Primeras Páginas de Los amigos que perdí - Prisa Ediciones
Primeras Páginas de Los amigos que perdí - Prisa Ediciones
Primeras Páginas de Los amigos que perdí - Prisa Ediciones
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
uen camarero: me <strong>de</strong>spedirían enseguida. Pero tú ibas y<br />
venías, sonriente y profesional, y saltaba a la vista <strong>que</strong> los<br />
clientes se <strong>de</strong>rretían por ti, sobre todo los hombres, <strong>que</strong><br />
te <strong>de</strong>jaban generosas propinas, y <strong>que</strong> ninguna <strong>de</strong> los otras<br />
camareras, con las <strong>que</strong> hablabas en tu co<strong>que</strong>tísimo inglés,<br />
podía igualar esa combinación tuya <strong>de</strong> belleza y eficiencia.<br />
Qué orgulloso me sentí viéndote trabajar así, duro y<br />
parejo, sin <strong>que</strong>jarte, sonriendo a cada cliente, guardando<br />
las propinas con aire distraído, sin mirar nunca los<br />
billetes. La gente <strong>que</strong> estaba allí almorzando no sabía<br />
<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> venías, pero yo sí. Yo sabía <strong>que</strong> creciste en una<br />
familia con dinero, <strong>que</strong> fuiste al colegio más exclusivo <strong>de</strong><br />
la ciudad, <strong>que</strong> —como yo— siempre tuviste empleadas y<br />
empleados a tu servicio, <strong>que</strong> fuiste entrenada para vivir<br />
como una princesa y no para fatigarte como camarera.<br />
Sin embargo, y solo por orgullo, para no vivir <strong>de</strong>l dinero<br />
<strong>que</strong> te enviaba tu padre —pues esa plata la ahorrabas en<br />
el banco, pensando <strong>de</strong>volvérsela algún día con una gran<br />
sonrisa <strong>de</strong> triunfadora—, estabas trabajando ahora como<br />
camarera, y vaya si lo hacías bien. Me embriaga una sensación<br />
dulzona cuando te recuerdo preguntándome en<br />
inglés, con una media sonrisa, si <strong>de</strong>seaba té o café. Te<br />
<strong>de</strong>seaba a ti. Debí pararme, llevarte <strong>de</strong> la mano a la cocina<br />
y darte un beso lento —como los <strong>que</strong> tú me enseñaste.<br />
No importa <strong>que</strong> nunca más me ofrezcas, con tu mandil<br />
y tu libreta, un postrecito más. Bastó con a<strong>que</strong>lla tar<strong>de</strong>.<br />
Nunca mejor atendido, Melanie.<br />
No permitiste a<strong>que</strong>lla vez <strong>que</strong> me alojara en un<br />
hotel. Me pediste <strong>que</strong> me <strong>que</strong>dase en tu <strong>de</strong>partamento.<br />
Me sorprendió <strong>que</strong> vivieras en un lugar tan pe<strong>que</strong>ño y<br />
oscuro, <strong>de</strong>sprovisto <strong>de</strong> todo encanto. Tampoco me <strong>de</strong>jaste<br />
dormir en el sofá. Me sentí feliz cuando me dijiste <strong>que</strong><br />
29