08.05.2013 Views

METODOLOGÍA DEL COMENTARIO DE TEXTOS - Wikicervan

METODOLOGÍA DEL COMENTARIO DE TEXTOS - Wikicervan

METODOLOGÍA DEL COMENTARIO DE TEXTOS - Wikicervan

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>METODOLOGÍA</strong> <strong><strong>DE</strong>L</strong> <strong>COMENTARIO</strong> <strong>DE</strong> <strong>TEXTOS</strong><br />

<strong>COMENTARIO</strong> LINGÜÍSTICO<br />

<strong>DE</strong> <strong>TEXTOS</strong> LITERARIOS, I<br />

[Propuestas didácticas de cómo trabajar<br />

la Literatura desde la Lengua]<br />

Fernando Carratalá Teruel


La función poética.<br />

FUNCIÓN POÉTICA: LA RECURRENCIA<br />

COMO ELEMENTO CONSTRUCTIVO<br />

<strong><strong>DE</strong>L</strong> TEXTO LITERARIO<br />

La belleza del texto literario -esencialmente poético- depende por completo de la elaboración<br />

de su forma, "que pone de relieve el aspecto palpable de los signos" -señala Roman Jakobson-, y<br />

que convierte al mensaje en un fin en sí mismo, y ya no en un mero medio de comunicación. Y<br />

para atraer la atención sobre sí mismo, el lenguaje literario acude a recurrencias o repeticiones,<br />

máxima expresión de la función poética o estética. El verso -etimológicamente, surco que da la<br />

vuelta-, el paralelismo sintáctico, así como muchas de las llamadas figuras retóricas -o artificios<br />

extrañadores de la expresión- que reiteran rasgos fónicos, morfosintácticos y léxico-semánticos<br />

ponen de manifiesto la teoría de Jakobson acerca de que la recurrencia es el principio<br />

estructurador y constructivo de la lengua literaria; teoría confirmada por S. R. Levin, que<br />

propone el término coupling para referirse a la colocación de elementos lingüísticos equivalentes<br />

en posiciones también equivalentes, o dicho a la inversa, a la utilización de posiciones<br />

equivalentes como engaste de elementos fónicos o semánticos equivalentes. [1]<br />

Sirvan como ejemplo de lenguaje poético recurrente los textos de Celia Viñas, Juan Ramón<br />

Jiménez, Miguel Hernández, y Blas de Otero que reproducimos y comentamos a continuación.<br />

Celia Viñas: "La canción de los tres niños".<br />

El poema de Celia Viñas [2] -titulado “La canción de los tres niños”- pone de manifiesto cómo<br />

los elementos fónicos de las unidades significativas quedan supeditados a las exigencias rítmicas<br />

del verso. Es un poema formado por tres conjuntos estróficos de ocho versos, cada uno de los<br />

cuales presenta la misma distribución de versos en cuanto al número de sílabas y también en lo<br />

que se refiere a la disposición de la rima.<br />

La canción de los tres niños<br />

Labriego, 3, /é.o/<br />

labriego quisiera ser, 8, /é/<br />

lanzar en ritmo a la tierra 8, /é.a/<br />

a la dorada semilla 8, /í.a/<br />

con pulso que nunca yerra 8, /é.a/<br />

y la mirada sencilla. 8, /í.a/<br />

Labriego, labriego quisiera ser 11, /é/<br />

para la siega y la trilla. 8, /í.a/<br />

Marino, 3, /í.o/<br />

marino quisiera ser, 8, /é/<br />

y en la proa de la nave, 8, /á.e/<br />

tendido en su duro suelo, 8, /é.o/<br />

mirar la curva del ave 8, /á.e/<br />

en la mitad de su vuelo. 8, /é.o/<br />

Marino, marino quisiera ser 11, /é/<br />

en medio del mar y el cielo. 8, /é.o/


Gitano, 3, /á.o/<br />

gitano quisiera ser, 8, /é/<br />

amo y señor de un pandero 8, /é.o/<br />

y de una verde carreta, 8, /é.a/<br />

de un osezno bullanguero 8, /é.o/<br />

y de una mona coqueta. 8, /é.a/<br />

Gitano, gitano quisiera ser, 11, /é/<br />

el rey de la pirueta. 8, /é.a/<br />

Este es, pues, el esquema métrico del anterior poema de Celia Viñas:<br />

Primer conjunto Segundo conjunto Tercer conjunto<br />

estrófico estrófico estrófico<br />

________________________________________________<br />

Verso 1. Trisílabo, /é.o/. Trisílabo, /í-o/. Trisílabo, /á.o/.<br />

Verso 2. Octosílabo, /é/. Octosílabo, /é/. Octosílabo, /é/.<br />

Verso 3. Octosílabo, /é.a/. Octosílabo, /á.e/. Octosílabo, /é.o/.<br />

Verso 4. Octosílabo, /í.a/. Octosílabo, /é.o/. Octosílabo, /é.a/.<br />

Verso 5. Octosílabo, /é.a/. Octosílabo, /á.e/. Octosílabo, /é.o/.<br />

Verso 6. Octosílabo, /í.a/ Octosílabo, /é.o/. Octosílabo, /é.a/.<br />

Verso 7. Endecasílabo, /é/. Endecasílabo, /é/. Endecasílabo, /é/.<br />

Verso 8. Octosílabo, /í.a/. Octosílabo, /é.o/. Octosílabo, /é.a/.<br />

Es decir, que en cada conjunto estrófico hay un verso trisílabo (el primero), seis versos<br />

octosílabos (el segundo -que es agudo-, el tercero, el cuarto, el quinto, el sexto y el octavo), y un<br />

verso endecasílabo (el séptimo -que es agudo-); y de estos versos, el primero es un verso suelto,<br />

porque no formas rima con ningún otro; el segundo rima con el séptimo, del que, en parte, es<br />

repetición; y riman con diferente asonancia -es decir, con igualdad de sonidos vocálicos a partir<br />

de la última vocal acentuada- el tercero con el quinto, y el cuarto con el sexto y el octavo.<br />

A diferencia de la prosa -en la que los elementos fónicos de las unidades significativas no se<br />

distribuyen de manera regular y, por lo tanto, no engendran un ritmo melódico-, en el verso se<br />

advierte cómo las frases están sometidas a exigencias rírtmicas; lo que se puede comprobar<br />

leyendo y recitando el poema de Celia Viñas; poema, por lo demás, de gran sencillez, no sólo<br />

métrica, sino también sintáctica.


Juan Ramón Jiménez: "Primavera amarilla".<br />

El siguiente poema de Juan Ramón Jiménez viene a demostrar, de nuevo, que la recurrencia<br />

-una de las formas que tiene e1 lenguaje literario para atraer la atención sobre sí mismo- es el<br />

principio estructurador y constructivo el discurso poético.<br />

Primavera amarilla<br />

Abril venía, lleno<br />

todo de flores amarillas:<br />

amarillo el arroyo,<br />

amarillo el vallado, la colina,<br />

el cementerio de los niños,<br />

el huerto aquel, donde el amor vivía.<br />

El sol ungía de amarillo el mundo,<br />

con sus luces caídas;<br />

¡ay, por los lirios áureos,<br />

el agua de oro, tibia;<br />

las amarillas mariposas<br />

sobre las rosas amarillas!<br />

Guirnaldas amarillas escalaban<br />

los árboles; ¡el día<br />

era una gracia perfumada de oro,<br />

en un dorado despertar de vida!<br />

Entre los huesos de los muertos<br />

abría Dios sus manos amarillas. [3]<br />

El recurso constructivo fundamental de este poema es el empleo reiterativo del adjetivo<br />

amarillo, así como de otros adjetivos que denotan color amarillo:<br />

1. Primavera amarilla (en el título);<br />

2. flores amarillas (verso 2);<br />

3. amarillo el arroyo (verso 3);<br />

4. amarillo el vallado, la colina, / el cementerio de los niños, / el huerto aquel... (versos<br />

4-6);<br />

5. ungía de amarillo (verso 7; el adjetivo se encuentra aquí sustantivado);<br />

6. lirios áureos (verso 8);<br />

7. agua de oro (verso 10; la construcción “de + nombre” tiene carácter adjetival);<br />

8. amarillas mariposas (verso 11);<br />

9. rosas amarillas (verso 12);<br />

10. Guirnaldas amarillas (verso 13);<br />

11. gracia perfumada de oro (verso 15; al igual que en el verso 10, la construcción “de +<br />

nombre” tiene carácter adjetival. E1 verso contiene, además, una original sinestesia: “el<br />

día / era una gracia perfumada -sensación olfativa- de oro -sensación visual-);<br />

12. dorado despertar (verso 16);<br />

13. manos amarillas (verso 18).


Los dos versos finales revelan el porqué de la continua insistencia de Juan Ramón Jiménez en<br />

un único color, precisamente el amarillo, a lo largo de todo el poema: “Entre los huesos de los<br />

muertos (verso 17, en clara correspondencia semántica con el verso 5 -“el cementerio de los<br />

niños”-, y en el que el significado amarillo está expresado por el vocablo muertos) / abría Dios<br />

sus manos amarillas” (verso 18).<br />

Desde su peculiar estado anímico de tristeza, Juan Ramón Jiménez evoca la llegada de una<br />

primavera de la que están ausentes el estallido de luz, color y pujanza vital propios de la<br />

Naturaleza en esta época del año. Y su honda melancolía queda reflejada en ese significado<br />

amarillo -reiterada bajo distintas formas léxicas-, que pone una nota de tristeza en un paisaje del<br />

que forma parte integrante “e1 cementerio de los niños”; y en la llegada de ese mes de abril en el<br />

que “Entre los huesos de los muertos / abría Dios sus manos amarillas”.<br />

Miguel Hernández: "Como el toro he nacido para el luto..."<br />

Entre los recursos poéticos más empleados por Miguel Hernández destaca la reiteración, por<br />

medio de la cual su palabra poética gana en condensación expresiva y fuerza dramática. El<br />

siguiente poema -en el que dicho recurso está obsesivamente presente- pertenece a El rayo que<br />

no cesa, obra compuesta en su mayor parte por sonetos, en los que el tema del amor es visto<br />

desde un sentimiento trágico de la vida.<br />

Como el toro he nacido para el luto<br />

y el dolor, como el toro estoy marcado<br />

por un hierro infernal en el costado<br />

y por varón en la ingle con un fruto.<br />

Como el toro lo encuentra diminuto<br />

todo mi corazón desmesurado,<br />

y del rostro del beso enamorado,<br />

como el toro a tu amor se lo disputo.<br />

Como el toro me crezco en el castigo,<br />

la lengua en corazón tengo bañada<br />

y llevo al cuello un vendaval sonoro.<br />

Como el toro te sigo y te persigo,<br />

y dejas mi deseo en una espada<br />

como el toro, burlado, como el toro. [4]<br />

El recurso constructivo que vertebra todo el soneto es la reiteración de la locución como el<br />

toro, que marca el comienzo de cuartetos y tercetos. Poeta y toro comparten un trágico destino<br />

común, señalado desde su nacimiento; y al igual que el toro es burlado por el torero que evita su<br />

embestida, el poeta queda burlado -herido de muerte en lo más profundo de su ser: “la lengua en<br />

corazón tengo bañada / y llevo al cuello un vendaval sonoro”- por la esquivez de la amada, ante<br />

la que, como el toro -que se crece en el castigo-, no se conforma y expresa su rebeldía y<br />

sufrimiento.


El soneto concluye con un extraordinario verso, en el que la locución como el toro se reitera al<br />

principio y al final, enmarcando la palabra burlado; y, de esta forma, se condensa la<br />

combinación de amor y muerte que recorre todo el poema: el “engaño” de que es objeto el toro,<br />

destinado a una lidia que le conducirá a la muerte, y los anhelos amorosos del poeta condenados<br />

a la frustración.<br />

Blas de Otero: "Cantar de amigo".<br />

Blas de Otero consigue en este “Cantar de amigo”, inscrito en la tradición paralelística de la<br />

lírica medieval galaico-portuguesa, unos sorprendentes sorprendentes efectos expresivos por<br />

medio del paralelismo, que es precisamente el recurso constructivo que pone en pie el poema.<br />

Canción de amigo<br />

¿Dónde está Blas de Otero? (Al) Está dentro del<br />

/sueño (Bl), con los ojos abiertos (Cl).<br />

¿Dónde está Blas de Otero? (A2) Está en medio del<br />

/viento (B2), con los ojos abiertos (C2).<br />

¿Dónde está Blas de Otero? (A3) Está cerca del<br />

/miedo (B3), con los ojos abiertos (C3).<br />

¿Dónde está Blas de Otero? (A4) Está rodeado de<br />

/fuego (B4), con los ojos abiertos (C4).<br />

¿Dónde está Blas de Otero? (A5) Está en el fondo del<br />

/mar (B5), con los ojos abiertos (C5).<br />

¿Dónde está Blas de Otero? (A6) Está con los estudiantes<br />

/y obreros (B6), con los ojos abiertos (C6).<br />

¿Dónde está Blas de Otero? (A7) Está en la bahía de<br />

/Cienfuegos (B7), con los ojos abiertos (C7).<br />

¿Dónde está Blas de Otero? (A8) Está en el<br />

/quirófano (B8), con los ojos abiertos (C8).<br />

¿Dónde está Blas de Otero? (A9) Está en Vietnam del<br />

/Sur (B9), invisible entre los guerrilleros (C9).<br />

¿Dónde está Blas de Otero? (A10) Está echado en<br />

/su lecho (B10), con los ojos abiertos (C10).<br />

¿Dónde está Blas de Otero? (A11) Está muerto (B11),<br />

/con los ojos abiertos (C11). [5]<br />

Es esta una composición constituida por once secuencias paralelísticas, cada una de las cuales<br />

está formada por tres elementos semejantes (la letra indica, precisamente, la relación de<br />

identidad):<br />

¿Dónde está Blas de Otero? (Al) Está dentro del<br />

/sueño (Bl), con los ojos abiertos (Cl).<br />

¿Dónde está Blas de Otero? (A2) Está en medio del<br />

/viento (B2), con los ojos abiertos (C2).<br />

[...] (A3), [...] (B3), [...] (C3).<br />

[...]


De estos tres elementos que integran cada secuencia paralelística, el primero -que se inicia con<br />

la reiteración del adverbio interrogativo dónde- (A: “¿Dónde está Blas de Otero?”) y el tercero<br />

(C: “con los ojos abiertos”) se repiten invariablemente, salvo en la secuencia novena, en la que<br />

“con los ojos abiertos” se reemplaza por “invisible entre los guerrilleros”; y el segundo elemento<br />

(B1-B11) es el que presenta variaciones conceptuales. Este montaje paralelístico confiere al<br />

poema de Otero una enorme cohesión estructural y ayuda a crear esa obsesiva atmósfera<br />

dramática que realza el contenido expresado.<br />

REPERTORIO <strong>DE</strong> ACTIVIDA<strong>DE</strong>S PRÁCTICAS<br />

1. Composición de un poema. Continuar el poema de Celia Viñas con una nueva serie de versos<br />

-que respondan a un esquema métrico similar-, iniciándola con el nombre de un oficio que se<br />

desearía ejercer -imaginariamente, o en la realidad-, y procurando imitar el poema que se ha<br />

ofrecido como modelo.<br />

Labriego,<br />

labriego quisiera ser, [...]<br />

Marino,<br />

marino quisiera ser, [...]<br />

Gitano,<br />

gitano quisiera ser, [...]<br />

[...],<br />

[...] quisiera ser,<br />

[etc., etc.]


