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JUIIA CONDADO<br />
coalcos. Ahí miré películas de Sofía Álvarez, quien me<br />
hizo llorar con Santa, de Tito Guízar, con su Allá en el<br />
rancho grande, y de Jorge Negrete. Desde entonces<br />
me gustó el cine.<br />
Entre semana la vida no era tan divertida. Para mi<br />
mamá yo era su sirvienta. Tendía las camas, lavaba<br />
los trastes, trapeaba la casa, barría el patio y hacía<br />
algunos mandados, como ir por las tortillas o por alguna<br />
cosa a la tienda o al mercado. Mi mamá era extremadamente<br />
limpia, y aunque fuera de tierra el suelo,<br />
decía que había que tenerlo limpio. Además, yo ya<br />
no iba a la escuela, estuve un par de años y por suerte<br />
aprendí a leer y escribir antes de que mi madre me<br />
sacara porque oyó que yo tenía un noviecito entre mis<br />
compañeros. ¿Cuál novio? Sólo eran de esos juegos<br />
de niños que no hacen ningún daño.<br />
El mar y yo estábamos felices hasta que un día se<br />
portó mal conmigo. Ahí empezaron nuestros problemas.<br />
Era otro sábado cualquiera y yo hacía enredados<br />
<strong>narrativa</strong><br />
Junio 2012<br />
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