METODOLOGÍA DEL COMENTARIO DE TEXTOS - Wikicervan
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suma la eficacia de una adjetivación que insiste en la dureza del ambiente: “ciego sol” (versos 1,<br />
5, 31), “terrible estepa castellana” (verso 6).<br />
Precisamente la adjetivación le sirve a Manuel Machado para caracterizar a los personajes: la<br />
fragilidad y delicadeza de la niña (“voz pura, de plata / y de cristal” -versos 14, 15-; “muy débil<br />
y muy blanca,” -verso 16-; “toda / ojos azules;” -versos 17, 18-; “oro pálido nimba / su carita<br />
curiosa y asustada.” -versos 19, 20-) contrasta con la rudeza de la hueste del Cid, “escuadra / de<br />
feroces guerreros,” -versos 28, 29-, que pide alojamiento en un mesón “cerrado a piedra y<br />
lodo...” -verso 9-, dando en el postigo “terribles golpes, / de eco ronco,” -versos 13, 14- con el<br />
pomo de la espada y el cuento de las picas; pero que es sensible al “sollozo infantil” -verso 28-<br />
de esa niña que “llora sin gemido...” -verso 27-, cuando les deniega el auxilio solicitado por<br />
temor a las represalias del rey. Y en medio del embate del sol abrasador -“El ciego sol, la sed y<br />
la fatiga.”, verso 31-, la voz inflexible del Cid -verso 30-, que ordena a los suyos proseguir la<br />
marcha hacia tierra de moros.<br />
Son varios los encabalgamientos que figuran en el texto, que se producen, precisamente, en los<br />
momentos de mayor tensión dramática, y que confieren a la tercera estrofa -combinación de<br />
versos heptasílabos y endecasílabos- un ritmo muy dinámico (versos 13-18). El resto del poema<br />
-en el que predomina la descripción, excluido el aparente diálogo entre la niña y el Cid (versos<br />
21 a 26)-, es de ritmo más lento, coincidiendo las unidades sintácticas con las rítmicas, a base de<br />
estrofas de cuatro versos endecasílabos, excepto el 1 y el 29, que son heptasílabos.<br />
Con las muchas aliteraciones repartidas a lo largo de poema se obtienen sorprendentes efectos<br />
expresivos. La acumulación de vibrantes, por ejemplo, realza el poder abrasador del sol, cuyos<br />
efectos -sed, sudor, fatiga- aquejan al cortejo del Cid en su marcha por la árida meseta castellana<br />
(estrofa 2 -versos 4 a 8-, repetida al final del poema, estrofa 7 -versos 31 a 34-). Por otra parte, la<br />
aliteración de la /p/ en la tercera estrofa -versos 9 a 12- y, nuevamente, de la vibrante múltiple<br />
/rr/ al comienzo de la cuarta -versos 13 y 14- (aliteraciones que suelen coincidir en sílaba tónica,<br />
y de ahí su importancia rítmica) intensifican, igualmente, la violencia con que la hueste del Cid<br />
golpea con sus armas el postigo del mesón en el que busca refugio; unos terribles golpes, / de<br />
eco ronco, versos en los que se reitera, además, la sílaba -co a final de palabra. Y, frente a la<br />
dureza de vibrantes y velares, la aliteración de la /l/ ayuda a sugerir la delicadeza y fragilidad de<br />
la niña, que no puede ofrecer al desterrado posada ni comida -versos 14 a 18-. Y todavía podrían<br />
rastrearse más aliteraciones, aunque menos relevantes; así, de laterales en la primera estrofa y<br />
en los versos iniciales de la sexta; de silbantes en el verso 23...; aliteraciones que refuerzan la<br />
sonoridad de una poesía que nunca llega a alcanzar las estridencias de la de Rubén Darío.<br />
Y aunque Manuel Machado es poeta modernista -“medio gitano y medio parisién”, se califica a<br />
sí mismo; y es que su poesía incorpora las audacias y renovaciones técnicas de los poetas<br />
franceses contemporáneos al tratamiento aristocrático de los temas andaluces-, en este poema<br />
evoca, excepcionalmente, lo esencial del espíritu castellano -como es propio de los escritores de<br />
su tiempo- que encarna la figura del Cid Campeador.