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En anarquía - Camille Pert - del Kolectivo Conciencia Libertaria

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“<strong>En</strong> <strong>anarquía</strong>” de <strong>Camille</strong> <strong>Pert</strong><br />

Dios murió para resucitar en seguida… él, el Dios mío, que no era más que un hombre, que<br />

vivió para todos, ha muerto… muerto para siempre… para el mundo… para la universidad de<br />

los seres que sufren… sus hermanos!...<br />

– ¡Qué lástima de taquígrafo! exclamó Bergés.<br />

La mujer, conmovida, con su flaco pecho palpitante, se sentó; había hablado menos para el<br />

auditorio que para alivio propio, y se inclinó sobre el papel sin prestar ya atención a lo que se<br />

decía.<br />

– ¿Quién es esta señora? preguntó el cura a Emilio.<br />

– Constancia Parandier, contestó aquél brevemente.<br />

El otro hizo un gesto.<br />

– ¡Ah! la conferenciante célebre, la antigua querida de aquel apóstol de los andrajosos, que<br />

murió guillotinado…<br />

– Hay malos curas, convenido. Los conventos han de regenerarse: el espíritu de lucro y de<br />

hipocresía se introduce por todas partes… Hay mucho que derribar en la Iglesia como en la<br />

sociedad… pero Dios permanece inmutable, inmenso, única estrella guía <strong>del</strong> hombre.<br />

¡Desgraciados aquellos que se separan de su guía!...<br />

Emilio se sulfuró de repente:<br />

– ¡Dios!... ¿dónde está? ¿en el cielo? ¡Y qué nos importa el cielo? Estamos en la tierra, y no<br />

hay más que la tierra que nos interese… No son goces espirituales lo que queremos para el<br />

porvenir… ¡Queremos llenar nuestro estómago, que nuestro corazón ande caliente, que<br />

nuestros miembros no sean mortificados por tareas excesivas, ni nuestra salud arruinada por<br />

trabajos malsanos!... ¡Queremos gozar de nuestra razón, de nuestros conocimientos…<br />

Queremos ser uno, como cada uno de tantos otros que sólo porque han nacido burgueses<br />

tienen una plaza al sol! ¿Dios? ¡No le necesitamos! ¡Qué nos importa un después, siempre que<br />

el cuerpo y la inteligencia hayan gozado de todo lo que se puede gozar en la vida!<br />

Un engaño, su existencia <strong>del</strong> más allá es una píldora dorada para los necios, exclamó la voz<br />

rara de Bergés. Es muy cómodo permitir que el pobre vaya descalzo por el lodo con el<br />

estómago vacío, el cráneo golpeado por el sufrimiento, los ojos fijos sobre la nada, allá abajo…<br />

siempre muy lejos, ¡allá! ¡allá!... ¿Y después qué?... Siempre se puede prometer;<br />

¡afortunadamente para los embusteros, los muertos de hambre no vuelven a decir que aquello<br />

es una mentira!...<br />

El cura hizo gesto de espanto.<br />

– Supongamos que todo es un error y una mentira… Si se ha creído con fe, si la luz de la<br />

esperanza ha iluminado toda una vida de sufrimientos, convengan en que es precioso. ¡La<br />

felicidad sobre la tierra; desgraciados!... ¿dónde se encuentra? No, no suprimirán la<br />

enfermedad, ni la pena, ni el dolor… pero se sumergirán en la gehenna, bajo el ojo fijo de Dios<br />

por toda la eternidad, y adorarán su mal, a semejanza de los mártires de otro tiempo, que<br />

ensanchaban sus heridas y veían correr su sangre con alegría.<br />

La apertura de la puerta hizo volver las cabezas. Un hombre, joven aún, de fisonomía<br />

inteligente, vestido como un contramaestre, acababa de entrar.<br />

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