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Dragón Dorado

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era Ella, pero con la cara transformada. El odio y la maldad afloraban por cada poro de su piel<br />

a cada gota perlada de sudor, a cada estocada que lanzaba contra Diatros.<br />

Por que no atacas a uno de tu tamaño, mujer del infierno. Ya nos conocemos y no creo<br />

que tengamos que hacer galanterías. Atácame si osas o si lo que busca es una muerte placida<br />

en su rapidez.<br />

Giró lentamente quedándose cara a cara conmigo con una mueca parecida a una<br />

sonrisa. Ataco, ataco con una furia que casi no pude controlar. El primer impacto de las<br />

espadas fue tan brutal que nos vimos cubiertos por las chispas despedidas por el metal de<br />

nuestras espadas, yo giré a mi vez, eludiendo la daga que en su mano izquierda buscaba<br />

ansiosa mi sangre. La golpeé en la espalda con una patada lateral, que la lanzó de bruces<br />

contra la pared. Se dio la vuelta sangrando por la nariz y la boca, mostrándome su sonrisa<br />

ahora teñida de rojo goteante.<br />

Afiancé mis pies en espera del nuevo ataque, cuando en ese momento apareció el<br />

Mago. Rosa al verle, gritó su canto de guerra, de muerte, mientras cargaba contra el anciano.<br />

Lancé mi daga de doble filo, que encontró acomodo en la yugular de Rosa, que se desmoronó<br />

a un metro escaso del paralizado Mago.<br />

Entre tanto caos y alboroto, entre jadeos y la visión de la mujer con la que tan solo<br />

hacía unos días, yacimos en el mismo lecho. Con la que crucé pactos de hermandad y ahora<br />

yacía en el centro de un charco de sangre que cubría el suelo.<br />

Candy había perdido el sentido y estaba en el suelo. Diatros maldecía una y otra vez la<br />

presencia de la mujer que ante ellos apareció pidiendo refugio y comida y que en un descuido<br />

golpeo a Candy en la cabeza y comenzó su terrible ataque en nombre de Brujo Devils, su<br />

amo y señor.<br />

Mientras el Mago atendía a Candy, Yo tranquilizaba a Diatros. Al tiempo intentaba<br />

interrogar al enorme dragón, para sacar la mayor información posible sobre los últimos<br />

acontecimientos. Logré por fin apaciguarlo y tras charlar con Diatros, comprendí que Rosa no<br />

había dicho nada, posiblemente, no asoció mi persona con los hermanos. Tan solo fui otro<br />

más en su camino.<br />

Comentó la fiereza de los ojos de la mujer, la expresión de su rostro, maldiciendo su<br />

nombre y el de sus ancianos y la oportuna aparición, pues en el fondo él no podía atacar a una<br />

mujer sin sentir una serie de perjuicios, quedando sus ataques en meras defensas.<br />

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