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2 21 Jesús María Cantalapiedra AZAFATA DE ALTOS VUELOS Hace muchos años, cuando en España se empezó a volar esporádicamente, utilizar el avión era signo de distinción y esta- tus. O así lo pensaban los viajeros. Las familias, a la vuelta de vacaciones, se hacían fotos descendiendo por las pequeñas esca- leras poniendo cara de gente importante. El documento gráfico se colocaba en el álbum junto con las fotografías de la boda o la primera comunión de Paquitín. Arriba, la tripulación, gente guapa muy sonriente, sin cara de aburrimiento, despedía a los viajeros. Ya en el interior del aeropuerto te recibían parentela y amigos como si volvieras de otro mundo. Abrazos, alguna lagri- mina. “Cuidado con las maletas, que son nuevas”, se oía. Las relucientes maletas y el inevitable maletín fin de semana, se compraban para la ocasión. “Que sean buenas. Vamos en avión
La vuelta de W olf a Málaga”. En alguna óptica llegué a ver un anuncio muy curio- so: “Gafas especiales para aeropuertos”. Horas antes de la llega- da, con mal disimulado orgullo, papá, mamá, suegras y cuñados habían comentado a los vecinos: “Vamos a esperar a Pepe y Encarni. Vienen en avión”. En verdad, era muy distinto el trato recibido en los aviones que el del coche de línea de Veguellina o Alpedrete. Aún no se había comenzado a tratar a latigazos al via- jero. Todavía no se perdían los equipajes. Incluso, existía pun- tualidad. Otro tema era el de las azafatas. Medían 1,70, eran rubias, habían estudiado tres idiomas (español también, pero poco) en colegios privados para gente bien, muy bien. Todas parecían hijas de cónsules o agregados de embajada (o lo eran). No sabían coger la bandeja con soltura, pero se les perdonaba. Las de hoy, con más formación que las pioneras, sin embargo, te dan tralla a modo. Actualmente han cambiado las tornas. En los coches de línea te ofrecen café, refrescos, revistas del corazón, prensa diaria y el culebrón de las cuatro. Y te sonríen, cosa que es de agradecer en los tiempos que corren, cuando a todo el mundo parece que le duele el trigémino, lo cual, cada uno de los miembros del quinto par craneal. 22
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