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México y el mundo contemporáneo - Escuela Normal Superior

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Conforme a este proyecto de civilización, no<br />

queda más remedio que aceptar que <strong>México</strong><br />

es un país atrasado y subdesarrollado. Y peor<br />

todavía: que lo será cada día más, si la<br />

distancia que nos separa de los países<br />

desarrollados de occidente continúa<br />

agrandándose, como es y ha sido la<br />

tendencia. Cada vez resulta más difícil<br />

imaginar cómo diablos vamos a llegar a ser un<br />

país de punta. Y, naturalmente, es <strong>el</strong> <strong>México</strong><br />

profundo, los indios, los campesinos, los<br />

marginados urbanos, los que encarnan de<br />

manera evidente <strong>el</strong> atraso y <strong>el</strong> subdesarrollo<br />

d<strong>el</strong> país. Las razones pueden discutirse: para<br />

algunos será exclusivamente la explotación a<br />

que están sujetos esos grupos, la que<br />

explique su no participación en <strong>el</strong> <strong>México</strong> “ en<br />

vías de desarrollo”; para otros la causa es la<br />

flojera, la ignorancia y la falta de iniciativa de<br />

quienes integran esos sectores. En <strong>el</strong> primer<br />

caso se señala un hecho cierto, la explotación<br />

sistemática, multifacética y brutal d<strong>el</strong> <strong>México</strong><br />

profundo, pero se extrae una conclusión<br />

apresurada porque se deja de lado otro hecho<br />

fundamental: la existencia de una civilización<br />

diferente, que cuestiona la suposición de que,<br />

atenuada o erradicada la explotación, los<br />

integrantes de estos grupos adoptarían, sin<br />

más <strong>el</strong> proyecto occidental d<strong>el</strong> <strong>México</strong><br />

imaginario. Por eso esta manera de analizar la<br />

situación d<strong>el</strong> <strong>México</strong> profundo es también<br />

occidental y conduce a un proyecto<br />

sustitutivo: porque no admite más futuro que<br />

<strong>el</strong> que se deriva d<strong>el</strong> proyecto civilizatorio<br />

occidental. La segunda manera de entender <strong>el</strong><br />

problema hace lo mismo, pero de manera<br />

hipócrita y más ingenua: <strong>el</strong>imina d<strong>el</strong> análisis<br />

<strong>el</strong> problema de la explotación y no sólo le<br />

niega futuro a la civilización mesoamericana<br />

sino que le atribuye las causas d<strong>el</strong> “atraso” de<br />

quienes participan de <strong>el</strong>la.<br />

Por uno y otro camino, y por las veredas<br />

intermedias, se llega a la misma conclusión:<br />

hay que generalizar <strong>el</strong> proyecto d<strong>el</strong> <strong>México</strong><br />

imaginario, lo que implica la sustitución de las<br />

culturas afiliadas a la civilización<br />

mesoamericana.<br />

Hoy, tras la quiebra de la ilusión, la<br />

reformulación d<strong>el</strong> proyecto sustitutivo tendría<br />

que hacerse con muchas limitaciones y<br />

vergonzantes ajustes. Hasta <strong>el</strong> momento, las<br />

acciones gubernamentales se encaminan en<br />

ese sentido, en tanto que otros pormotores y<br />

beneficiarios d<strong>el</strong> <strong>México</strong> imaginario dudan<br />

entre sumarse a ese empeño o buscar<br />

alternativas y seguridad personal en otra<br />

parte. La previsible agudización de la crisis en<br />

sus aspectos económicos y políticos ac<strong>el</strong>eraría<br />

la definición de posiciones entre quienes se<br />

obstinan en no ver otro camino que <strong>el</strong><br />

señalado por <strong>el</strong> proyecto sustitutivo de corte<br />

occidental.<br />

Habrá quienes, sin abandonar las directrices y<br />

los objetivos fundamentales d<strong>el</strong> proyecto<br />

anterior, insistan en que puede convertirse en<br />

un proyecto nacional, mestizo. En apariencia,<br />

se renuncia aquí a la sustitución, se admite<br />

que hay valores positivos en la civilización<br />

mesoamericana que deben incorporarse al<br />

proyecto nacional y se postula la fusión de<br />

civilizaciones como la vía para crear una<br />

auténtica cultura nacional (y, por tanto, un<br />

proyecto nacional legítimo y viable). En<br />

páginas anteriores he intentado mostrar la<br />

falacia de lo que se ha llamado la cultura<br />

mexicana “mestiza”; no insistiré en ese punto.<br />

Pero sí conviene recordar que la integración<br />

de dos o más culturas distintas para formar<br />

una nueva es un proceso posible, pero de muy<br />

larga duración histórica. Los factores que<br />

conducen a la cristalización de una nueva<br />

cultura no están sujetos a la voluntad de los<br />

individuos sino que resultan de amplios<br />

procesos sociales en los que intervienen<br />

sucesivamente varias generaciones. La fusión<br />

de las culturas y civilizaciones que coexisten<br />

en <strong>México</strong> puede ocurrir, pero lo seguro es<br />

que no ocurrirá en un futuro previsible y,<br />

desde luego, no será <strong>el</strong> resultado de un<br />

decreto nide las acciones de una o dos<br />

generaciones.<br />

En <strong>el</strong> fondo, tras muchas de las iniciativas y<br />

actividades encaminadas a reforzar <strong>el</strong><br />

proyecto de una cultura nacional mestiza, lo<br />

que hay es <strong>el</strong> intento de aceitar la maquinaria<br />

de imposición y expansión d<strong>el</strong> <strong>México</strong><br />

imaginario. Se trata de remover obstáculos<br />

demasiado evidentes haciendo ciertas<br />

concesiones, más de forma que de fondo, a la<br />

práctica cultural real d<strong>el</strong> <strong>México</strong> profundo y de<br />

maquillar con un poco de color local la<br />

evidente condición occidental d<strong>el</strong> proyecto<br />

imaginario. El problema central sigue siendo<br />

<strong>el</strong> mismo: la incapacidad para reconocer y<br />

aceptar al otro, que en este caso es la otra<br />

civilización, la mesoamericana. Sin <strong>el</strong><br />

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