METODOLOGÍA DEL COMENTARIO DE TEXTOS - Wikicervan
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ventana, ya muy de noche, dos o tres transeúntes. Caminaban con brío, acalorados en<br />
el secreto de su conversación, y se dejaban unas palabras retumbando entre las<br />
paredes de mi habitación. Y aunque algunas veces no le oyera cantar la hora al<br />
sereno o se me escapase la del campanario, los pasos del sereno y el golpeteo de su<br />
chuzo y la calma de sus rondas, bajo la lluvia o atravesando claros, medían con<br />
misteriosa precisión la lejanía o la proximidad del alba. Cierto, tampoco es imposible<br />
que de pronto hubiese de preguntarme si estaba soñando y oyendo de verdad el<br />
entrechocar de las cántaras de leche y el trote de la jaquita.<br />
Y esta sencilla evocación me hace caer en la cuenta de que estaría mintiendo sin<br />
enterarme si, no habiendo sentido de aquel modo a Alcidia, pretendiese que viví en<br />
ella. [2]<br />
Breve comentario explicativo del texto.<br />
Evoca Soto en el texto el discurrir de un día cualquiera en el pueblo de Alcidia. El escritor<br />
rememora, desde la ausencia, ese conjunto de sensaciones auditivas que constituyen la invención<br />
del texto y que caracterizan el transcurrir monótono y tranquilo de la vida de Alcidia; un paisaje<br />
rural anclado en el tiempo, y cuyo estatismo secular recoge Soto en la certera frase “Todos los<br />
días igual”. Fragmento de carácter descriptivo, pues, en el que los sonidos que saturan el<br />
ambiente se recogen con una fuerte dosis de subjetivismo que le confiere al texto un<br />
extraordinario carácter literario.<br />
Una sucesión de estampas -que se extienden a lo largo de un primer parágrafo de desmesurada<br />
extensión, pero de gran coherencia interna- estructuran el texto: el amanecer, anunciado por el<br />
paso del carrillo del lechero, el canto de los gallos, el ajetreo en la estación, el abrirse las puertas<br />
de las casas y el bullicio de la gente en las calles; la hora del mediodía, con la muchedumbre<br />
llegada en el tren de correo, la vieja tartana de Blas que carga viajeros con baúles y maletas, y el<br />
silencio en la herrería de Baltasar; el comienzo de la tarde, en que las voces de la ropavejera<br />
anuncian la venta de ropas y vestidos viejos, y baratijas usadas; el declinar del día, que coincide<br />
con la vuelta de la gente a sus casas; y la noche, cuyo silencio turban las conversaciones de<br />
algunos transeúntes y los golpes del chuzo del sereno. El breve parágrafo que remata el texto le<br />
sirve a Soto para recalcar ese mundo se sensaciones auditivas perfectamente ordenadas en una<br />
sucesión cronológica imperturbable sin el que le resulta imposible efectuar su personal<br />
evocación del pueblo de Alcidia.<br />
El texto de Soto está saturado de sonoridad. Una habilísima selección léxica, a base de<br />
combinar palabras que explotan las posibilidades fónicas de sus significantes mediante marcadas<br />
aliteraciones, señalan el ruidoso despertar del día en Alcidia; y así, la aliteración de la palatal<br />
africada ch y de la velar oclusiva sorda c (“...casi de noche pasaba el carrillo del lechero. Las<br />
cántaras entrechocaban...”); de las diferentes velares -c/qu, j, g/gu- (“...los menudos cascos de<br />
la jaquita arañaban la tierra. Y sobre los tejados intercambiaban sus mensajes los gallos. El<br />
primero en cantar era uno lejanísimo; después, gargareante y avinagrado, otro muy próximo;<br />
después otros, desperdigados y fijos en sus azoteas como banderas. Se desgañitaban siguiendo<br />
un turno bastante regular y pujando por una afonía que terminaba...”); de dentales -d, t- y de la<br />
sibilante s (“...desde la estación, topetazos secos y seguiditos de vagones; como si sonara uno<br />
solo, pero arrastrando una larga cadena de ecos.”); de la velar fricativa sorda j y de la velar<br />
oclusiva sorda c (“...el alejarse de una locomotora con sus bocanadas jadeantes.”); etc., etc. Las<br />
sensaciones auditivas se desparraman, pues, por doquier: el entrechocar de las cántaras con