2. Comentar las recurrencias que presenta el siguiente poema de León Felipe:<br />

Como tú...<br />

Así es mi vida,<br />

piedra,<br />

como tú; como tú,<br />

piedra pequeña;<br />

como tú,<br />

piedra ligera;<br />

como tú,<br />

canto que ruedas<br />

por las calzadas<br />

y por las veredas;<br />

como tú,<br />

guijarro humilde de las carreteras;<br />

como tú,<br />

que en días de tormenta<br />

te hundes<br />

en el cieno de la tierra<br />

y luego<br />

centelleas<br />

bajo los cascos<br />

y bajo las ruedas;<br />

como tú, que no has servido<br />

para ser ni piedra<br />

de una Lonja,<br />

ni piedra de una Audiencia,<br />

ni piedra de un Palacio,<br />

ni piedra de una Iglesia;<br />

como tú,<br />

piedra aventurera;<br />

como tú,<br />

que, tal vez, estás hecha<br />

sólo para una honda,<br />

piedra pequeña<br />

y<br />

ligera... [6]


NOTAS.<br />

[1] El término couplig -cuyas equivalencias castellanas son los vocablos apareamiento,<br />

emparejamiento y acoplamiento- fue propuesto por Levin en su ya clásico libro Estructuras<br />

lingüísticas en poesía (Madrid, editorial Cátedra, 1974; edición original inglesa de 1962); y<br />

viene a confirmar la teoría de Jakobson sobre la recurrencia como principio constructivo de la<br />

lengua literaria.<br />

[2] Breve ficha biobibliográfica de Celia Viñas. Lérida, 1915-Almería, 1953. Catedrática de<br />

Lengua Española y Literatura. Poetisa y narradora. Obras: Trigo del corazón (1946), Canción<br />

tonta del sur (obra para niños; 1948), Palabras sin voz (1953), Del foc y la cendra (en catalán;<br />

Del fuego y la ceniza, 1953). Obras póstumas, publicadas por su marido, Arturo Medina: Canto<br />

(1954), Como el ciervo corre herido (1955), Poesía última (1980); Plaza de la Virgen del Mar<br />

(obra de teatro; 1974); El primer botón del mundo y trece cuentos más (obra narrativa para<br />

niños; 1976).<br />

[3] Juan Ramón Jiménez: Poemas mágicos y dolientes. Madrid, Visor Libros, 2007. Colección<br />

Obras de Juan Ramón Jiménez, 9.<br />

[4] Miguel Hernández: El rayo que no cesa, 23. Obra completa, I. Pozulo de Alarcón (Madrid),<br />

editorial Espasa-Calpe. Colección Clásicos Castellanos, Nueva serie, núm. 27.<br />

[5] De Hojas de Madrid. En Verso y prosa. Madrid, editorial Cátedra, 1989, 17.ª edición.<br />

Colección Letras Hispánicas, núm. 3.<br />

[6] León Felipe: Versos y oraciones de caminante. Libro I; III. Editorial Alhambra. Colección<br />

Clásicos. [Señalamos a continuación, a modo de ejemplo orientador, recurrencias empleadas por<br />

el poeta en los diez primeros versos. Plano fónico: uso de versos de arte menor, con predominio<br />

del pentasílabo; y rima asonante (repetición de los sonidos vocálicos e-a) en los versos pares.<br />

Plano morfosintáctico: reiteración anafórica de como tú (adverbio de modo + pronombre<br />

personal); y reiteración del sintagma preposicional -con oficio de complemento circunstancial-<br />

que acompaña al verbo: ruedas / por las... / y por las... Plano léxico-semántico: persistencia de la<br />

comparación Mi vida es como la piedra; y empleo de voces más o menos sinónimas<br />

(piedra/canto, calzadas/veredas, pequeña/ligera)].


Lengua literaria y ambigüedad.<br />

AMBIGÜEDAD E INEXACTITUD<br />

<strong><strong>DE</strong>L</strong> LENGUAJE LITERARIO<br />

El lenguaje literario es más ambiguo e inexacto que el lenguaje científico; y también más<br />

ambiguo, por lo general, que el lenguaje de la comunicación ordinaria. Esta ambigüedad viene<br />

determinada por una serie de factores que explicitamos a continuación.<br />

• Insólita ulitilación del código lingüístico, basada en relaciones de interdependencia entre<br />

los elementos de los diferentes planos lingüísticos (fonético-fonológico, morfosintáctico y<br />

léxico-semántico), sometidos a constantes recurrencias o repeticiones, que se convierten,<br />

así, en el principio estructurador y constructivo del discurso poético. En consecuencia, se<br />

produce la máxima pertinencia expresiva de todos esos niveles lingüísticos.<br />

• Las “articulaciones” particulares de cada nivel lingüístico se ordenan en una “red o<br />

diagrama” superior, en una estructura global que convierte al mensaje en una unidad total<br />

de comunicación. Y así se origina, desde el interior del mensaje, un profundo “haz de<br />

significados”, perceptibles gracias a la constante interacción contextual.<br />

• Esa unidad indestructible de “forma-contenido” constituye el ideolecto estético o código<br />

individualizado y propio de cada mensaje.<br />

Tres poemas de Blas de Otero.<br />

Los aspectos más relevantes de la forma lingüística de la obra de Otero fueron estudiados<br />

magistralmente en su día por el profesor Alarcos [1], que se convierte en obligada referencia<br />

para desentrañar los recursos técnicos presentes en los tres poemas que reproducimos a<br />

continuación, y que prestan a la lengua del poeta vasco una altísima eficacia expresiva; poemas<br />

de sus dos primeras obras: “Tántalo, en fugitiva fuente de oro”, y “Crecida”, de Ángel fieramente<br />

humano-; y “Lástima”, de Redoble de conciencia.<br />

... Tántalo, en fugitiva fuente de oro.<br />

Francisco de Quevedo<br />

Cuerpo de la mujer, río de oro<br />

donde, hundidos los brazos, recibimos<br />

un relámpago azul, unos racimos<br />

de luz rasgada en un frondor de oro.<br />

Cuerpo de la mujer o mar de oro donde,<br />

amando las manos, no sabemos<br />

si los senos son olas, si son remos<br />

los brazos, si son alas solas de oro...<br />

Cuerpo de la mujer, fuente de llanto<br />

donde, después de tanta luz, de tanto<br />

tacto sutil, de Tántalo es la pena.


Suena la soledad de Dios. Sentimos<br />

la soledad de dos. Y una cadena<br />

que no suena, ancla en Dios almas y limos. [2]<br />

Breve acercamiento a los recursos técnicos del poema. Merced a las formas paralelísticas -el<br />

paralelismo es la reiteración de secuencias cuyos elementos presentan idéntica estructura<br />

sintáctica, con contenidos psíquicos equivalentes-, Otero logra en este poema un ritmo insistente,<br />

reiterado y tenaz. En efecto, los dos cuartetos y el primer terceto se organizan conforme a un<br />

mismo esquema sintáctico:<br />

Cuerpo de la mujer (A) + comparación (B) + donde (C) + circunstancia (D) + verbo (E):<br />

1. Cuerpo de la mujer (A1) + río de oro (B1) + donde (C1) + hundidos los brazos<br />

(D1) + recibimos (E1)...<br />

2. Cuerpo do la mujer (A2) + mar de oro (B2) + donde (C2) + amando las manos<br />

(D2) + no sabemos (E2)...<br />

3. Cuerpo de la mujer (A3) + fuente de llanto (B3) + donde (C3) + después de tanta<br />

luz... (D3) + es (E3)...<br />

Se trata, en resumen, de tres secuencias paralelísticas<br />

compuestas cada una de cinco elementos: 3 x (5).<br />

Incluso en cada una de esas estrofas hay otros elementos reiterativos paralelísticos:<br />

los senos olas,<br />

no sabemos si los brazos son remos,<br />

los brazos alas solas de oro.<br />

recibimos<br />

después de<br />

un relámpago azul,<br />

unos racimos de luz...<br />

tanta luz,<br />

tanto tacto sutil.<br />

El poema -como ya señaló Emilio Alarcos en la obra citada- queda, además, dividido en dos<br />

partes, entre las que se establece, mediante una adecuada selección léxica, un claro contraste: el<br />

“antes” implícito en los dos cuartetos, que corresponde a una perspectiva sentimental ilusionada<br />

(todo es claro y luminoso: “río de oro”, “racimos de luz”, “frondor”, “mar de oro”, “alas de<br />

oro...”); y el “después” explícito en el primer terceto (“después de tanta luz, de tanto / tacto<br />

sutil”), que con sus tonos sombríos supone el paso a otra perspectiva: el “río de oro” es ahora<br />

“fuente de llanto”, la “luz” se convierte en “pena”.<br />

También Arcadio López-Casanova subraya la división del poema en dos unidades temáticas:<br />

una positiva y otra negativa. La primera -en los cuartetos- responde a un “antes”: es el instante<br />

de la plenitud de la posesión amorosa (“relámpago azul”, “racimos”...), del triunfo en compañía<br />

de los cuerpos de los amantes. La bella corporeidad de la amada es vista como “río de oro”/“mar


de oro”, y la posesión amorosa aparece evocada -con poderosos registros sensoriales- como un<br />

nadar o navegar lleno de esplendores, que incluso conduce hasta un cierto anodadamiento del<br />

amante (“no sabemos / si...”). Pero toda esta perspectiva positiva cambia en el “después” de los<br />

tercetos, en los que aquella plenitud de la unión amorosa se transforma en la pena -el suplicio-<br />

de Tántalo (el hijo de Zeus, condenado por los dioses a sufrir sed y hambre angustiosas). El<br />

suplicio del amante se explicita en el último terceto: la posesión amorosa no es vía de<br />

trascendencia hacia Dios, sino la constatación de una radical soledad (“de dos”), de la vivencia<br />

de total soledad (“una cadena / que no suena...”). [3]<br />

Crecida<br />

Con la sangre hasta la cintura, algunas veces<br />

con la sangre hasta el borde de la boca,<br />

voy<br />

avanzando<br />

lentamente, con la sangre hasta el borde de los labios<br />

algunas veces,<br />

voy<br />

avanzando sobre este viejo suelo, sobre<br />

la tierra hundida en sangre,<br />

voy<br />

avanzando lentamente, hundiendo los brazos<br />

en sangre,<br />

algunas<br />

veces tragando sangre,<br />

voy sobre Europa<br />

como en la proa de un barco desmantelado<br />

que hace sangre,<br />

voy<br />

mirando, algunas veces,<br />

al cielo<br />

bajo,<br />

que refleja<br />

la luz de la sangre roja derramada,<br />

avanzo<br />

muy<br />

penosamente, hundidos los brazos en espesa<br />

sangre,<br />

es<br />

como una esperma roja represada,<br />

mis pies<br />

pisan sangre de hombres vivos<br />

muertos,<br />

cortados de repente, heridos súbitos,<br />

niños<br />

con el pequeño corazón volcado, voy<br />

sumido en sangre


salida,<br />

algunas veces<br />

sube hasta los ojos y no me deja ver,<br />

no<br />

veo más que sangre,<br />

sangre,<br />

siempre<br />

sangre,<br />

sobre Europa no hay más que<br />

sangre.<br />

Traigo una rosa en sangre entre las manos<br />

ensangrentadas. Porque es que no hay más<br />

que sangre,<br />

y una horrorosa sed<br />

dando gritos en medio de la sangre. [4]<br />

En este sobrecogedor poema -en versículos- queda patente la intensificación expresiva que se<br />

obtiene con la reiteración del mismo elemento léxico -repetición de una palabra-, o del mismo<br />

elemento sintáctico -agregación de una nueva palabra con idéntica función gramatical- o con el<br />

desarrollo de variaciones -varios subtemas- sobre un mismo tema. El poeta, que percibe las<br />

consecuencias de la guerra mundial, va avanzando por Europa inundada de sangre: es el tema<br />

principal, que va apareciendo, desapareciendo y reapareciendo, modificado por distintos<br />

esquemas sintácticos; y como subtemas, el avance penoso del poeta, la sangre, el tiempo (ese<br />

“algunas veces” que se vuelve definitivamente “siempre”: “no / veo más que sangre, / sangre, /<br />

siempre / sangre, / sobre Europa no hay más que / sangre”) y, al final, dentro de la sangre, la<br />

rosa de la paz, la sed de paz que trae el poeta. Sin la menor duda, la magistral utilización de las<br />

reiteraciones logran conferir al poema un ritmo obsesivo, que trasluce un profundo sufrimiento<br />

ante los efectos de las guerras.<br />

Lástima<br />

Me haces daño, Señor. Quita tu mano<br />

de encima. Déjame con mi vacío,<br />

déjame. Para abismo, con el mío<br />

tengo bastante. ¡Oh Dios!, si eres humano,<br />

compadécete ya, quita esa mano<br />

de encima. No me sirve. Me da frío<br />

y miedo. Si eres Dios, yo soy tan mío<br />

como tú. Y a soberbio, yo te gano.<br />

Déjame. ¡Si pudiese yo matarte,<br />

como haces tú, como haces tú! Nos coges<br />

con las dos manos, nos ahogas. Matas


no se sabe por qué. Quiero cortarte<br />

las manos. Esas manos que son trojes<br />

del hambre, y de los hombres que arrebatas. [5]<br />

Merced a la continua dislocación del ritmo fluyente -que origina continuos encabalgamientos,<br />

al no existir una adecuación entre las secuencias sintáctica y métrica- el poema produce una<br />

impresión de violencia, aunque el soneto se ajuste al modelo clásico (catorce versos<br />

endecasílabos distribuidos en dos cuaertetos -con rima ABBA/ABBA- y dos tercetos -con rima<br />

C<strong>DE</strong> / C<strong>DE</strong>). En efecto, la acumulación de muchos versos cabalgando los unos sobre los otros y<br />

el fraccionamiento de la unidad métrica de la casi totalidad de ellos por las pausas sintácticas<br />

-aceleramiento del ritmo expresivo y paradas bruscas- rompen el equilibrio del poema, que nos<br />

traduce la sensación de violencia que quiere sugerir el poeta. Adviértase, por otra parte, en el<br />

último verso del soneto, un hábil recurso fónico típico de Otero, cual es la expresión de<br />

contenidos de disparidad semántica mediante palabras con semejanza fónica: Esas manos que<br />

son trojes /del hambre, y de los hombres que arrebatas.<br />

REPERTORIO <strong>DE</strong> ACTIVIDA<strong>DE</strong>S PRÁCTICAS<br />

1. Comentar la intensificación expresiva que obtiene en el poema reproducido a continuación el<br />

poeta Emilio Prados con la reiteración de elementos léxicos y sintácticos, y de los que se sirve<br />

para contraponer la placidez de la tarde, la serenidad del cielo, el sosiego de la noche, la quietud<br />

de las estrellas y el lento discurrir del agua del río a la fuerza del viento, que incansable, sin cesar<br />

nunca, en todo pone perturbación y desorden:<br />

La tarde ya está cayendo...<br />

Y el viento:<br />

mueve que mueve el romero.<br />

¡El viento!<br />

-¡Ay, qué grande es<br />

todo el cielo sin viento!<br />

La noche ya está viniendo...<br />

Y el viento:<br />

mueve que mueve el romero.<br />

¡El viento!<br />

-¡Ay, cómo luce<br />

el lucero sin viento!<br />

La noche ya entró en el campo...<br />

(Qué despacio<br />

va el agua del río,<br />

qué despacio...)<br />

Y el viento:<br />

mueve que mueve el romero.<br />

¡El viento!


