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ninguna atención. Pero si de pronto uno de esos transeúntes levanta la cabeza,<br />

el observador es observado a su vez, el cazador cazado.”<br />

El trapero, común en las representaciones cultura<strong>les</strong> durante todo el siglo<br />

XIX, ha sido considerado, desde el costumbrismo, como una alegoría del<br />

periodista flâneur. Su apogeo está motivado por la industrialización naciente<br />

en el siglo XIX que no sabía que hacer con los desechos y los excedentes:<br />

“Los traperos aparecieron en mayor número en las ciudades desde que los<br />

nuevos procedimientos industria<strong>les</strong> dieron a los desperdicios cierto valor.<br />

Trabajaban para intermediarios y representaban una especie de industria<br />

casera que estaba en la calle.” (Benjamin, 1972: 31). Su figura, que supone<br />

la estetización de la Otredad marginal, ha sido analizada por Cuvardic<br />

(2007) y Escobar (2000). En esta alegoría, el bastón de punta metálica es<br />

una metáfora de la pluma del escritor, mientras que el saco representa el<br />

periódico. De la misma manera que en este último todo queda nivelado (trapos,<br />

cartón, ediciones lujosas o baratas de libros desechados), lo mismo<br />

sucede en las páginas del periódico: política interior se encuentra al lado de<br />

espectáculos, cultura al lado de deportes… Además, se pueden equiparar los<br />

materia<strong>les</strong> que usan los traperos y los periodistas. El escritor ya no salva los<br />

desechos del olvido y de la destrucción, como hace el trapero, sino las efímeras<br />

y transitorias imágenes de la modernidad (Gilloch, 1996: 166). El<br />

trapero también se puede asumir como alegoría del científico social materialista<br />

(sobre todo del historiador), quien, al analizar los objetos producidos<br />

por la industria, toma conciencia de la rápida obso<strong>les</strong>cencia de las mercancías<br />

previamente promovidas bajo el discurso utópico del progreso capitalista.<br />

Gilloch (1996: 165), en su reflexión sobre el papel alegórico que ocupa el<br />

trapero en el pensamiento de Benjamin, declara que es un arqueológico urbano<br />

que desentierra las mercancías pasadas de moda para revelar la<br />

‘verdad’ de las nuevas, el hecho de que algún día quedarán anticuadas.<br />

Por su parte, el coleccionista ‘tradicional’ no es una figura callejera, aunque<br />

su labor intelectual guarda similitudes con el flâneur: ordenar y<br />

clasificar. El escritor, por ejemplo, colecciona tipos socia<strong>les</strong> que después<br />

representará en su escritura.<br />

También han sido comparadas las figuras del flâneur y del detective. Se<br />

considera al flâneur, más que todo, como un proto-detective (ver apartado<br />

dedicado a El hombre de la multitud). Al analizar las definiciones que tiene<br />

el flâneur en Benjamin, Ferguson (1994b: 134) asimila ambas figuras; perfila<br />

al flâneur detective, que tiene una comprensión de la ciudad como<br />

espacio inquietante y peligroso, pero que también está capacitado para interpretar<br />

sus signos con seguridad y rápidamente. Ahora bien; considero, por<br />

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