Historia en Imagenes (II) - Ayuntamiento de Alcolea de Calatrava

Gracias a artistas como él, algunos retratos tan fabulosos y entrañables
como los que aparecen en estas páginas, en fondos de telón grisáceo,
en recreaciones de ambientes lujosos con muebles pretenciosos, columnas,
atriles o rocas de papel maché, han pasado a formar parte de las pequeñas
colecciones fotográficas de cada familia; pequeños tesoros guardados
cuidadosamente en cómodas, baúles, latas decoradas o cajas de cola-cao:
preciados tesoros de la memoria.
Pero los estudios fotográficos no eran el único medio que tenían
los alcoleanos para conseguir un buen retrato. En la posguerra, como ya
había sucedido anteriormente, una multitud de fotógrafos ambulantes,
aprovechándose de las mejoras en las redes de caminos y en las comunicaciones,
recorrió con sus bestias durante años esta tierra de campo y sudor
en la que nuestros abuelos levantaron pueblos y ciudades, e inmortalizó con
su mirada de cristal a quienes tanto tenían que recordar. Fotografías arropadas
de naturalidad y austeridad, despojadas de boato y postín. Sobriedad
manchega y cervantina. Fotografías alejadas de toda retórica o artificio, de
un tiempo en el que el fotógrafo aún no había sentido la tentación actual del
engaño o la impostura.
Fotógrafos de estudio y ambulantes, conocidos y anónimos, personas
que nos legaron el arte y la memoria, maestros sin palabras, este escrito
es también en cierta forma un recuerdo para ellos que tanto nos hicieron
recordar. A todos gracias por obrar el milagro de la imagen deseada, imágenes
verdaderas y sinceras registradas con esa sensibilidad tan particular
que las hace mágicas; gracias por permitirnos contemplar, aunque sea en
un simple papel, aunque sea en blanco y negro, cómo fueron y cómo son
nuestros seres más queridos; es algo que transforma y fascina.
“La fotografía aporta una exactitud tan completa que, cuando
menos, agrada al corazón y llena de satisfacción la memoria”
(A. Claudet, 1865).
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A mis abuelos.
Rubén Carretero Moreno.