2. Comentar los principales recursos lingüísticos -y su valor expresivo- empleados por Otero en<br />

el siguiente poema (paronomasias, encabalgamientos, estructuras paralelísticas, etc.).<br />

Modelo de comentario.<br />

En nombre de muchos<br />

Para el hombre hambreante y sepultado<br />

en sed -salobre son de sombra fría-,<br />

en nombre de la fe que he conquistado:<br />

alegría.<br />

Para el mundo inundado<br />

de sangre, engangrenado a sangre fría,<br />

en nombre de la paz que he voceado:<br />

alegría.<br />

Para ti, patria, árbol arrastrado<br />

sobre los ríos, ardua España mía,<br />

en nombre de la luz que ha alboreado:<br />

alegría. [6]<br />

Localización. El poema “En nombre de muchos” pertenece a Pido la paz y la palabra, libro que<br />

supone la definitiva irrupción de las preocupaciones sociales y patrióticas en la obra de Otero.<br />

Plano del contenido. Organizado en tres conjuntos significativos que se corresponden con cada<br />

uno de los serventesios, el poema denuncia tres realidades incuestionables: la indigencia que<br />

acosa al hombre, falto de justicia social (estrofa<br />

1); la violencia que envuelve al mundo, destruido alevosamente por la guerra (estrofa 2); y la<br />

difícil convivencia entre los españoles -tras una Guerra Civil que deja vencedores y vencidos-,<br />

que tienen ante sí un incierto futuro (estrofa 3). No obstante, el poeta, sintiéndose portavoz de<br />

otros muchos hombres -“En nombre de muchos” titula su poema-, abraza el optimismo ante las<br />

tristes realidades denunciadas, y de ahí la alegría proclamada, vocablo que, convertido en verso,<br />

cierra, a modo de epifonema, cada una de las estrofas; una alegría que es consecuencia de su fe<br />

en el hombre y en sus logros sociales -hambre y sed de justicia- (estrofa 1), de su apuesta por la<br />

paz que ponga fin a todo derramamiento de sangre (estrofa 2), y de su esperanza -la esperanza de<br />

“la inmensa mayoría”- en un “mañana mejor” para los españoles, en una placentera alborada que<br />

garantice una grata convivencia a todos sus compatriotas.<br />

Plano de la expresión. El poema consta de tres serventesios. Los tres primeros versos de cada<br />

estrofa son endecasílabos -a excepción del primer verso del segundo serventesio, es que<br />

heptasílabo-; y el cuarto verso -idéntico en cada estrofa- es tetrasílabo, ruptura rítmica con la que<br />

dicho verso -“alegría”- queda realzado por sí mismo y, en consecuencia, su carga significativa es<br />

aún mayor. La rima es consonante y alterna: el primer verso rima con el tercero (-ado) y el<br />

segundo con el cuarto (-ía), rima que se repite en las tres estrofas. Los encabalgamientos<br />

abruptos de los dos primeros versos de cada serventesio poseen un alto valor expresivo, pues al<br />

detenerse la fluidez del verso encabalgante antes de la quinta sílaba del encabalgado, el poeta<br />

pone de relieve ciertas ideas: la sed de justicia (“sepultado / en sed” -estrofa 1, versos 1 y 2-,<br />

braquistiquio de dos tiempos: en sed), el mundo ensangrentado (“inundado / de sangre” -estrofa


2, versos 5 y 6-, braquistiquio de tres tiempos: de sangre), la patria a la deriva, arrastrada por las<br />

aguas (“árbol arrastrado / sobre los ríos” -estrofa 3, versos 9 y 10-).<br />

Es, sin embargo, el esquema acentual del poema el que realza ciertos vocablos que contribuyen<br />

a conferirle una profunda unidad de sentido, esquema que -por su indudable interés-<br />

reproducimos seguidamente:<br />

Acentos en 3.ª, 6.ª y 10ª sílabas. Para el hombre hambreante y sepultado<br />

Acentos en 2.º, 4.ª, 6.ª, 8.ª y 10ª silabas. en sed -salobre son de sombra fría-,<br />

Acentos en 2.ª, 6.ª, 7.ª y 10.ª sílabas. en nombre de la fe que he conquistado,<br />

Acento en 3.ª sílaba. alegría.<br />

Acentos en 3.ª y 6.ª sílabas. Para el mundo inundado<br />

Acentos en 2.ª, 6.ª, 8.ª y 10ª sílabas. de sangre, engrangrenado a sangre fría,<br />

Acentos en 2.ª, 6.ª, 7.ª y 10ª sílabas. en nombre de la paz que he voceado,<br />

Acento en 3.ª sílaba. alegría.<br />

Acentos en 3.ª, 4.ª, 6.ª y 10ª sílabas. Para ti, patria, árbol arrastrado<br />

Acentos en 4.ª, 6.ª, 8.ª y 10ª sílabas. sobre los ríos, ardua España mía,<br />

Acentos en 2.ª, 6.ª, 7.ª y 10.ª sílabas en nombre de la luz que ha alboreado,<br />

Acento en 3.ª sílaba. alegría.<br />

En el primer verso -con acentos en tercera (extrarrítmico), sexta y décima sílabas- y en el<br />

segundo -con acento en todas las silabas pares- aparece el hombre hambriento y sediento -de<br />

justicia- (primera estrofa); en el quinto verso -heptasílabo, con acentos en tercera (extrarrítmico)<br />

y en sexta sílabas- y en el sexto -con acentos en segunda, sexta, octava y décima sílabas-, la<br />

indigencia humana da paso a un mundo alevosamente destruido por la guerra (segunda<br />

estrofa); y en el noveno verso -con acentos en tercera (antirrítmico), cuarta, sexta y décima<br />

sílabas- y en el décimo -con acentos en cuarta, sexta, octava y décima sílabas- es la patria la que<br />

figura en primer plano: una concepción ambivalente de España -a la vez dura y entrañable-, una<br />

España a la deriva y sin dirección fija. Sin embargo, en el tercer verso de cada estrofa se<br />

reproduce la misma distribución acentual, con acentos en las sílabas segunda, sexta, séptima<br />

(antirrítmico) y décima: el poeta ha conquistado la fe en la condición humana -verso 3 de la<br />

estrofa 1-, ha voceado la paz -verso 7 de la estrofa 2-, y la luz ha alboreado para todos -verso 11<br />

de la estrofa 3-; y de este optimismo se deriva la alegría manifiestamente proclamada (versos 4,<br />

8 y 12). Y la antirritmia del acento en séptima sílaba no hace sino subrayar el esfuerzo individual<br />

del poeta -he conquistado (verso 3), he voceado (verso 7)- y el de la colectividad, que hace<br />

posible un luminoso amanecer -la luz ha alboreado- (verso 11). Los tiempos verbales en<br />

pretérito perfecto de indicativo recalcan que el poeta da por conquistados, al menos en la<br />

intencionalidad subjetiva, todos sus anhelos sociales.<br />

Los procedimientos rítmicos empleados por Otero se ven intensificados gracias a los recursos<br />

fónicos que confieren a todo el texto una profunda sonoridad. En la primera estrofa, las<br />

paronomasias (hombre hambreante / salobre, sombra / en nombre) y aliteraciones (sepultado en<br />

sed / salobre son de sombra) giran en torno a dos palabras cuyo significado queda potenciado:<br />

hombre y sed (es decir, la indigencia humana en primer plano). En la segunda estrofa,<br />

nuevamente las paronomasias (mundo inundado / sangre, engangrenado, sangre) destacan<br />

otras dos palabras clave: mundo y sangre (es decir, un mundo asolado por la guerra); por otra<br />

parte, las palabra fría y alegría, colocadas a final de verso, además de rimar en consonante -ía-,<br />

presentan los grupos fr- y gr-, respectivamente, que realzan la sonoridad. Y, en la tercera estrofa,


son las aliteraciones de la erre (patria, árbol, arrastrado, sobre, ríos, ardua, nombre, alegría) y<br />

de la vocal a (Para ti, patria, árbol arrastrado -verso 9-) las encargadas de recalcar la idea que<br />

Otero tiene de su patria -un árbol “a la deriva”, pero también algo entrañable y querido por el<br />

poeta-. Precisamente ambas aliteraciones -de erre y de a- convergen en las palabras clave de la<br />

estrofa, en una sorprendente muestra de virtuosismo formal: patria, árbol, arrastrado, ardua,<br />

alegría.<br />

Consideradas desde una perspectiva morfosintáctica, las tres estrofas presentan la misma<br />

estructura -lo que confiere al poema una poderosa trabazón interna-, que responden a un mismo<br />

esquema en el que se van introduciendo sucesivas variantes; y, de esta manera, los vocablos<br />

que en cada caso cambian, al insertarse en un marco de referencia conocido, quedan realzados en<br />

su significado. Esta es, pues, la estructura invariable de las tres estrofas:<br />

Para...<br />

en nombre de... que...<br />

alegría.<br />

Los elementos variables de la primera estrofa se señalan a continuación:<br />

Para el hombre hambriento y sediento,<br />

en nombre de la fe que he conquistado:<br />

alegría.<br />

En la segunda estrofa se introducen las siguientes variantes:<br />

Para el mundo ensangrentado y destruido,<br />

en nombre de la paz que he voceado:<br />

alegría.<br />

Y la tercera estrofa presenta estas otras variaciones:<br />

Para la patria sin rumbo, dura y entrañable a la vez,<br />

en nombre de la luz que ha alboreado:<br />

alegría.<br />

Hay, además, en esta tercera estrofa, ciertas novedades en relación con las otra dos, que<br />

resultan muy significativas: la presencia del pronombre personal ti y del vocablo patria con<br />

función de vocativo. Otero organiza, pues, el contenido de la estrofa por medio de un apóstrofe<br />

lírico: el “yo” del poeta entabla un diálogo con un “tu” próximo -su propia patria-, y así logra<br />

cerrar el poema en un clima de fuerte tensión emocional. Por otra parte, los verbos en primera<br />

persona de las estrofas anteriores -he conquistado, he voceado- son ahora reemplazados por un<br />

verbo en tercera persona: la luz ha alboreado.<br />

La estructura morfosintáctica del poema está, pues, en consonancia con su organización rítmica<br />

y con el aprovechamiento de los recursos fónicos: el poeta ha conquistado la fe en el hombre,<br />

tras denunciar el hambre y la sed de justicia que lo aquejan; ha voceado la paz, frente a un<br />

mundo ensangrentado al que la guerra destruye; y pide para su patria, solidario con otros muchos<br />

hombres que sufren la marginación, que la luz de la esperanza la ilumine. El poema rebosa<br />

optimismo compartido; y el entusiasmo del poeta se expresa en un vocablo que recorre el poema<br />

y remata cada una de las tres estrofas: alegría.


Muy originales son, también, los recursos léxico-semánticos que emplea Otero. En la primera<br />

estrofa, el vocablo hombre no va acompañado de dos calificativos inexpresivos -como serían los<br />

adjetivos “hambriento” y “sediento”-, sino del neologismo hambreante y de una frase coloquial<br />

modificada en su estructura para hacerla más expresiva: sepultado en sed -en lugar de “muerto<br />

de sed”-, frase coloquial que, además, por su colocación en los versos 1 y 2, origina un<br />

encabalgamiento abrupto: sepultado / en sed. De esta manera, la indigencia humana trasciende el<br />

hambre y la sed puramente físicas, para simbolizar la falta deuna auténtica justicia social que<br />

nutra los anhelos del hombre, un hombre que reaparece en el segundo verso, presentado en forma<br />

de metonimia de la parte por el todo, y merced a una complicada sinestesia que alude a sus<br />

sentidos: salobre (gusto) son (oído) de sombra (vista) fría (tacto). La propia estructura rítmica<br />

del endecasílabo -acentuado en todas las sílabas pares: “en sed -salobre son de sombra fría-,<br />

resalta la expresividad de dos versos en los que Otero denuncia el hambre y la sed de justicia que<br />

aquejan a la humanidad. Esa sed de justicia que anhela el hombre la compensa Otero con su fe en<br />

la condición humana, y de ahí brota la explosión de alegría.<br />

De manera similar, y en la segunda estrofa, el vocablo mundo no va arropado por dos<br />

calificativos más o menos tópicos -como podrían ser los adjetivos “ensangrentado” y “asolado”-,<br />

sino por la construcción inundado de sangre y la acuñación léxica engangrenar: inundado de<br />

sangre adquiere una dimensión hiperbólica tan dramática como sepultado en sed -versos 1, 2-, y<br />

la colocación de aquellos vocablos en los versos 5 y 6 origina un nuevo encabalgamiento<br />

abrupto: inundado / de sangre; mientras que el vocablo engangrenar ayuda a sugerir la<br />

putrefacción orgánica que todo proceso gangrenoso comporta: un mundo aniquilado, además, a<br />

sangre fría, es decir, con calculada premeditación. La denuncia de todo derramamiento de sangre<br />

surge, pues, con asombrosa expresividad, y la paz vociferada desencadena la alegría que el poeta<br />

manifiesta.<br />

En la tercera estrofa, el vocablo patria -que asume la función de vocativo- va acompañado<br />

ahora por dos aposiciones: árbol y España. En efecto, establecida la identidad metafórica entre<br />

patria y árbol -tan del gusto del poeta-, Otero matiza que se trata de un árbol arrastrado / sobre<br />

los ríos, por medio de un nuevo encabalgamiento -versos 9 y 10- del que se sirve para hacer más<br />

patente -y patética- la idea de una patria arrastrada por las aguas, sin dirección fija y a merced de<br />

las circunstancias; y esa patria es, precisamente, España, nueva aposición explicativa flanqueada<br />

por los vocablos ardua y mía -ardua España mía-, vocablos que reflejan a la perfección el<br />

concepto que Otero tiene de su patria, a la que quiere entrañablemente -y de ahí el posesivo<br />

pospuesto-, pero que se encuentra envuelta en serias dificultades -unas dificultades inherentes a<br />

la pacífica convivencia social-, y que el epíteto ardua es capaz de sintetizar con la máxima<br />

expresividad. Y frente a esa concepción de España, ante Otero y sus conciudadanos se abre,<br />

anunciando la venida de un nuevo día -ese “mañana mejor” que ha alboreado-, la luz de la<br />

esperanza y la consiguiente alegría desbordante.<br />

Valoración crítica. Por medio de un empleo personal y originalísimo de determinados recursos<br />

retóricos, Otero logra un poema con una sólida estructura interna y en el que los diferentes<br />

planos lingüísticos -fónico, sintáctico y léxico- están fuertemente interrelacionados. Se percibe<br />

así, con total nitidez, el mensaje de Otero, reflejado en el título del poema y en el verso que<br />

remata cada estrofa: En nombre de muchos/alegría. Razón tiene, pues, Otero cuando afirma su<br />

creencia en la poesía social, siempre que el poeta -el hombre- sea capaz de plasmar sus<br />

preocupaciones sociales “con la misma sinceridad y fuerza” con que siente los temas<br />

tradicionales. Y el poema “En nombre de muchos” es buen ejemplo de ello.


