura, como por su belleza, sí, he de admitir que para ser un dragón, no estaba nada mal.<br />
Sí, en verdad era hermoso.<br />
Veo que te encuentras mejor, ¡ Indudablemente!, respondió. Es más, creo tener la<br />
solución al problema del lagarto. Habla pues, le repliqué. Verás esto es lo que he pensado.<br />
Como te dije a pocos metros hay una lengua de fuego, el problema es el transporte del bicho, -<br />
Lo de bicho será bajo su punto de vista, claro -, creo que con la soga que tienes, será<br />
suficiente. Se trata de aprovechar correctamente la fuerza del río de fuego; has de lanzar la<br />
soga por encima de la cueva, para que saliendo por el techo, se clave en el exterior, en el<br />
extremo exterior lo atas a una o dos de las patas de la mesa, mientras que el otro extremo,<br />
será lazado al cuello del bicho. Si eres luego capaz de lanzar la mesa a la corriente de lava,<br />
ésta hará el resto.<br />
El plan no era malo, pero no estaba seguro de que la longitud de la cuerda fuera<br />
suficiente, como para librar la cantidad de metros que le pediríamos, por precaución até a la<br />
saeta la cuerda fina y al otro extremo de la misma, a la soga. La saeta voló hasta desaparecer<br />
tras la pared rocosa, salí y no muy lejos encontré la saeta, erguida, clavada y sin un solo<br />
rasguño. El acero Montenegrés no dejaba nunca de sorprenderme. Corrí otra vez a la cueva,<br />
efectivamente era corta, como sospeché, esto era un problema y tan solo por un par de<br />
metros.<br />
Me senté en el suelo un poco desesperado, no había más cuerdas, la fina no era<br />
suficiente para ése, como decía Diatros, bicho, recordé de pronto las cuerdas que utilicé para<br />
atar las alforjas a Thor, esa era la solución, ya disponía de más de dos metros. Las utilicé para<br />
atar el cuello, según las indicaciones de Diatros. Mientras Candy como no veía donde podía<br />
ayudar, se resignó no de buen grado a quedarse, mirando las evoluciones.<br />
Dando los últimos retoques a los nudos, la vi patear una piedra. Candy, me puedes<br />
acercar un poco de agua, tengo la garganta seca. La cara de ella otra vez se torno iluminada<br />
y antes de que me diera cuenta, la tenía delante de mí con un cuenco hecho de calabaza<br />
silvestre. Su mirada era como ver el sol reflejado sobre el mar, igual de azules, igual de<br />
delicados los toques dorados, brillantes. Su sonrisa. Habéis visto un amanecer en invierno, en<br />
los acantilados de Terraverde, pues su sonrisa es igual de brillante y su piel me recuerda<br />
a....., mejor ni lo pienso.<br />
Gracias, estaba seca esta pobre garganta, entrecerrando los ojos le repetí, gracias.<br />
Me encamine hacia Thor, amigo ahora te toca a ti el trabajo duro. Thor relinchó un poco<br />
hosco, cuando tire de las riendas, no por el trabajo, más bien era que acababa de descubrir<br />
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