10.05.2013 Views

Primeras Páginas de Los amigos que perdí - Prisa Ediciones

Primeras Páginas de Los amigos que perdí - Prisa Ediciones

Primeras Páginas de Los amigos que perdí - Prisa Ediciones

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

pocos días <strong>de</strong> mi partida. Tiempo <strong>de</strong>spués me contaste<br />

<strong>que</strong> él no te había llamado cuando estuve allá contigo<br />

por<strong>que</strong> pensaba <strong>que</strong> nosotros éramos todavía, en cierto<br />

modo, una pareja. Veámoslo entonces así: hice bien en<br />

partir. Por<strong>que</strong> tú te enamoraste <strong>de</strong> Eric —ese chico tan<br />

dulce <strong>que</strong> te saludó fugazmente una tar<strong>de</strong> en <strong>que</strong> el sol<br />

resplan<strong>de</strong>cía y yo todavía cojeaba por las ampollas y tú,<br />

en shorts y un polito, lucías perfectamente adorable— y<br />

Eric resultó siendo, al menos hasta ahora, el hombre<br />

<strong>de</strong> tu vida. Y por<strong>que</strong> yo me atreví a escribir en Madrid,<br />

más concretamente en la sección infantil <strong>de</strong> la biblioteca<br />

pública <strong>de</strong>l Retiro —ya sabes <strong>que</strong> me refugié entre libros<br />

y dibujos para niños por<strong>que</strong> a media mañana, cuando<br />

llegaba a la biblioteca, el área infantil estaba <strong>de</strong>sierta, y<br />

a<strong>de</strong>más tenía cierto morbo rumiar en un ambiente tan<br />

inocente mis historias fracasadas. Me preguntaste hace<br />

años: ¿Por qué siempre te vas cuando más te necesito? Yo te<br />

pregunto hoy: ¿Nunca me vas a perdonar?<br />

Te llamaba a menudo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Madrid. Rara vez te<br />

encontraba. Solía <strong>de</strong>jar mensajes en tu contestador.<br />

Temía convertirme en un intruso, en un fastidio, en<br />

otro Brian. Te llamaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una cabina <strong>de</strong> la Telefónica,<br />

en la Gran Vía. No era un lugar propicio para la<br />

cali<strong>de</strong>z. Usaba esos teléfonos públicos —teléfonos <strong>que</strong><br />

olían— por<strong>que</strong> era más barato <strong>que</strong> llamarte <strong>de</strong>l hotel.<br />

Sentado en una cabina individual, ro<strong>de</strong>ado por pare<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> vidrio por las cuales se filtraban ecos y rumores <strong>de</strong><br />

otras conversaciones, contemplando los rostros <strong>de</strong>sesperados<br />

<strong>de</strong> inmigrantes pobres, hablaba <strong>de</strong>prisa contigo, te<br />

preguntaba cuatro cosas, mentía para contentarte —sí,<br />

había hecho <strong>amigos</strong>; sí, estaba escribiendo mucho; sí, me<br />

sentía feliz en Madrid—, te rogaba <strong>que</strong> vinieras a visi-<br />

40

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!