Dragón Dorado

pechos que ya no se escondían tras un peto metálico. El pelo caía suelto, mitad a la espalda
mitad al pecho, sus cabellos atrapaban los destellos del sol.
Paré en mis pensamientos al darme cuenta de que ya no se paseaba y que permanecía
de pie frente a mí, en el centro de la cama, mirando con curiosidad la expresión que mi rostro
tenía en esos momentos de pensamientos tan ....
Bueno, te decides ¿ O qué?. ¿ A qué te refieres, Rosa?. ¿ Serías capaz de realizar esos
pensamientos, que tan absorto te tenían?. Mejor sería que no lo hiciera. ¿ Acaso eran malos
pensamientos?. El juego verbal continuaba donde anoche lo dejáramos, por lo qué y
admitiendo el reto contesté. Mis pensamientos nos harían sudar, más el resultado final,
siendo como es lo mejor de desarrollo, es posible que contenga dos esencias, una maligna
que nos separaría para siempre y otra benigna que haría de nuestros lazos un cordón de
acero. Me miró en silencio, barrio la puerta, me miro otra vez y desapareció por el pasillo
quedando solo el sonar de sus pasos al bajar las escaleras de madera.
Cuando bajé se estaba terminado un gran tazón de leche. Esta vez no me miró, esta
vez miraba el fondo del cuenco como buscando una respuesta a una pregunta. En silencio
tomé un cuenco que llené también de leche, le añadí unas hierbas para la resaca que
guardaba para estas ocasiones. El efecto es rápido y mi mente empieza a pensar en la tarea
que hasta estos parajes me trajeron y claro el recuerdo de Candy y Diatros apareció unido y
el Mago Leafar, por lo que me encaré a Rosa que continuaba sin decir nada mirando el fondo
de un tazón vacío.
Rosa he de irme, tengo una misión que hacer. Por fin empiezas a decir la verdad. Sé
que no vas a ver a tu hermano, pues no tienes pinta de tener un hermano. No me interesas ni
quien eres, ni tus fines, solo me interesa el aquí y ahora. No te acuerdas. No tengo pasado ni
futuro y el presente se torna en ocasiones muy peligroso para una mujer que viaja sola, por
eso acepte el cabalgar a tu lado, el compartir borrachera, cama y resaca... pero....
Se levantó dejando caer el recipiente vacío sobre la mesa y caminó hasta ponerse a mi
paso. Los caballos esperaban en la puerta, el muchacho mostraba una sonrisa en espera de
una recompensa por los cuidados, había cepillado al los dos Alazanes y las barrigas se
mostraban repletas y redondeadas, por lo que una moneda de plata voló hasta su mano libre.
Montamos dejamos atrás algo más que una posada destartalada y mugrienta, pero no hubo
ninguna palabra, ninguna mirada.
Quedaban dos jornadas hasta llegar al castillo del Rey Ongro. Su reino se extendía a
partir de ese punto y ése mismo punto sería el de nuestra despedida. Fue la primera vez que
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