NOTAS.<br />

[1] Emilio Alarcos Llorach: La poesía de Blas de Otero. Salamanca, Ediciones Generales Anaya,<br />

1966. [De gran interés resulta -por su intencionalidad antropológica- la lectura de la obra de<br />

Joaquín Galán El silencio imposible. Aproximación a la obra de Blas de Otero. Barcelona,<br />

editorial Planeta, 1995. Colección Documento].<br />

[2] Blas de Otero: Ángel fieramente humano. Ínsula. Madrid, 1950.<br />

[3] Arcadio López-Casanova y Eduardo Alonso: Poesía y novela. Teoría, método de análisis y<br />

práctica textual. Valencia, editorial Bello. Biblioteca filológica. Manuales, núm. 6; págs. 19-21.<br />

[4] Blas de Otero: Ángel fieramente humano. Ínsula. Madrid, 1950.<br />

[5] Blas de Otero: Redoble de conciencia. Instituto de Estudios Hispánicos. Barcelona, 1951.<br />

[6] El poema “En nombre de muchos” forma parte del libro que inaugura el segundo ciclo de<br />

Blas de Otero: Pido la paz y la palabra. Su poesía anterior -expresión de sus anhelos religiosos,<br />

de su diálogo sin respuesta con el Dios del Antiguo Testamento y la situación de desvalimiento<br />

en que queda el hombre- le parece ahora tremendamente insolidaria; por eso Otero “rompió<br />

todos sus versos” y, dando un giro radical a su poesía, “un buen día bajó a la calle” para<br />

enfrentarse con el dolor de las gentes que sufren, clamando por la paz y la justicia, y<br />

comprometiéndose ya de por vida con los problemas humanos de la colectividad. (Los versos<br />

citados pertenecen al poema que encabeza el libro, titulado “A la inmensa mayoría”).


La Fonética Estilística.<br />

ARTIFICIOS EXTRAÑADORES<br />

EN EL PLANO FÓNICO<br />

La Fonética Estilítica se ocupa del estudio de los valores expresivos que tienen las palabras en<br />

cuanto a su sonoridad. Las palabras, además de su significado de naturaleza conceptual, poseen<br />

una dimensión física -de sensaciones acústicas-, y otra psíquica -de sensaciones no acústicas-,<br />

cuajada de valores expresivos que pueden asociarse con determinados estados afectivos e<br />

impresiones anímicas, y que son los que interesan a la Estilística. De dichos valores expresivos<br />

vamos a ocuparnos exclusivamente cuando intervienen efectos de timbre, que son los que se<br />

refieren a la cualidad del sonido. Nos limitaremos, pues, a estudiar la aliteración, la<br />

onomayopeya, la armonía imitativa, el simbolismo fonético, el tartamudeo silábico y, de manera<br />

más superficial, algunos juegos fonéticos -como la sinfonía vocálica, la rima interna y la<br />

paronomasia.<br />

La aliteración.<br />

Consiste en la repetición de los mismos fonemas, sobre todo consonánticos, para acrecentar la<br />

expresividad del verso. En el siguiente poema de Manuel Machado, las aliteraciones desempeñan<br />

un papel decisivo para realzar la sonoridad y caracterizar ambientes, acciones, personajes...<br />

Castilla<br />

El ciego sol se estrella<br />

en las duras aristas de las armas,<br />

llaga de luz los petos y espaldares<br />

y flamea en las puntas de las lanzas.<br />

El ciego sol, la sed y la fatiga.<br />

Por la terrible estepa castellana,<br />

al destierro, con doce de los suyos,<br />

-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.<br />

Cerrado está el mesón a piedra y lodo...<br />

Nadie responde. Al pomo de la espada<br />

y al cuento de las picas, el postigo<br />

va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!<br />

A los terribles golpes<br />

de eco ronco, una voz pura, de plata<br />

y de cristal responde... Hay un niña<br />

muy débil y muy blanca,<br />

en el umbral. Es toda<br />

ojos azules; y en los ojos, lágrimas.<br />

Oro pálido nimba<br />

su carita curiosa y asustada.


Apoyo léxico.<br />

“¡Buen Cid! Pasad... El rey nos dará muerte,<br />

arruinará la casa<br />

y sembrará de sal el pobre campo<br />

que mi padre trabaja...<br />

Idos. El Cielo os colme de venturas...<br />

En nuestro mal ¡oh Cid! no ganáis nada.”<br />

Calla la niña y llora sin gemido...<br />

Un sollozo infantil cruza la escuadra<br />

de feroces guerreros,<br />

y una voz inflexible grita: “¡En marcha!”<br />

El ciego sol, la sed y la fatiga.<br />

Por la terrible estepa castellana,<br />

al destierro, con doce de los suyos<br />

-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.<br />

Peto. Armadura del pecho.<br />

Espaldar. Parte de la coraza que sirve para cubrir y defender la espalda.<br />

Cuento. Regatón -casquillo que se pone en el extremo inferior, para mayor firmeza- de la pica.<br />

Pica. Especie de lanza larga, compuesta de un asta con hierro pequeño y agudo en el extremo<br />

superior (que usaban los soldados de infantería).<br />

Nimbar. Rodear de aureola una figura.<br />

Breve comentario explicativo del texto.<br />

El poema de Manuel Machado se inspira en un episodio relatado en el Poema de Mio Cid<br />

(I, versos 31-50: "El Campeador adeliñó a su posada; [...] Ya lo vede el Çid que del rey non avie<br />

graçia." Madrid, editorial Castalia. Colección Clásicos Castalia, núm. 75). El rey Alfonso VI ha<br />

prohibido a sus vasallos que auxilien al Cid en su camino hacia el destierro. Agobiados por el<br />

calor y exhaustos por el cansancio, los guerreros piden alojamiento en un mesón; pero ante el<br />

recordatorio que una inocente niña hace al Cid del castigo que aguarda a quienes le ofrezcan<br />

posada y comida, y la súplica angustiosa de que se vaya, el Cid ordena a los suyos proseguir la<br />

marcha a través de la árida meseta castellana. La reciedumbre física y moral de un Cid que<br />

cabalga sin tregua hacia el destierro, insensible a los rigores atmosféricos, pero profundamente<br />

humano, destaca en un ambiente que sólo ofrece aridez, desolación y fatigas. Y esto es<br />

precisamente lo que quiere recalcar el poeta modernista: la dimensión humana de Rodrigo Díaz<br />

de Vivar.<br />

Manuel Machado realza imaginativamente las notas del paisaje acumulando verbos que ponen<br />

de manifiesto la potencia calórica del sol, (que “se estrella / en las duras aristas de las armas,”<br />

-versos 1 y 2-, “llaga de luz los petos y espaldares” -verso 3-, y “flamea en las puntas de las<br />

lanzas.” -verso 4-). El ardor del ambiente se proyecta, así, sobre la hueste del Cid, abrasada por<br />

un sol implacable; y reaparece en el verso 12, que cierra la tercera estrofa en conciso quiasmo:<br />

¡Quema el sol, el aire abrasa! Y a la impresión de luminosidad subrayada por estos versos, se


suma la eficacia de una adjetivación que insiste en la dureza del ambiente: “ciego sol” (versos 1,<br />

5, 31), “terrible estepa castellana” (verso 6).<br />

Precisamente la adjetivación le sirve a Manuel Machado para caracterizar a los personajes: la<br />

fragilidad y delicadeza de la niña (“voz pura, de plata / y de cristal” -versos 14, 15-; “muy débil<br />

y muy blanca,” -verso 16-; “toda / ojos azules;” -versos 17, 18-; “oro pálido nimba / su carita<br />

curiosa y asustada.” -versos 19, 20-) contrasta con la rudeza de la hueste del Cid, “escuadra / de<br />

feroces guerreros,” -versos 28, 29-, que pide alojamiento en un mesón “cerrado a piedra y<br />

lodo...” -verso 9-, dando en el postigo “terribles golpes, / de eco ronco,” -versos 13, 14- con el<br />

pomo de la espada y el cuento de las picas; pero que es sensible al “sollozo infantil” -verso 28-<br />

de esa niña que “llora sin gemido...” -verso 27-, cuando les deniega el auxilio solicitado por<br />

temor a las represalias del rey. Y en medio del embate del sol abrasador -“El ciego sol, la sed y<br />

la fatiga.”, verso 31-, la voz inflexible del Cid -verso 30-, que ordena a los suyos proseguir la<br />

marcha hacia tierra de moros.<br />

Son varios los encabalgamientos que figuran en el texto, que se producen, precisamente, en los<br />

momentos de mayor tensión dramática, y que confieren a la tercera estrofa -combinación de<br />

versos heptasílabos y endecasílabos- un ritmo muy dinámico (versos 13-18). El resto del poema<br />

-en el que predomina la descripción, excluido el aparente diálogo entre la niña y el Cid (versos<br />

21 a 26)-, es de ritmo más lento, coincidiendo las unidades sintácticas con las rítmicas, a base de<br />

estrofas de cuatro versos endecasílabos, excepto el 1 y el 29, que son heptasílabos.<br />

Con las muchas aliteraciones repartidas a lo largo de poema se obtienen sorprendentes efectos<br />

expresivos. La acumulación de vibrantes, por ejemplo, realza el poder abrasador del sol, cuyos<br />

efectos -sed, sudor, fatiga- aquejan al cortejo del Cid en su marcha por la árida meseta castellana<br />

(estrofa 2 -versos 4 a 8-, repetida al final del poema, estrofa 7 -versos 31 a 34-). Por otra parte, la<br />

aliteración de la /p/ en la tercera estrofa -versos 9 a 12- y, nuevamente, de la vibrante múltiple<br />

/rr/ al comienzo de la cuarta -versos 13 y 14- (aliteraciones que suelen coincidir en sílaba tónica,<br />

y de ahí su importancia rítmica) intensifican, igualmente, la violencia con que la hueste del Cid<br />

golpea con sus armas el postigo del mesón en el que busca refugio; unos terribles golpes, / de<br />

eco ronco, versos en los que se reitera, además, la sílaba -co a final de palabra. Y, frente a la<br />

dureza de vibrantes y velares, la aliteración de la /l/ ayuda a sugerir la delicadeza y fragilidad de<br />

la niña, que no puede ofrecer al desterrado posada ni comida -versos 14 a 18-. Y todavía podrían<br />

rastrearse más aliteraciones, aunque menos relevantes; así, de laterales en la primera estrofa y<br />

en los versos iniciales de la sexta; de silbantes en el verso 23...; aliteraciones que refuerzan la<br />

sonoridad de una poesía que nunca llega a alcanzar las estridencias de la de Rubén Darío.<br />

Y aunque Manuel Machado es poeta modernista -“medio gitano y medio parisién”, se califica a<br />

sí mismo; y es que su poesía incorpora las audacias y renovaciones técnicas de los poetas<br />

franceses contemporáneos al tratamiento aristocrático de los temas andaluces-, en este poema<br />

evoca, excepcionalmente, lo esencial del espíritu castellano -como es propio de los escritores de<br />

su tiempo- que encarna la figura del Cid Campeador.


La onomatopeya.<br />

Consiste en la imitación o recreación del sonido de algo en el vocablo que se forma para<br />

significarlo. De esta manera se quiebra la arbitrariedad que preside la relación entre el<br />

significante y el significado del signo lingüístico, pues el significado guarda una estrecha<br />

relación de dependencia con su significante. El texto de Vicente Soto que se reproduce<br />

seguidamente contiene palabras onomatopéyicas que contribuyen a acrecentar el clima de<br />

sonoridad que se difunde por todo él.<br />

Estilísticamente hablando, la onomatopeya pretende reproducir, mediante fonemas, fenómenos<br />

acústicos o visuales. La octava real de Góngora que se reproduce tras el texto de Vicente Soto<br />

refleja la extraordinaria maestría del poeta barroco para logar las impresiones deseadas eligiendo<br />

los sonidos expresivos más idóneos.<br />

Alcidia<br />

Muy tempranito, casi de noche, pasaba el carrillo del lechero. Las cántaras<br />

entrechocaban con apagado son de cencerros, los menudos cascos de la jaquita<br />

arañaban la tierra. Y sobre los tejados intercambiaban sus mensajes los gallos. El<br />

primero en cantar era uno lejanísimo; después, gargareante y avinagrado, otro muy<br />

próximo; después otros, desperdigados y fijos en sus azoteas como banderas. Se<br />

desgañitaban siguiendo un turno bastante regular y pujando por una afonía que<br />

terminaba por hacerlos enmudecer a todos. Luego, desde la estación, topetazos secos<br />

y seguiditos de vagones; como si sonara uno sólo, pero arrastrando una larga cadena<br />

de ecos. Un silbido estridente, una pausa, el alejarse de una locomotora con sus<br />

bocanadas jadeantes. Todos los días igual: el traqueteo del carrillo, el turno de<br />

kikirikíes, el despertar en la estación. Y también abajo, en el pueblo. La luz se<br />

tamizaba por entre las mañanita invernal y se abrían puertas de casas y la vida salía a<br />

la calle. Se desgranaba un hormigueo de lluvia y de gente ajena a su papel de gente, y<br />

me encantaba sentir esta existencia recién descubierta al oído. Había que auscultarla<br />

entera con el nacer y el morir de un día y otro para captar su identidad. Yo había oído<br />

antes, claro, muchos de aquellos signos aislados, muchos gallos, campanas, pregones<br />

lejanos, pero desgajados del ciclo de su tiempo, estúpidamente espontáneos. Ahora se<br />

me revelaban trabados y dosificados dentro de un orden que ninguno de ellos podía<br />

alterar. No podría el cojo de los periódicos salmodiar su “teré, teré, teré” -ya cerca<br />

del mediodía, bajando por el camino de la estación delante del enjambre de viajeros<br />

llegados en el correo- antes de que, cuesta arriba, en dirección opuesta, hubiese<br />

pasado la tartana de Blas, vieja para cargar con viajeros pero buena para baúles y<br />

maletas. El yunque de Baltasar, el herrero, el yunque de una sola nota y variadas<br />

cadencias, callaba en la punta de acá del pueblo cuando el reloj de la iglesia daba las<br />

doce. Al comienzo de la tarde se oía el pregón de la ropavejera increpando por su<br />

miseria a la humanidad. La palabra gastada e indescifrable se enfilaba por esquinas<br />

abiertas y se arrastraba en su estela justa de tiempo; y la ropavejera no sabía esto ni<br />

que sus trueques de baratijas por botellas y trapos no contaban para nada. Yo me<br />

dejaba llevar sin voluntad del dormir al velar y del velar al dormir, y cuando salía del<br />

sueño, al instante un signo me daba el pulso de Alcidia. Declinaba el día tal vez, y<br />

por mi ventana entornada asomaba el rumoreo del pueblo, roto en silencios cada vez<br />

más largos; hasta que sonaba algún portazo remoto y ya no se oía más que el<br />

silencio. La vida había vuelto a meterse en casa. Tal vez pasaban más tarde bajo mi


ventana, ya muy de noche, dos o tres transeúntes. Caminaban con brío, acalorados en<br />

el secreto de su conversación, y se dejaban unas palabras retumbando entre las<br />

paredes de mi habitación. Y aunque algunas veces no le oyera cantar la hora al<br />

sereno o se me escapase la del campanario, los pasos del sereno y el golpeteo de su<br />

chuzo y la calma de sus rondas, bajo la lluvia o atravesando claros, medían con<br />

