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Primeras Páginas de Los amigos que perdí - Prisa Ediciones

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sistema viciado <strong>de</strong> injusticias y <strong>que</strong> la sociedad <strong>de</strong> consumo<br />

estaba en franca <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia. Pero te digo ahora mi<br />

opinión, aun a riesgo <strong>de</strong> contrariarte: si sigues pensando<br />

<strong>que</strong> el capitalismo es malo, sospecho <strong>que</strong> estás equivocada.<br />

Yo no he leído a Friedman, a Mises ni a von Hayek, y<br />

mucho menos a Adam Smith —apenas tengo tiempo <strong>de</strong><br />

hojear la prensa <strong>de</strong>l corazón y ya me da sueño—, pero sé<br />

bien —créeme esta vez— <strong>que</strong> el capitalismo, con todas<br />

sus imperfecciones, es una maravilla, y <strong>que</strong> los países más<br />

libres y prósperos —por ejemplo, los Estados Unidos, el<br />

formidable país en el <strong>que</strong> tenemos la suerte <strong>de</strong> vivir— han<br />

alcanzado esos niveles <strong>de</strong> libertad y prosperidad gracias a<br />

la innegable eficacia —y superioridad moral— <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>mocracia y la economía <strong>de</strong> mercado, dos sistemas <strong>que</strong>,<br />

bien mirados, son caras <strong>de</strong> una misma moneda: la supremacía<br />

<strong>de</strong> la libertad individual, a<strong>que</strong>lla sagrada libertad<br />

<strong>que</strong> hoy te permite vivir tu feminismo radical en Nueva<br />

York y a mí, escribir malamente en una isla vecina a<br />

Miami. Te pido perdón ahora por esta parrafada. No<br />

<strong>que</strong>ría aburrirte. Odio las discusiones políticas. Solo <strong>que</strong>ría<br />

<strong>de</strong>cirte <strong>que</strong> celebro —y admiro— tu conversión al<br />

feminismo, y <strong>que</strong> encuentro contradictorio amar a Nueva<br />

York —como sé <strong>que</strong> la amas tú— y al mismo tiempo criticar<br />

el capitalismo —<strong>que</strong> es la esencia misma <strong>de</strong> esa ciudad,<br />

el sistema <strong>que</strong> la ha hecho florecer—. ¿Sigues siendo<br />

feminista, Melanie? Sospecho <strong>que</strong> sí. ¿Te sigues <strong>de</strong>clarando<br />

anticapitalista? Por favor dime <strong>que</strong> no. Qué ganas<br />

tengo ahora <strong>de</strong> verte, escucharte y hacerte mil preguntas.<br />

Pero tú, chica mala, me con<strong>de</strong>nas al silencio. Ya verás,<br />

seguiré escribiéndote porfiadamente mi amor incondicional<br />

—incluso si te haces comunista te seguiré <strong>que</strong>riendo—<br />

hasta <strong>que</strong> un día, rendida, <strong>de</strong> nuevo sonriente, me<br />

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