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<strong>narrativa</strong><br />
Junio 2012<br />
2<br />
GUILLERMO SAMPERIO<br />
Dos textos breves<br />
A cuatro pasos de ti<br />
I.<br />
Quien quiera que seas: cuando cae la noche sales de<br />
tu aposento, donde todo lo sabes, de tu mansión cercana<br />
a la gran mar. Quien quiera que seas, con ojos<br />
cansados, liberas el esfuerzo, elevas, con lentitud, un<br />
árbol corpulento, lo yergues hacia el cielo, solo y recto.<br />
Y tú has hecho el mundo: uno inmenso, como una<br />
palabra que madura en silencio y se va al cosmos. Y<br />
tu pensamiento lo comprende con ternura, tus ojos se<br />
apartan de él. Amo tu desnudez porque así, desnuda,<br />
me bebes con los poros, como hace el agua cuando<br />
entre sus paredes nos sumergimos, quien quiera que<br />
seas. Tu desnudez derriba con su calor mis límites,<br />
me abre las puertas para que te adivine, quien quiera<br />
que seas, me tomas de la mano como a infante extraviado,<br />
quien en ti deja quietas su edad y sus preguntas.<br />
II.<br />
Transeúnte, amar es percibir el propio espíritu a<br />
través del espíritu de la amada. Cuando ella, quien<br />
quiera que sea, se aleja de tu alma es que has perdido<br />
la tuya. Está escrito: “Tengo un amigo, mi tristeza<br />
no tiene amigo.” Así, mis largos años solitarios en mi<br />
casa, intentando regresar a mí mismo y convertir mi<br />
tristeza en un yo más alto. Quien quiera que sea.<br />
III.<br />
Vago horizonte, gestos mojados, tendido fantasma,<br />
nos invierte el lirio.<br />
Otoño, celeste puro, exaltado, entre nubes de viento,<br />
aleteando.<br />
Duerme el pueblo. ¿Es ello cierto bajo esta luz casi<br />
nevada de un jardín algodonoso que flota, se abre, y<br />
se cierra sobre calles solas en una fantasía tan infantil<br />
de pura, quien quiera que seas? Grandes cisnes efímeros<br />
sobre un sueño de cal y follajes.<br />
IV.<br />
La noche pálida tiembla con una inquietud secreta.<br />
Tanto jazmín, no obstante, y azahares tantos, a tus<br />
pies. Alma de los tapiales y de mis veredas, ¿quizás?<br />
Allá, hacia el fervor plateado del río, ¿será otro tu<br />
sentimiento? Soledad de azucenas tienes, hacia el<br />
vapor celeste de las islas, quien quiera que seas. Otra