misteriosa precisión la lejanía o la proximidad del alba. Cierto, tampoco es imposible<br />

que de pronto hubiese de preguntarme si estaba soñando y oyendo de verdad el<br />

entrechocar de las cántaras de leche y el trote de la jaquita.<br />

Y esta sencilla evocación me hace caer en la cuenta de que estaría mintiendo sin<br />

enterarme si, no habiendo sentido de aquel modo a Alcidia, pretendiese que viví en<br />

ella. [2]<br />

Breve comentario explicativo del texto.<br />

Evoca Soto en el texto el discurrir de un día cualquiera en el pueblo de Alcidia. El escritor<br />

rememora, desde la ausencia, ese conjunto de sensaciones auditivas que constituyen la invención<br />

del texto y que caracterizan el transcurrir monótono y tranquilo de la vida de Alcidia; un paisaje<br />

rural anclado en el tiempo, y cuyo estatismo secular recoge Soto en la certera frase “Todos los<br />

días igual”. Fragmento de carácter descriptivo, pues, en el que los sonidos que saturan el<br />

ambiente se recogen con una fuerte dosis de subjetivismo que le confiere al texto un<br />

extraordinario carácter literario.<br />

Una sucesión de estampas -que se extienden a lo largo de un primer parágrafo de desmesurada<br />

extensión, pero de gran coherencia interna- estructuran el texto: el amanecer, anunciado por el<br />

paso del carrillo del lechero, el canto de los gallos, el ajetreo en la estación, el abrirse las puertas<br />

de las casas y el bullicio de la gente en las calles; la hora del mediodía, con la muchedumbre<br />

llegada en el tren de correo, la vieja tartana de Blas que carga viajeros con baúles y maletas, y el<br />

silencio en la herrería de Baltasar; el comienzo de la tarde, en que las voces de la ropavejera<br />

anuncian la venta de ropas y vestidos viejos, y baratijas usadas; el declinar del día, que coincide<br />

con la vuelta de la gente a sus casas; y la noche, cuyo silencio turban las conversaciones de<br />

algunos transeúntes y los golpes del chuzo del sereno. El breve parágrafo que remata el texto le<br />

sirve a Soto para recalcar ese mundo se sensaciones auditivas perfectamente ordenadas en una<br />

sucesión cronológica imperturbable sin el que le resulta imposible efectuar su personal<br />

evocación del pueblo de Alcidia.<br />

El texto de Soto está saturado de sonoridad. Una habilísima selección léxica, a base de<br />

combinar palabras que explotan las posibilidades fónicas de sus significantes mediante marcadas<br />

aliteraciones, señalan el ruidoso despertar del día en Alcidia; y así, la aliteración de la palatal<br />

africada ch y de la velar oclusiva sorda c (“...casi de noche pasaba el carrillo del lechero. Las<br />

cántaras entrechocaban...”); de las diferentes velares -c/qu, j, g/gu- (“...los menudos cascos de<br />

la jaquita arañaban la tierra. Y sobre los tejados intercambiaban sus mensajes los gallos. El<br />

primero en cantar era uno lejanísimo; después, gargareante y avinagrado, otro muy próximo;<br />

después otros, desperdigados y fijos en sus azoteas como banderas. Se desgañitaban siguiendo<br />

un turno bastante regular y pujando por una afonía que terminaba...”); de dentales -d, t- y de la<br />

sibilante s (“...desde la estación, topetazos secos y seguiditos de vagones; como si sonara uno<br />

solo, pero arrastrando una larga cadena de ecos.”); de la velar fricativa sorda j y de la velar<br />

oclusiva sorda c (“...el alejarse de una locomotora con sus bocanadas jadeantes.”); etc., etc. Las<br />

sensaciones auditivas se desparraman, pues, por doquier: el entrechocar de las cántaras con


apagado son de cencerros; el canto de los gallos, que se desgañitan hasta quedarse afónicos; los<br />

topetazos de los vagones del tren; el silbido estridente de la locomotora... Y la luz del nuevo día<br />

queda ya asociada, entre otros ruidos ambientales -y a modo de resumen-, al que producen “el<br />

traqueteo del carrillo” del lechero y “el turno de kikirikíes” emitidos por los gallos. Sin duda,<br />

Soto ha logrado transmitir, en una prosa de sorprendentes cadencias rítmicas, todo un mundo de<br />

sensaciones que sus atentos oídos son capaces de escudriñar hasta límites insospechados.<br />

Y la sonoridad continúa, conforme avanza el texto: el sonido cadencioso del yunque de la<br />

herrería; los gritos de la ropavejera; el canto de las horas por el sereno y el ruido de sus pasos y<br />

de su chuzo al golpear el suelo...; incluso puede oírse el silencio. A la creación de esa atmósfera<br />

de sonoridad que todo lo envuelve contribuyen, sin duda, algunas onomatopeyas (el turno de<br />

kikirikíes de los gallos; el teré, teré, teré, que canturrea monótonamente el vendedor de<br />

periódicos); una sonoridad que se ve acentuada por la eficacia de la adjetivación: avinagradas,<br />

las voces de los gallos, fijos en sus azoteas como banderas, que se desgañitan hasta quedarse<br />

afónicos; estridente, el silbido de la locomotora del tren correo, que trae un enjambre de viajeros;<br />

jadeantes, sus bocanadas de humo...<br />

Y no menos sorprendente resulta la expresividad de unas imágenes, que ponen de manifiesto<br />

las calidades literarias de la prosa de Vicente Soto: los gallos están “desperdigados y fijos en sus<br />

azoteas como banderas”; “una larga cadena de ecos” difunde los topetazos de los vagones; las<br />

primeras luces “se tamizaban por entre la mañanita invernal”; la tarde se abre con “el pregón de<br />

la ropavejera, increpando por su miseria a la humanidad” -tal vez esta sea la imagen de mayor<br />

calado del texto-, y su palabra “gastada e indescifrable se enfilaba por esquinas abiertas y se<br />

arrastraba en su estela justa de tiempo”, precisamente al comienzo de la tarde...<br />

Una vez leído el texto, es poco lo que se sabe de Alcidia: que es un pequeño pueblo extendido<br />

en dos planos de diferente elevación; que dispone de estación de ferrocarril... Y es que Vicente<br />

Soto no ha pretendido ofrecer al lector una información completa, objetiva e identificadora de un<br />

lugar, sino que se ha limitado a traducir literariamente el mundo de sensaciones y reacciones<br />

subjetivas motivadas por un paisaje rural, caracterizado por una perpetua sucesión de ruidos que<br />

marcan el ritmo tranquilo de su existencia.<br />

[Gruta de Polifemo]<br />

Guarnición tosca de este escollo duro<br />

troncos robustos son, a cuya greña<br />

menos luz debe, menos aire puro<br />

la caverna profunda que a la peña;<br />

caliginoso lecho, el seno oscuro<br />

ser de la negra noche nos lo enseña<br />

infame turba de nocturnas aves,<br />

gimiendo tristes y volando graves. [3]<br />

[Versión prosificada de Dámaso Alonso. Unos troncos robustos sirven de defensa y tosca<br />

guarnición a este recio peñasco. A la greña o maraña intrincada de los árboles debe la caverna<br />

profunda aún menos luz del día y menos aire puro que a la peña que la cubre (pues si mucha luz<br />

y aire quita esa piedra, más quitan aún los árboles que están delante). Y que el seno oscuro de la


cueva es lecho tenebroso de la noche sombría, nos lo indica una infame turba de aves nocturnas,<br />

que allí gimen con tristeza y vuelan pesadamente].<br />

Breve comentarivo explicativo del texto.<br />

Para acentuar la oscuridad de la gruta de Polifemo, Góngora recurre a la elección de ciertos<br />

sonidos que evocan todo lo que tiene de siniestro y sombrío el seno de la noche: "infame turba<br />

de nocturnas aves / gimiendo tristes y volando graves". La repetición de la sílaba -tur- (de cuya<br />

u -vocal cerrada y velar- procede la nota de oscuridad de los pajarracos que están revoloteando<br />

en la gruta del gigante Polifemo; úes sobre las que recaen los apoyos acentuales más relevantes<br />

del endecasílabo, seguidas de la consonante r que, por ser vibrante, arrastra aún más la impresión<br />

producida por la vocal); la sucesión de n, así como la especial combinación de palabras, se<br />

prestan para producir el efecto perseguido. El adjetivo infame está usado con enorme acierto: la<br />

oscuridad, lo tétrico, el terror, los presagios de la noche, están encerrados en dicha palabra, cuyo<br />

valor expresivo se ve acrecentado.<br />

La armonía imitativa.<br />

Consiste en la serie organizada de sonidos que reproducen la imagen fiel del ruido asociado a<br />

las cosas o, al menos la sugieren; a diferencia de la onomatopeya, que es un sonido aislado.<br />

Compruébese, por ejemplo, la sensación de quietud, reposo y silencio que Garcilaso de la Vega<br />

logra -en los versos 79 y 80 de la Égloga III- por medio de la serie organizada de la consonante<br />

fricativa [s], roto por el vibrante sururro de las abejas, cuya [rr] quiebra el silencio del paisaje.<br />

Esta es la octava real completa:<br />

Breve comentario explicativo del texto.<br />

Moviola el sitio umbroso, el manso viento,<br />

el suave olor de aquel florido suelo;<br />

las aves en el fresco apartamiento<br />

vio descansar del trabajoso vuelo;<br />

secaba entonces el terreno aliento<br />

el sol, subido en la mitad del cielo;<br />

en el silencio solo se escuchaba<br />

un susurro de abejas que sonaba. [4]<br />

Una naturaleza bellamente idealizada se describe en estos versos, en los que predominan los<br />

delicados epítetos, y en los que todo tiende a producir una sensación de armonía y sosiego, a la<br />

que sin duda contribuye el factor rítmico. La octava real -con esta combinación de rimas<br />

consonantes: ABABABCC- contiene endecasílabos con diferentes esquemas acentuales: en los<br />

versos primero y segundo, los acentos recaen en todas las sílabas pares, lo que justifica, en cada<br />

caso, la colocación de los epítetos: "Mo-vio-lael-si-tioum-bro-so, el-man-so-vien-to, /<br />

el-sua-veo-lor-dea-quel-flo-ri-do-sue-lo;" (endecasílabos plenos o garcilasianos); los<br />

endecasílabos cuarto, quinto y sexto son sáficos, con acentuación en las sílabas 1.ª, 4.ª, 8.ª y 10ª<br />

-el cuarto- y 2.ª, 4.ª, 8.ª y 10ª -el quinto y el sexto-; el tercer endecasílabo es heroico -con acentos<br />

en las sílabas 2.ª, 6.ª y 10.ª-; el octavo, melódico -con acentos en las sílabas 3.ª (-su-, de la<br />

palabra susurro), 6.ª y 10.ª-; y el séptimo presenta acentos sólo en las sílabas 4.ª (sílaba -len- de


la palabra silencio), 6.ª y 10.ª. Esta variada acentuación contribuye eficazmente al clima de grata<br />

musicalidad que se expande por toda la estrofa.<br />

El simbolismo fonético.<br />

Consiste en la serie organizada de sonidos que, en conjunto, reproducen la imagen de una<br />

realidad no acústica. Tal y como puede comprobarse en el siguiente poema de Rafael Alberti: el<br />

poeta manifiesta en estos intensos versos de tono exclamativo una nostálgica añoranza del mar, a<br />

través de una imagen basada en el parecido visual que existe entre una ola impulsada por el<br />

viento y un caballo que corre con la crin suelta.<br />

Breve comentario explicativo del texto.<br />

¡Quién cabalgara el caballo<br />

de espuma azul de la mar!<br />

De un salto<br />

¡quién cabalgara la mar!<br />

¡Viento, arráncame la ropa!<br />

¡Tírala, viento, a la mar!<br />

De un salto,<br />

quiero cabalgar la mar.<br />

¡Amárrame a los cabellos,<br />

crin de los vientos del mar!<br />

De un salto,<br />

quiero ganarme la mar. [5]<br />

El poeta quiere cabalgar sobre las olas, e incluso interpela al viento, a quien confía sus anhelos<br />

marineros. Los tiempos y modos verbales elegidos -presentes de indicativo (quiero, versos 8 y<br />

12) e imperativo (arráncame, verso 5; tírala, verso 6; amárrame, verso 9)- intensifican el deseo<br />

apremiante del protagonista de compenetrarse físicamente con el mar, recalcado por el<br />

tetrasílabo de un salto, reiterado hasta tres veces (versos 3, 7 y 11). Pero es el suyo un deseo<br />

irrealizable; y de ahí el imperfecto de subjuntivo de los versos primero y cuarto, iniciados con un<br />

pronombre exclamativo: ¡Quién cabalgara el caballo / de espuma azul de la mar! / De un<br />

salto, / ¡quién cabalgara la mar! Precisamente el acertadísimo ritmo acentual de los<br />

octosílabos -la mayoría de ellos con acentos en primera, cuarta y séptima sílabas; en concreto,<br />

los versos 1, 4, 6, 10 y 12- ayuda a sugerir el cabalgar sobre las olas que el poeta añora.<br />

Métricamente, el poema es de una notable sencillez: doce versos, de los que tres son<br />

tetrasílabos y, los nueve restantes, octosílabos; y rima asonante a-o/a que se mantiene en las<br />

estrofas primera (caballo/mar), segunda, cuarta y sexta (salto/mar), y que varia en las estrofas<br />

tercera (o-a/a: ropa/mar) y quinta (e-o/a: cabellos/mar), coincidiendo con esa interpelación del<br />

poeta al viento que mece las olas entre las que quisiera diluirse. Y, cerrando todos los versos


pares, la palabra mar; ese mar que inunda todo el poema y por el que Alberti siente una<br />

irreprimible añoranza.<br />

¡Con qué ingenuos materiales poéticos ha construido Alberti una composición tan desprovista<br />

de dramatismo!, aun cuando el vivir tierra adentro desde los quince años haya creado en su<br />

espíritu ese recuerdo nostálgico de la bahía de Cádiz que le vio nacer, y que con tanto acierto<br />

refleja el poema.<br />

El tartamudeo silábico.<br />

Una variante de la aliteración es el llamado por Emilio Alarcos tartamudeo silábico [6] típico<br />

de Blas de Otero, y resultado del ímpetu apasionado y vehemente con que el poeta articula<br />

tumultuosamente los mismos sonidos. Véase, por ejemplo, este poema, en el que se repiten<br />

inmediatamente -ol, de la palabra sol, y -ol, de la palabra olmos:<br />

Árboles abolidos<br />

Árboles abolidos,<br />

volveréis a brillar<br />

al sol. Olmos sonoros, altos<br />

álamos, lentas encinas,<br />

olivos<br />

en paz,<br />

arboles de una patria árida y triste,<br />

entrad<br />

a pie desnudo en el arroyo claro,<br />

fuente serena de la libertad. [7]<br />

He aquí otros ejemplos de Otero, en los que las sílabas repetidas en contacto producen<br />

sensación de violencia, de turbación.<br />

[Fragmento del poema] Tabla rasa<br />

Posteriormente, entramos en la Nada.<br />

Y sopla Dios de pronto y nos termina.<br />

Aquí, la Tierra fue. Aquí, la grada<br />

del mar. Aquí la larga serpentina<br />

de los planetas. Ved. La Nada en pleno.<br />

No preguntéis. Estaban. Se aventaron.<br />

Tema del viento: se evadio de lleno.<br />

Tema del hombre: nada, lo olvidaron.<br />

[...]<br />

Por fin, finge la muerte un alba hermosa.<br />

Yo sé. Silencio. Sopla. Se termina.<br />

(Aquí el poeta se volvió a la rosa:<br />

mas no la miréis más, se difumina). [8]


