Descargar libro en PDF - Biblioteca Digital Leonesa

ción. Cogió el zumo y se sentó al lado de Wolf. “Te acompaño.
Estás muy triste”, dijo. Mi amigo pensó: “Esta es una niña bien
que está aburrida (las nórdicas siempre le parecieron que tenían
aspecto de niñas pijas), o un putón verbenero que viene a nego-
ciar”. Ninguna de las dos cosas. Charlotte trabajaba como ana-
lista de sistemas en la AB Svenska Kullagerfabriken, o sea, en
una fábrica de rodamientos de bolas, y dedicaba todo su tiempo
libre al ecologismo. Era vicepresidenta de ADAPGÖ,
Asociación para la defensa de la abubilla paticorta de Götaland.
No vean el ardor que ponía en la protección del insectívoro.
Así, entre zumos una y snaps otro, fueron contándose sus
vidas al tiempo que Wolf iba intuyendo la orografía íntima de la
rubísima y comenzaba a olvidarse del fin por el que llegó a la
tabernilla. Principalmente cuando le invitó a su apartamento.
Llegaron. Wolf atacó rápidamente. Ella, sorprendida por la
velocidad, le dijo que sosegara (las suecas, mucho, mucho, pero
primero a lo suyo). “Antes tengo que explicarte bien los propó-
sitos de ADAPGÖ”. Y se los explicó. Un ladrillazo de dos horas
y media iniciándole en los peligros que corrían las pobres abubi-
llas y la desidia e inhibición gubernamental ante tal desgracia.
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Jesús María Cantalapiedra