10.05.2013 Views

Primeras Páginas de Los amigos que perdí - Prisa Ediciones

Primeras Páginas de Los amigos que perdí - Prisa Ediciones

Primeras Páginas de Los amigos que perdí - Prisa Ediciones

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Melanie? Me abruma pensar <strong>que</strong> fue así. Merecías algo<br />

mejor. Sabes <strong>de</strong> mi infinita torpeza como amante. Sabes<br />

también <strong>de</strong> la infinita ternura <strong>que</strong> me inspiraste. En todo<br />

caso, tú fuiste la primera mujer a la <strong>que</strong> amé —en el corazón<br />

y también ahí abajo, don<strong>de</strong> se pier<strong>de</strong> el control—.<br />

Por eso nunca te voy a olvidar. Ahora nos veo sentados en<br />

una mesa <strong>de</strong> un café solitario <strong>de</strong> Camacho. Tras recordar<br />

tu acci<strong>de</strong>nte y pasar por la fatídica esquina, viste a media<br />

cuadra ese café y <strong>de</strong>cidiste <strong>que</strong>, así <strong>de</strong>solado como se veía,<br />

parecía un lugar propicio para comer algo y hacernos<br />

confi<strong>de</strong>ncias. Ya era <strong>de</strong> noche. Tocaba un pianista <strong>de</strong> aire<br />

triste. Se paseaba sobre las mesas <strong>de</strong>siertas un gato negro<br />

—tú y los gatos, Melanie, tú siempre ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> gatos<br />

mimados—. Detrás <strong>de</strong> la caja registradora, una mujer<br />

joven bostezaba. Había escuchado el rumor <strong>de</strong> <strong>que</strong> la<br />

dueña <strong>de</strong> ese café era una escritora lesbiana. Pedimos<br />

jugos y ensaladas. Me contaste <strong>de</strong> Eric —qué ilusión<br />

tenías <strong>de</strong> <strong>que</strong> te visitara pronto: me confesaste <strong>que</strong> nunca<br />

habías estado tan enamorada—, te conté <strong>de</strong> Mar. Entonces<br />

me sorprendiste. Hablando <strong>de</strong> tus amigas limeñas<br />

<strong>que</strong> no habían cambiado y seguían igualitas y solo pensaban<br />

en casarse con un millonario y tener hijos <strong>de</strong> revista<br />

y sudar todas las mañanas en el gimnasio hasta <strong>que</strong>mar<br />

con rabia esos últimos kilitos <strong>de</strong> grasa y <strong>de</strong>spués sentirse<br />

regias comprando en el Jockey Plaza los días <strong>de</strong> semana<br />

—por<strong>que</strong> los fines <strong>de</strong> semana inva<strong>de</strong> el pueblo y hay <strong>que</strong><br />

salir corriendo—, me contaste <strong>de</strong> pronto, con una extraña<br />

seguridad, <strong>que</strong> las i<strong>de</strong>as feministas habían cambiado<br />

<strong>de</strong> un modo radical tu manera <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r las cosas, <strong>de</strong><br />

ver el mundo, <strong>de</strong> mirarte a ti misma. Mencionaste escritoras<br />

feministas <strong>que</strong> yo solo conocía <strong>de</strong> nombre; citaste<br />

libros <strong>que</strong> no había leído y sé <strong>que</strong> nunca leeré —y te pido<br />

51

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!