La sinfonía vocálica.<br />

[Fragmento del poema] Hijos de la tierra<br />

Europa, amontonada sobre España, en escombros;<br />

sin norte, Norteamérica, cayéndose hacia arriba;<br />

recién nacida, Rusia, sangrándole los hombros;<br />

Oriente, dando tumbos; y el resto, a la deriva.<br />

[...]<br />

¡Alzad al cielo el vientre, oh hijos de la tierra;<br />

salid por esas calles dando gritos de espanto!<br />

Los veintitrés millones de muertos en la guerra<br />

se agolpan ante un cielo cerrado a cal y canto. [9]<br />

Estudiada por José Manuel Blecua en la poesía de Juan de Mena. Consiste en lograr que los<br />

acentos primero y último del verso dodecasílabo recaigan sobre una misma vocal y que, a su vez,<br />

le siga otra idéntica en los dos sitios. Sirva como ejemplo el verso seis de la octava de arte mayor<br />

número 87 de El laberinto de Fortuna, en el que se repite la combinacián a/e ([...] fazen [...]<br />

venales):<br />

La rima interna.<br />

Debaxo de aquestos yo vi derribados<br />

los que las pazes firmadas ya ronpen,<br />

e los que por precio virtudes corronpen,<br />

metiendo alimentos a los renegados;<br />

allí vi grand clero de falsos perlados,<br />

que fazen las cosas sagradas venales:<br />

¡o religión religada de males,<br />

que das tal doctrina a los mal doctrinados! [10]<br />

Consiste en repetir de vez en cuando, dentro de varios versos, un mismo grupo de fonemas.<br />

Así, por ejemplo, en la primera estrofa del poema "Virante", el tesón del poeta se manifiesta con<br />

la reiteración de sibilantes y velares, en especial con las sílabas si y go:<br />

Virante<br />

No me resigno. Y sigo y sigo. Y si<br />

caigo, gozosamente en pie, prosigo<br />

y sigo. Si queréis seguirme,<br />

ahincad el paso y escuchad el mío.<br />

Eché la noche por la borda. Al borde<br />

del vértigo, viré y cambié de sitio.<br />

Hoy hilo, hilo a hilo, a la esperanza<br />

a ojos cerrados, sin perder el hilo.


Allá voy voceando paz (a pasos<br />

agigantados, avanzando a brincos<br />

incontenibles). Si queréis seguirme,<br />

ésta es mi mano y ése es el camino. [11]<br />

Hemos reproducido completo el poema "Virante" porque Otero efectúa en él -en los versos 7 y<br />

8- un juego de palabras que se apoya en la homofonía. Como puede comprobarse, el primer hilo<br />

es verbo; el segundo y el tercero constituyen una frase adverbial iterativa; y el cuarto es también<br />

sustantivo, pero formando parte de la frase hecha perder el hilo, es decir, equivocarse.<br />

La paronomasia.<br />

Consiste en la expresión de contenidos de disparidad semántica mediante palabras con<br />

semejanza fónica. Véase, por ejemplo, la fuerza expresiva de las paronomasias presentes en el<br />

poema “En nombre de muchos”, de Blas de Otero, que pertenece a Pido la paz y la palabra:<br />

En nombre de muchos<br />

Para el hombre hambreante y sepultado<br />

en sed -salobre son de sombra fría-,<br />

en nombre de la fe que he conquistado:<br />

alegría.<br />

Para el mundo inundado<br />

de sangre, engangrenado a sangre fría,<br />

en nombre de la paz que he voceado:<br />

alegría.<br />

Para ti, patria, árbol arrastrado<br />

sobre los ríos, ardua España mía,<br />

en nombre de la luz que ha alboreado:<br />

alegría. [12]<br />

En efecto, las paronomasias (hombre hambreante / salobre, sombra / en nombre -primera<br />

estrofa-; mundo inundado / sangre, engangrenado, sangre -segunda estrofa-; Para ti, patria,<br />

árbol / ardua -tercera estrofa-) hacen más intensa la denuncia de la indigencia humana -primera<br />

estrofa-, de un mundo destruido por la guerra -segunda estrofa-, y de una patria -España- “a la<br />

deriva”, en la que resulta difícil la convivencia -tercera estrofa-; tristes realidades a las que Otero<br />

opone su fe en un hombre que impulsa la justicia social -primera estrofa-, sus ansias de paz,<br />

frente a todo derramamiento de sangre -segunda estrofa-, y su convicción de que la luz de la<br />

esperanza augura un inminente futuro de libertad para todos los españoles -tercera estrofa-. Y de<br />

ahí la alegría intensamente proclamada por el poeta, hasta el extremo de convertir este<br />

vocablo en el verso que remata cada estrofa, y que produce una ruptura rítmica que aún<br />

intensifica más su valor semántico.


REPERTORIO <strong>DE</strong> ACTIVIDA<strong>DE</strong>S PRÁCTICAS<br />

1. Analizar las aliteraciones contenidas en los siguientes versos del Cántico espiritual, de San<br />

Juan de la Cruz -estrofas 4, 5, 7 y 8-, y su valor expresivo. [13]<br />

Pregunta a las criaturas<br />

4. ¡Oh bosques y espesuras,<br />

plantadas por la mano del Amado!<br />

¡Oh prado de verduras, [1]<br />

de flores esmaltado!,<br />

decid si por vosotros ha pasado.<br />

Respuesta de las criaturas<br />

5. Mil gracias derramando,<br />

pasó por estos sotos con presura, [2]<br />

y, yéndolos mirando,<br />

con sola su figura<br />

vestidos los dejó de hermosura. [3]<br />

Esposa<br />

6. ¡Ay, quién podrá sanarme!<br />

Acaba de entregarte ya de vero; [4]<br />

no quieras enviarme [5]<br />

de hoy más ya mensajero, [6]<br />

que no saben decirme lo que quiero.<br />

7. Y todos cuantos vagan [7]<br />

de ti me van mil gracias refiriendo,<br />

y todos más me llagan,<br />

y déjame muriendo<br />

un no sé qué que quedan balbuciendo.<br />

8. Mas, ¿cómo perseveras,<br />

¡oh vida!, no viviendo donde vives,<br />

y haciendo porque mueras<br />

las flechas que recibes,<br />

de lo que del Amado en ti concibes? [8]


Apoyo léxico.<br />

[1] verduras: ‘follaje, plantas de intenso color verde’.<br />

[2] con presura: ‘con apresuramiento, deprisa’.<br />

[3] El vocablo hermosura debería pronunciarse con cierta aspiración inicial que impidiera la<br />

sinalefa y, de este modo, salvaguardar el cómputo silábico del verso.<br />

[4] de vero: ‘de veras’, ‘de verdad’.<br />

[5] no quieras enviarme: perífrasis latinizante con subjuntivo, equivalente a un imperativo<br />

negativo, de reminiscencias evangélicas (Juan, X, 17: Noli me tangere, por ejemplo).<br />

[6] de hoy más ya mensajero: ‘ya desde hoy más mensajero’. Mensajero tiene un sentido<br />

colectivo que justifica la concordancia ad sensum en el plural saben.<br />

[7] vagan: ‘se dedican al servicio de Dios, a la contemplación divina’. Se trata de un cultismo<br />

semántico con significado específico derivado de la expresión vacare Deo.<br />

[8] de lo que del Amado en ti concibes: lo que hiere hasta extremos de muerte no es el Amado,<br />

sino algo suyo, concebido en la amada, que despide efluvios a manera de flechas.<br />

Sugerencia de respuesta.<br />

Destaca, en el segundo verso de la cuarta estrofa, la aliteración de la a -"plantadas por la mano<br />

del Amado"-, que sugiere, así la extensión y abundancia de boscaje, apuntadas en el plural del<br />

verso primero: ¡"Oh bosques y espesuras,". Y en el verso tercero de esta misma estrofa figura la<br />

aliteración consonántica de los sonidos suaves d y r vibrante simple: "¡Oh, prado de verduras,".<br />

En el segundo verso de la estrofa quinta resalta la iteración fónica de la s, en consonancia con el<br />

movimiento fugaz, como si se tratara del silbido del viento: "passó por estos sotos con presura,".<br />

En el último verso de la estrofa séptima, el tratamiento de la materia fónica expresiva alcanza un<br />

clímax inigualable, sugeridor de la congoja que oprime el alma: "un no sé qué que quedan<br />

balbuciendo." Y en el segundo verso de la estrofa octava es la bilabial b la que se reitera,<br />

como consecuencia de la repetición léxica del mismo lexema: "¡oh vida!, no viviendo donde<br />

vives".


2. Analizar el simbolismo fonético del siguiente poema de León Felipe:<br />

NOTAS.<br />

El salto<br />

Somos como un caballo sin memoria,<br />

somos como un caballo<br />

que no se acuerda ya<br />

de la última valla que ha saltado.<br />

Venimos corriendo y corriendo<br />

por una larga pista de siglos y de obstáculos.<br />

De vez en vez, la muerte...<br />

¡el salto!<br />

y nadie sabe cuántas veces hemos saltado<br />

para llegar aquí, ni cuántas saltaremos todavía<br />

para llegar a Dios que está sentado<br />

al final de la carrera... esperándonos.<br />

Lloramos y corremos,<br />

caemos y giramos,<br />

vamos de tumba en tumba<br />

dando brincos y vueltas entre pañales y sudarios. [13]<br />

[1] Manuel Machado: Alma. Madrid, ediciones Cátedra, 1988. Colección Letras Hispánicas,<br />

núm. 283.<br />

[2] Vicente Soto: La zancada, capítulo XII, 2. Barcelona, editorial Destino, 1968, 7.ª edición.<br />

Colección Áncora y delfín.<br />

[3] Luis de Góngora: Fábula de Polifemo y Galatea, estrofa 5. Véase Dámaso Alonso: Poesía<br />

española. Ensayo de métodos y límites estilísticos. Madrid, Gredos, 1993, quinta edición.<br />

Biblioteca Románica Hispánica. II, Estudios y ensayos, núm. 1. ["Mostruosidad y belleza en el<br />

Polifemo de Góngora"; págs. 313-392].<br />

[4] Garcilaso de la Vega: Obras completas con comentario. Madrid, editorial Castalia, 2002.<br />

Colección Selecciones Castalia. [Elias L. Rivers, editor literario].<br />

[5] Rafael Alberti: El alba del alhelí. [El poema reproducido figura con el número 17 de las 53<br />

"Playeras" que conforman el tercer libro de la obra -“El verde alhelí”-]. Madrid, editorial<br />

Castalia, 1990, 5.ª edición. Colección Clásicos Castalia. núm. 48. [Soledad Salinas: El mundo<br />

poético de Rafael Alberti. Publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Madrid, 2004].<br />

[6] Emilio Alarcos Llorach: La poesía de Blas de Otero. Salamanca, Anaya, 1966. (Madrid,<br />

Anaya, 1973. Colección Temas y estudios).<br />

[7] Blas de Otero: Pido la paz y la palabra. Barcelona, editorial Lumen, 2001. Colección Poesía,<br />

núm. 1.


[8] Blas de Otero: Redoble de conciencia. Estrofas 1, 2 y 5 del poema "Tabla rasa". Barcelona,<br />

Instituto de Estudios Hispánicos, 1951.<br />

[9] Blas de Otero: Redoble de conciencia. Estrofas 2 y 7 del poema "Hijos de la tierra".<br />

Barcelona, Instituto de Estudios Hispánicos, 1951.<br />

[10] Juan de Mena: El laberinto de Fortuna. Madrid, Espasa-Calpe, 1951. Colección Clásicos<br />

Castellanos, núm. 119; pág. LXXIX-LXXXI. [Edición de José Manuel Blecua].<br />

[11] Blas de Otero: Ancia. Madrid, Visor libros, 1984. Colección Visor de Poesía, núm. 12.<br />

(Edición anterior: Madrid, Alberto Corazón, 1971, 8.ª edición. Colección Visor de Poesía, núm.<br />

12).<br />

[12] Blas de Otero: Pido la paz y la palabra. Barcelona, editorial Lumen, 2001. Colección<br />

Poesía, núm. 1.<br />

[13] León Felipe: El poeta prometeico, obra publicada en México, en 1942, incluida en Ganarás<br />

la Luz (Madrid, ediciones Cátedra, 1982, 2.ª edición. Colección Letras Hispánicas, núm. 163.<br />

[José Paulino, editor literario]). Nueva antología rota es una síntesis de toda su obra poética,<br />

realizada por el propio León Felipe (Madrid, Visor Libros, 1981. Colección Visor de poesía,<br />

núm. 129). Las Poesías completas de León Felipe se publican en Madrid, por Visor Libros, en<br />

2004. Colección Visor de poesía. Maior, núm. 9.


El comentario métrico.<br />

EL ANÁLISIS MÉTRICO<br />

<strong>DE</strong> UN TEXTO<br />

Aplicando conceptos ya sabidos de preceptiva métrica, el análisis métrico de un texto se<br />

efectuará siguiendo los siguientes pasos [1]:<br />

• Análisis silábico: Fenómenos que afectan al cómputo silábico (posición del último<br />

acento versal, sinalefa, sinéresis, diéresis, hiato) [2]; tipo de verso según el número de<br />

sílabas (simple -de arte menor, y de arte mayor-; y compuesto).<br />

• Análisis acentual: Acento estrófico y ritmo de intensidad de cada verso -yámbico o<br />

trocaico-; acentos rítmicos, extrarrítmicos y antirrítmicos.<br />

• Análisis de las pausas (estrófica, versal, interna).<br />

• Análisis del tono (responsable del comportamiento melódico del verso), marcando la<br />

inflexión final del tono que se produce a partir de la última vocal acentuada de un<br />

grupo fónico, tanto en el interior como al final de cada verso; y de los<br />

encabalgamientos que se producen cuando la pausa versal no coincide con la<br />

morfosintáctica. [3]<br />

• Análisis de la rima (consonante o asonante). [4]<br />

• Análisis de la agrupación de versos (tipo de estrofa y/o de poema -estrófico y no<br />

estrófico-). [5]<br />

• Estructura del texto: Resumen final del análisis efectuado.<br />

Aplicación práctica 1: Análisis métrico de un texto de Jorge Guillén.<br />

El siguiente texto reproduce la parte IV del poema “Más allá”, con el que se abre Cántico, obra<br />

que exterioriza el júbilo del autor ante el maravilloso espectáculo de la realidad terrestre. [De<br />

acuerdo con el criterio de Guillén, los versos empiezan con letra inicial mayúscula, aun cuando<br />

la mayúscula no se corresponda con lo preceptuado por las reglas ortográficas; y, de ahí, la<br />

posible dificultad que su lectura pudiera entrañar, a la que hay que añadir la complejidad del<br />

lenguaje figurado y los frecuentes encabalgamientos].<br />

El balcón, los cristales,<br />

Unos libros, la mesa.<br />

¿Nada más esto? Sí,<br />

Maravillas concretas.<br />

Material jubiloso<br />

Convierte en superficie<br />

Manifiesta a sus átomos<br />

Tristes, siempre invisibles.


