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El pasaje es el espacio paradigmático que permite en París, en las primeras<br />

décadas del siglo XIX, consumir el espacio público como un<br />

espectáculo. Es una calle comercial (en el primer piso se encuentran los comercios,<br />

en el segundo las viviendas de particulares) inicialmente al aire<br />

libre. Posteriormente, queda techada con materia<strong>les</strong> transparentes, para dejar<br />

pasar la luz solar. Bien entrado el siglo XIX nacen las galerías, edificios ya<br />

diseñados para contener cal<strong>les</strong> comercia<strong>les</strong> interiores. En París fueron edificados<br />

muchos pasajes, entre ellos el Passage Choiseul, el Passage du Pont-<br />

Neuf, el Passage des Panoramas, el Passage du Caire y el Passage de<br />

l’Opera 6 . Diversos escritores y artistas los representaron. Por ejemplo, en las<br />

novelas de Balzac aparece el Grand Palais – actualmente desaparecido – en<br />

diversas ocasiones. Por su parte, el gran fotógrafo Eugène Atget fotografió,<br />

con una ambientación fantasmagórica, la decadencia de algunos de estos<br />

pasajes parisinos a fina<strong>les</strong> del siglo XIX e inicios del siglo XX.<br />

No es imprescindible que el flâneur sea un observador situado en los<br />

espacios exteriores abiertos de la ciudad para que capte, por medio del<br />

espionaje visual o auditivo, el ‘bullir’ de la vida urbana. También cabe llamar<br />

al individuo que observa el mundo desde su casa flâneur de puertas adentro.<br />

La observación de la ciudad puede realizarse desde el interior de cualquier<br />

habitación con ventanas hacia el exterior. Recuérdese el caso del voyeur que,<br />

desde las terrazas y con un par de prismáticos, se dedica a registrar la ciudad; o<br />

el voyeurismo barrial desde la ventana, cuyo ejemplo más famoso, en la<br />

memoria cinematográfica, se encuentra en la película La ventana indiscreta,<br />

de Alfred Hitchcock.<br />

El flâneur no sólo consume el espacio público desde el placer estético.<br />

También lo puede criticar. Reducir la actividad del flâneur al consumo (del<br />

tipo que sea, visual o comercial) supone despreciar las funciones que ha<br />

ejercido en los últimos 150 años y la riqueza de actividades que puede desplegar.<br />

El hecho de que el flâneur nazca en el contexto de la<br />

mercantilización del espacio urbano público y de que parte de su actividad<br />

de exploración de la ciudad se desarrolle en zonas comercia<strong>les</strong> no implica<br />

que su actividad, exclusivamente, sea la contemplación elogiosa y/o compra<br />

de mercancías expuestas en escaparates. En tal reduccionismo pueden caer<br />

investigadores como Néstor García Canclini (1995: 97), quien considera que<br />

“‘flanear’ los itinerarios urbanos es un modo de entretenimiento asociado a<br />

la mercantilización moderna y a su espectacularización en el consumo.” El<br />

flâneur nace en un contexto mercantil, pero no es una figura necesariamente<br />

6<br />

El libro de Delorme y Dubois (2002) ofrece un recorrido completo por los pasajes cubiertos<br />

parisinos.<br />

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