Y por un filo escueto,<br />

O el amor de una curva<br />

de asa, la energía<br />

De plenitud actúa.<br />

¡Energía o su gloria!<br />

En mi dominio luce<br />

Sin escándalo dentro<br />

De lo tan real, hoy lunes.<br />

Y ágil, humildemente,<br />

La materia apercibe<br />

Gracia de Aparición:<br />

Esto es cal, esto es mimbre. [6]<br />

Sobre el texto reproducido vamos a reflejar gráficamente los elementos que lo integran: la<br />

división silábica, la acentuación y las pausas. Por cuestiones puramente tipográficas no se ha<br />

marcado el análisis tonal, que más adelante se efectúa ampliamente. El texto queda, pues, del<br />

siguiente modo:<br />

El - bal - cón / - los - cris - tá - les //<br />

Ú - nos - lí - bros / - la - mé - sa //<br />

¿Ná - da - más - és - to? / - Sí //<br />

Ma - ra - ví - llas - con - cré - tas ///<br />

Ma - te - riál - ju - bi - ló - so //<br />

Con - viér- te en - su - per - fí - cie<br />

Ma - ni - fiés - ta / a - sus - á - to - mos<br />

Trís - tes / - siém - pre in - vi - sí - bles ///<br />

Y - por - ún - fí - lo es - cué - to //<br />

O el - a - mór - de ú - na - cúr - va<br />

de - á - sa / - la e - ner - gí - a<br />

De - ple - ni - tud - ac - tú - a ///<br />

¡E - ner - gí - a o - su - gló - ria! //<br />

En - mi - do - mí - nio - lú - ce<br />

Sin - es - cán - da - lo / - dén - tro<br />

De - lo - tán - reál / - hóy - lú - nes ///<br />

Y á - gil / - hu - míl - de - mén - te //<br />

La - ma - te - ria a - per - cí - be //<br />

Grá - cia - de A - pa - ri - ción //<br />

És - to és - cál / - és - to és - mím - bre ////


1. Análisis silábico.<br />

Los versos 1, 2, 4, 5, 12, 14 y 15 poseen 7 sílabas fonológicas y otras tantas sílabas métricas,<br />

al no existir ningún fenómeno métrico que afecte al cómputo silábico.<br />

El verso 3 posee 6 sílabas fonológicas; pero como el verso es oxítono -al terminar en palabra<br />

aguda: Sí-, debe contarse una sílaba más, por lo que consta de 7 sílabas métricas.<br />

El verso 7 posee también 7 sílabas métricas, pues al ser paroxítono -por terminar en palabra<br />

esdrújula: átomos-, ha de contarse una sílaba menos.<br />

Los versos 6, 7, 8, 9, 11, 13, 17, 18 y 19 tienen, igualmente, 7 sílabas métricas, pues cada uno<br />

de ellos presenta una sinalefa (reunión en una sola sílaba métrica de la última sílaba de un<br />

vocablo y de la primera del siguiente, cuando aquél acaba en vocal y éste empieza con vocal).<br />

Dos sinalefas hacen que las 9 sílabas fonológicas de los versos 10 y 20 se conviertan en 7<br />

sílabas métricas.<br />

En el verso 11 se produce un hiato en /de.ása/, al ser la segunda vocal tónica -/ása/- y, por<br />

tanto, no hay sinalefa.<br />

En el verso 16 es necesario hacer una sinéresis en el vocablo /real/, integrando en una sola<br />

sílaba métrica dos vocales que pertenecen a sílabas fonológicas diferentes, para que resulten, así,<br />

7 sílabas métricas.<br />

Así pues, todos los versos del poema tienen 7 sílabas métricas: el texto es isosilábico, formado<br />

por versos heptasílabos (versos simples de arte menor).<br />

2. Análisis acentual.<br />

Se indican a continuación las sílabas métricas sobre las que recaen los diferentes acentos de<br />

cada verso.<br />

Verso primero: 3 y 6.<br />

Verso segundo: 1, 3 y 6.<br />

Verso tercero: 1, 3, 4 y 6.<br />

Verso cuarto: 3 y 6.<br />

Verso quinto: 3 y 6.<br />

Verso sexto: 2 y 6.<br />

Verso séptimo: 3 y 6.<br />

Verso octavo: 1, 3 y 6.<br />

Verso noveno: 3, 4 y 6.<br />

Verso décimo: 3, 4 y 6.<br />

Verso undécimo: 2 y 6.<br />

Verso duodécimo: 4 y 6.


Verso decimotercero: 3 y 6.<br />

Verso decimocuarto: 4 y 6.<br />

Verso decimoquinto: 3 y 6.<br />

Verso decimosexto: 3, 4, 5 y 6.<br />

Verso decimoséptimo: 1, 4 y 6.<br />

Verso decimoctavo: 3 y 6.<br />

Verso decimonoveno: 1 y 6.<br />

Verso vigésimo: 1, 2, 3, 4, 5 y 6.<br />

Todos los heptasílabos tienen un acento constante sobre la sexta sílaba métrica -acento<br />

estrófico-, y, por tanto, son paroxítonos. Como el último acento recae sobre sílaba par, son todos<br />

de ritmo yámbico. Todos los acentos que se encuentran sobre las sílabas pares son rítmicos; así,<br />

por ejemplo, es rítmico el acento sobre la segunda sílaba del verso sexto: /con-viér-teen-su-perfí-cie/.<br />

Y los acentos que se encuentran sobre las sílabas impares son extrarrítmicos; así, por<br />

ejemplo, son extrarrítmicos los acentos sobre las sílabas primera y tercera del verso segundo: /únos-lí-bros-la-mé-sa/.<br />

En los versos 3, 9, 10 y 20, el acento sobre la tercera sílaba es, además,<br />

antirrítmico -por su situación especial de vecindad con sílaba rítmica-, así como los acentos<br />

sobre las sílabas tercera y quinta del verso decimosexto, de gran efecto estilístico: /de-lo-tánreál-hóy-lú-nes/.<br />

3. Análisis de las pausas.<br />

Los versos 1, 2, 3, 5, 9, 13, 17, 18 y 19 presentan pausa versal. Los versos 4, 8, 12 y 16<br />

presentan pausa estrófica. Después del verso 20, la pausa es final.<br />

No presentan pausa versal los versos 6, 7, 10, 11, 14 y 15, en los que se inician otros tantos<br />

encabalgamientos (distribución en versos contiguos de palabras que constituyen una unidad<br />

sintáctica).<br />

Pausa interna presentan los versos 1, 2, 3, 7, 8, 11, 15, 16, 17 y 20; son, por tanto, pausados.<br />

Precisamente, la pausa interna de los versos 7, 8, 11, 15 y 16 pone fin a los encabalgamientos<br />

iniciados en los versos 6, 7, 10, 14 y 15 respectivamente: /superficie manifiesta/ (versos<br />

6-7), /átomos tristes/ (versos 7-8), /curva de asa/ (versos 10-11), /luce sin escándalo/ (versos<br />

14-15), /dentro de lo tan real/ (versos 15-16).<br />

En el verso 7 hemos colocado una pausa interna después del vocablo manifiesta; pausa que no<br />

impide la sinalefa: ma-ni-fies-ta / a-sus-á-to-mos; y, de esta manera, coinciden sinalefa, pausa<br />

interna y descenso tonal.<br />

Los versos 4, 5, 6, 8, 9, 10, 12, 13, 14, 18 y 19 son impausados.<br />

4. Análisis del tono.<br />

Los versos 4, 9, 12, 13 y 19 presentan sólo una inflexión final descendente del tono, que se<br />

produce a partir de la última vocal acentuada.


Los versos 1, 2, 8, 16, 17 y 20 presentan inflexiones tonales descendentes en posición interior<br />

antes de cada pausa interna, además de las inflexiones finales antes de cada pausa versal.<br />

El verso 3 presenta dos inflexiones tonales: una, después de esto; otra, al final. La primera es<br />

ascendente, ya que el enunciado es interrogativo: ¿Nada más esto?; y la segunda, descendente,<br />

antes de la pausa versal.<br />

El verso 5 tiene su tono ascendente porque su enunciado se prologa más allá de la pausa versal<br />

y continúa en el verso 6, cuyo tono horizontal viene determinado por el encabalgamiento que<br />

forma con el verso 7. A su vez, este verso, tras el dencenso tonal después de manifiesta, presenta<br />

una segunda inflexión tonal, en este caso de carácter horizontal, porque forma un<br />

encabalgamiento con el verso 8.<br />

La inflexión tonal del verso 10 es horizontal, porque forma encabalgamiento con el verso 11;<br />

verso -el 11- que, tras un descenso tonal después de asa, presenta una nueva inflexión tonal<br />

horizontal, como resultado de un nuevo encabalgamiento con el verso 12, el cual concluye con<br />

un descenso tonal antes de la pausa estrófica.<br />

Una parecida "situación tonal" se produce en los versos 14, 15 y 16. La inflexión tonal del<br />

verso 14 es horizontal, a causa del encabalgamiento con el verso 15; y, a su vez, el verso 15, tras<br />

la inflexión tonal descendente después de escándalo, tiene otra inflexión tonal horizontal,<br />

producida por un nuevo encabalgamiento con el verso 16, que presenta -a diferencia del verso<br />

12- dos inflexiones tonales descendentes: una, antes de la pausa interna, y otra antes de la pausa<br />

estrófica.<br />

Finalmente, el verso 18 aparece con tono horizontal porque forma encabalgamiento con el<br />

verso 19.<br />

5. Análisis de la rima.<br />

Las cinco estrofas organizan su rima de la siguiente manera:<br />

• Verso 2: é-a (mesa).<br />

• Verso 4: é-a (concretas).<br />

• Verso 6: í-e (superficie).<br />

• Verso 8: í-e (invisibles).<br />

• Verso 10: ú-a (curva).<br />

• Verso 12: ú-a (actúa).<br />

• Verso 14: ú-e (luce).<br />

• Verso 16: ú-e (lunes).<br />

• Verso 18: í-e (percibe).<br />

• Verso 20: í-e (mimbre).


La rima, por tanto, es asonante (identidad acústica de los fonemas vocálicos, a partir de la<br />

última vocal tónica) en los versos pares, mientras que los versos impares aparecen sin rima, y<br />

son sueltos. Y su esquema es el siguiente:<br />

-a-a; -b-b; -c-c; -d-d; -b-b.<br />

6. Análisis de la agrupación de versos.<br />

El texto constituye un poema poliestrófico compuesto por cinco coplas.<br />

7. Estructura del texto.<br />

Resumiendo, podemos dedecir las siguientes características:<br />

• El axis rítmico de las estrofas es isopolar, y está situado en la sexta sílaba; tal y como<br />

se señala a continuación, a título de ejemplo, en la primera copla:<br />

El balcón, los cris- t/á-les,<br />

Unos libros, la m/é-sa.<br />

¿Nada más esto? S/í<br />

Maravillas con- cr/é-tas.<br />

[El axis rítmico se constituye, pues, sobre las sílabas tá (de cristales), mé (de mesa), sí<br />

(palabra aguda, que implica añadir una sílaba métrica más al cómputo silábico), cré (de<br />

concretas)].<br />

• Los 20 versos llevan el acento final sobre la sexta sílaba; y, por tanto, son de ritmo<br />

yámbico.<br />

• Las estrofas son isométricas, formadas por versos heptasílabos, y en ellas los versos<br />

pares riman en asonante, mientras que los impares quedan sueltos.<br />

• Es un poema poliestófico compuesto por cinco estrofas, llamadas coplas (y también<br />

cuartetas asonantadas).<br />

Breve comentario explicativo del texto.<br />

Guillén exalta en estos versos la humilde realidad diaria, a través de la cual se manifiesta la<br />

plenitud del Universo. El escritor, sentado en su despacho de trabajo (la alusión a “unos libros, la<br />

mesa” -del verso 2- es muy significativa al respecto), contempla, en un día cualquiera (“hoy<br />

lunes” -verso 16-), la perfección que exhiben las pequeñas cosas que habitualmente le<br />

acompañan: “maravillas concretas” -verso 4- y “material jubiloso” -verso 5- son, en efecto, “El<br />

balcón, los cristales. / Unos libros, la mesa” -versos 1 y 2-; como también lo son el “filo escueto”<br />

-de los libros, verso 9- y la “curva / de asa” de la taza de café -versos 10 y 11-, elementos<br />

cotidianos en los que “la energía / de plenitud actúa” -versos 11 y 12-; y como igualmente lo son


hasta las más modestas realidades: las blancas paredes de su despacho y el sillón en el que se<br />

sienta: “esto es cal, esto es mimbre” -verso 20-. Y, lleno de júbilo, Guillén nos comunica su<br />

actitud entusiasta ante la perfección que revela todo lo creado. De ahí la exclamación admirativa<br />

del verso 13: “¡Energía o su gloria!”<br />

El poema muestra el prodigioso dominio que Guillén tiene del léxico: al empleo de un léxico<br />

abstracto y, en cierto modo, intelectual (“material jubiloso”, “superficie/ manifiesta”,<br />

“átomos / tristes, siempre invisibles”, “la energía / de plenitud”, “Gracia de Aparición”) -léxico<br />

que refleja el convencimiento de Guillén de que no existe un lenguaje preconcebidamente<br />

poético-, se alía en este poema, como procedimiento expresivo más destacado, el uso de<br />

múltiples metonimias (filo escueto/libro, curva de asa/taza, cal/pared, mimbre/sillón), que<br />

evidencian la extremada concisión de que hace gala Guillén. Esa economía expresiva afecta por<br />

igual a todos los planos lingüísticos, y no sólo al léxico-semántico, en el que hay que destacar,<br />

además, la moderación y sobriedad en el empleo de la adjetivación, así como la afortunada<br />

oposición jubiloso/tristes de la estrofa 2: “Material jubiloso / convierte en superficie / manifiesta<br />

a sus átomos / tristes, siempre invisibles”.<br />

De gran sencillez es la estructura métrica del poema: versos heptasílabos agrupados en cinco<br />

coplas, en cada una de las cuales riman en asonante los pares. Y dado que el tipo de métrica<br />

empleado hay que vincularlo con la economía expresiva que es característica de la lengua<br />

poética de Guillén, nos parece conveniente, por su especial interés métrico, reparar expresamente<br />

en el verso 16: es menester hacer una sinéresis en el vocablo real -integrando en una sola sílaba<br />

métrica dos vocales que pertenecen a sílabas fonológicas diferentes- para que, de este modo,<br />

resulten siete sílabas métricas. Por otra parte, los acentos recaen en las sílabas métricas 3, 4, 5 y<br />

6; y, así, al ser antirrítmicos los acentos de las silabas 3 y 5, se obtiene un verso de extraordinario<br />

ritmo acentual: “De-lo-tan-real-hoy-lu-nes”. Y también nos parecen enormemente expresivos los<br />

versos 12, 14 y 20; el 12, por la rima en eco que contienen: /o el-a-mór-de ú-na-cúrva/; el 14<br />

-que, en cierta manera, nos evoca en la memoria un célebre verso gongorino de la Fábula de<br />

Polifemo y Galatea: /infame turba de nocturnas aves/-, por la naturaleza fonética de las sílabas<br />

en las que recaen los acentos: /de-ple-ni-túd-ac-tú-a/; y el 20, porque en él se encuentran seis<br />

sílabas tónicas seguidas, separadas por una pausa interna que coincide con una coma, convertida<br />

en el eje de una bilateralidad formada por "pronombre demostrativo neutro [esto] + verbo<br />

copulativo [es] + nombre (cal/mimbre)", que la estructura rítmica del verso se encarga de<br />

recalcar.<br />

También es sencillo el tipo de sintaxis empleado, en la que se ha prescindido tanto de la<br />

coordinación como de la subordinación. Pero más sorprendente aún si cabe resulta el rigor<br />

geométrico con que Guillén ha estructurado el contenido del poema: el escritor comienza y<br />

termina enumerando las cosas cotidianas -en un claro ejemplo de estilo nominal-; y, entre ambas<br />

enumeraciones, sitúa ese grito de entusiasmo ante el prodigio de la realidad de cada día:<br />

“¡Energía o su gloria!” (verso 13).


Aplicación práctica 2. Análisis de un texto de Gerardo Diego con referencias métricas.<br />

Apoyo léxico.<br />

Revelación<br />

Era en Numancia, al tiempo que declina<br />

la tarde del agosto augusto y lento,<br />

Numancia del silencio y de la ruina,<br />

alma de libertad, trono del viento.<br />

La luz se hacía por momentos mina<br />

de transparencia y desvanecimiento,<br />

diafanidad de ausencia vespertina,<br />

esperanza, esperanza del portento.<br />

Súbito ¿dónde? un pájaro sin lira,<br />

sin rama, sin atril, canta, delira,<br />

flota en la cima de su fiebre aguda.<br />

Vivo latir de Dios nos goteaba,<br />

risa y charla de Dios, libre y desnuda.<br />

Y el pájaro, sabiéndolo, cantaba. [7]<br />

Numancia (verso 1). La antigua ciudad de Celtiberia se hallaba situada en un cerro cercano a la<br />

actual Soria, y se convirtió en una de las principales ciudades del pueblo arévaco y en centro de<br />

la resistencia celtíbera a la conquista romana. La ciudad sufrió varios ataques romanos a lo largo<br />

de nueve años (142-133 antes de Cristo), hasta que Escipión Emiliano, tras largo asedio y con<br />

una fuerza de más de sesenta mil hombres, la tomó por capitulación, aunque muchos arévacos<br />

prefirieron suicidarse antes que caer en manos de los romanos.<br />

Agosto/augusto (verso 2). Con una feliz paronomasia -semejanza entre dos vocablos que no se<br />

diferencian sino por la vocal acentuada en cada uno de ellos-, el poeta establece un juego de<br />

palabras entre el mes, el nombre del emperador romano y la majestad -título que se da a los<br />

emperadores- de agosto. Téngase presente que el poeta está contemplando unas ruinas romanas.<br />

Mina (verso 5). En sentido figurado, “aquello que abunda en cosas dignas de aprecio, o de que<br />

puede sacarse algún provecho o utilidad”; es decir, “filón”, también en sentido figurado.<br />

Breve comentario explicativo del texto.<br />

En este soneto, de incuestionable contenido religioso, Diego nos comunica una experiencia<br />

espiritual próxima al misticismo: contemplando las ruinas de Numancia, en un atardecer<br />

luminoso del mes de agosto, el poeta siente -en maravillosa revelación- la presencia sobrenatural<br />

de Dios. Así interpreta Dámaso Alonso el proceso ascensional que el poeta recorre hasta llegar a<br />

Dios y revelársele su presencia, que anuncia el canto delirante de un pájaro: “Verdadera<br />

ascensión de la poesía, hasta la categoría, desde la anécdota; desde lo vivido en la realidad,


a lo vivido en el prodigio, en la fantasía o en el sueño; desde la tierra humana (y nuestra,<br />

española), hasta la libre voz de Dios.” [8]<br />

Se inicia el soneto con un serventesio que le sirve al poeta para situarse en una doble<br />

coordenada espacial y temporal: en las ruinas de Numancia, y en una lenta tarde de agosto. El<br />

entorno físico de Numancia sugiere un pasado heroico de lucha por la libertad; una Numancia<br />

-en el “hoy” del poeta- reducida a unas silenciosas ruinas batidas por el viento. Y atardece en un<br />

día del mes más luminoso del año; y el poeta juega con la paronomasia agosto/augusto, que<br />

resalta la nobleza onomástica de ese mes -ya que el vocablo agosto deriva, etimológicamente, de<br />

Augustus, renombre del emperador romano Octaviano-. La reiteración de estructuras binarias<br />

(los modificadores directos del verso 2 -adjetivos “augusto y lento”- y modificadores indirectos<br />

del verso 3 -o complementos determinativos “del silencio y de la ruina”-, así como las<br />

aposiciones imaginativas del verso 4 -“alma de libertad, trono del viento”-) difunde por todo el<br />

serventesio cierto aire de equilibrado sosiego.<br />

En el segundo serventesio expresa Gerardo Diego la esperanza de que va a producirse un<br />

acontecimiento excepcional y portentoso, que preludia la luminosidad del atardecer estival: al<br />

clima de serenidad ambiental se añade una atmósfera de claridad total -que subrayan los<br />

vocablos transparencia y diafanidad-. Y, nuevamente, el ritmo pausado y lento del serventesio<br />

se logra por medio de una equilibrada “arquitectura” sintáctica: tres sintagmas nominales<br />

complejos complementan al verbo pronominal “se hacía”, y que ocupan los versos 5-6 (con el<br />

encabalgamiento suave “mina / de transparencia”) , 7 y 8. Extraña y diáfana serenidad ambiental<br />

-algo así como una “expectación cósmica”- que envuelve el ánimo del poeta: el prodigio está<br />

próximo.<br />

Y, de pronto, rompiendo la encalmada armonía, en medio del silencio, y sobre las ruinas que el<br />

viento bate, en contraste con una Numancia que sugiere soledad y muerte, surge el canto vital y<br />

alegre de un pájaro; canto delirante, mezcla de ilusión -“sin lira, / sin rama, sin atril,...”- y<br />

realidad -el pájaro, aun cuando no pueda localizarse su situación exacta, está “ahí”, cantando<br />

febrilmente-; canto que -como afirma el poeta en el verso con que concluye el soneto- trae a su<br />

alma la certidumbre de Dios; y esa “revelación” le hace vibrar emocionado. El terceto adquiere<br />

un ritmo ágil y dinámico, acorde con su contenido.<br />

En el terceto que cierra el soneto, Gerardo Diego expresa, en sorprendentes e intensas<br />

metáforas, cómo la libre voz de Dios, entrañable y amistosa, le cala hasta el tuétano de los<br />

huesos. La “revelación” se ha producido: vida y alegría sobre soledad y muerte. Así es la voz de<br />

Dios que el hombre recibe, vivida como risa y charla [...] libre y desnuda.” Y hacía falta un poeta<br />

-Gerardo Diego- para sabérnoslo comunicar.<br />

Desde una perspectiva métrica, el soneto es técnicamente perfecto; pero ofrece ciertas<br />

novedades respecto del modelo "clásico": en primer lugar, los cuartetos han sido sustituidos por<br />

serventesios (con rimas cruzadas: ABAB, ABAB); y, por otra parte, los tercetos presentan la<br />

rima CCD, E<strong>DE</strong> (empleada, asimismo, en otros célebres sonetos de Alondra de Verdad; como,<br />

por ejemplo, en los titulados “Insomnio”, “Cumbre de Urbión”, etc.).<br />

El siguiente esquema rítmico pone de manifiesto la riqueza acentual del soneto. El acento que<br />

recae en la décima sílaba de los endecasílabos es el estrófico (y de ahí que los acentos en sílaba<br />

par sean rítmicos, y en sílaba impar extrarrítmicos). Los diferentes tipos de acentos (51 en total,<br />

entre rítmicos, extrarrítmicos y antirrítmicos -extrarrítmicos vecinos de uno rítmico-) se indican,<br />

respectivamente, con las letras R, E, A. Los endecasílabos quinto y undécimo son de tipo


sáfico, con acentos en cuarta y octava silabas, además del estrófico en décima; y el sexto sólo<br />

lleva acentos en las sílabas cuarta y décima, aunque la sílaba -ne- (la octava) de la palabra<br />

“desvanecimiento” podría sentirse como tónica.<br />

Verso 1. Sílabas acentuadas: 1 (E), 4 (R), 6 (R), 10.<br />

Verso 2. Sílabas acentuadas: 2 (R), 6 (R), 8 (R), 10.<br />

Verso 3. Sílabas acentuadas: 2 (R), 6 (R), 10.<br />

Verso 4. Sílabas acentuadas: 1 (E), 6 (R), 7 (A), 10.<br />

Verso 5. Sílabas acentuadas: 2 (R), 4 (R), 8 (R), 10.<br />

Verso 6. Sílabas acentuadas: 6 (R), 10.<br />

Verso 7. Sílabas acentuadas: 4 (R), 6 (R), 10.<br />

Verso 8. Sílabas acentuadas: 3 (E), 6 (R), 10.<br />

Verso 9. Sílabas acentuadas: 1 (E), 4 (R), 6 (R), 10.<br />

Verso 10. Sílabas acentuadas: 2 (R), 6 (R), 7 (A), 10.<br />

Verso 11. Sílabas acentuadas: 1 (E), 4 (R), 8 (R), 10.<br />

Verso 12. Sílabas acentuadas: 1 (E), 4 (R), 6 (R), 10.<br />

Verso 13. Sílabas acentuadas: 1 (E), 3 (E), 6 (R), 7 (A), 10.<br />

Verso 14. Sílabas acentuadas: 2 (R), 6 (R), 10.<br />

REPETORIO <strong>DE</strong> ACTIVIDA<strong>DE</strong>S PRÁCTICAS<br />

1. De acuerdo con el modelo ofrecido, efectuar un análisis métrico -y un comentario posterior-<br />

del siguiente poema de Dámaso Alonso, incluido en Oscura noticia:<br />

El niño y la cometa<br />

El niño se sonreía<br />

-mano inhábil, ojo atentoy<br />

la cometa en el viento<br />

(su corazón) se cernía.<br />

Ave, cometa de un día<br />

su corazón soñoliento.<br />

Pues el corazón quería<br />

huir -pero no podía,<br />

pero no sabía- al viento. [7]


2. Analizar, asimismo, desde una perspectiva estilística que incluya el oportuno comentario<br />

métrico, este poema de Manuel Machado:<br />

NOTAS.<br />

'Las Lanzas', de Velázquez.<br />

Es la guerra -humo y sangre- la que hizo<br />

campo de pelear esta campaña,<br />

la que abrió este sendero, la que baña<br />

de rojo el holandés cielo plomizo.<br />

Sobre este campo blando e invernizo<br />

-ya no paisaje, fondo de la hazañala<br />

gloria flota militar de España,<br />

al viento de la suerte, tornadizo.<br />

Arde en el fondo Breda... Su alegría<br />

oculta el vencedor. Y el pecho fuerte<br />

del vencido devora su amargura.<br />

Humana flor de eterna lozanía,<br />

por encima del odio y de la Muerte<br />

la sonrisa de Spínola fulgura. [8]<br />

[1] Para efectuar el análisis métrico de un texto tomamos como referente metodológico el que<br />

propone Antonio Quilis en su libro Métrica española (publicado inicialmente por ediciones<br />

Alcalá -Madrid, 1969; Colección Aula Magna, núm. 20; y reeditado posteriormente por Ariel<br />

-Barcelona, 2004-). Al término de la obra, Quilis realiza un minucioso análisis métrico del<br />

soneto de Federico García Lorca "En la muerte de José de Ciria y Escalante".<br />

[2] Con anterioridad al Romanticismo, los poetas han acudido a otros recursos métricos que<br />

afectan al cómputo silábico, hoy en desuso; bien suprimiendo una sílaba (al principio de palabra<br />

-aféresis-, en el medio -síncopa-, o al final -apócope-), bien añadiéndola (al principio de palabra<br />

-prótesis-, en el medio -epéntesis-, o al final -paragoge-).<br />

[3] De los diferentes tipos de encabalgamiento posibles, el más usual es el sirremático, que tiene<br />

lugar cuando la pausa versal incide en el interior de un sirrema, agrupación de partes de la<br />

oración que no permiten una pausa en su interior. Si la 'fluidez' del verso encabalgante se trunca<br />

con una pausa antes de la quinta sílaba del verso encabalgado, se produce un braquistiquio, por<br />

lo general de gran relevancia expresiva.<br />

[4] Según su distribución, la rima puede ser: continua -consecución de rimas semejantes-,<br />

gemela -consecución de dos rimas semejantes-, abrazada -dos versos con rima gemela<br />

encuadrados entre dos versos que riman entre sí-, y cruzada -dos pares de versos que riman<br />

alternativamente.


[5] La primera condición exigible para que surja una estrofa es la existencia de un axis rítmico,<br />

que afecta a la penúltima sílaba de cada verso, y que permite determinar su esquema acentual -y,<br />

en consecuencia, su ritmo yámbico o trocaico- (factor intensivo), el número de sílabas métricas<br />

de que consta (factor cuantitativo), la inflexión tonal (factor tonal), y la forma de la rima<br />

-perceptible aun cuando el encabalgamiento haga desaparecer la pausa versal- (factor de timbre);<br />

axis rítmico isopolar o heteropolar, según que los versos de la estrofa tengan el mismo número<br />

de sílabas métricas o presenten distinto número de sílabas. Otros requisitos indispensables de la<br />

estrofa son: un número determinado de rimas, con una distribución concreta; una estructura<br />

sintáctica 'cerrada' que concluye precisamente con la pausa estrófica; y un sistema estructurado<br />

de versos, que determina tanto su número y tipo, como el número y la distribución de las rimas.<br />

[6] Jorge Guillén: Cántico, 1 ("Al aire de tu vuelo", I). Barcelona, editorial Seix Barral, 1984.<br />

Colección Obras maestras de la literatura contemporánea, volúmenes 86 y 87.<br />

[7] Gerardo Diego: Alondra de verdad. Madrid, editorial Castalia, 1986. Colección Clásicos<br />

Castalia, 145. [Francisco Javier Díez de Revenga, editor literario].<br />

[8] Dámaso Alonso: La poesía de Gerardo Diego. Desde la altura de su “alondra”. En Poetas<br />

españoles contemporáneos. Madrid, editorial Gredos, 1988, tercera edición aumentada; pág. 253.<br />

Biblioteca Románica Hispánica. II. Ensayos y estudios, 6.<br />

[9] Dámaso Alonso: Oscura noticia. Pozuelo de Alarcón (Madrid), editorial Espasa-Calpe, 1991,<br />

3.ª edición. Colección Nueva Austral, 247.<br />

[10] Manuel Machado: Alma. Madrid, ediciones Cátedra, 1988. Colección Letras Hispánicas,<br />

núm. 283. ["La rendición de Breda", popularmente conocido como "Las lanzas", es un cuadro<br />

pintado por Velázquez en 1635 -lienzo, 3,07 x 3,67-, conservado en la actualidad en el Museo de<br />

El Prado. En él se representa el momento en que Justino de Nassau, gobernador de Breda,<br />

entrega simbólicamente la ciudad a Ambrosio Spínola. (Tras un asesio de diez meses, el 5 de<br />

junio de 1625, los tercios españoles en Flandes obtenían la rendición de la plaza)].

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!