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Leopoldo Alas Clarin - La Regenta - v1.0 - Bibliotecas Públicas

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na los pecados de que la conciencia acusa a<br />

todos. Don Álvaro estará prohibido, sea Dios<br />

como sea. El mal es el mal de todas suertes.<br />

Eso sí, se decía la <strong>Regenta</strong>, que encontraba<br />

consuelo en esta resolución; aunque la fe<br />

caiga, yo seguiré combatiendo esta pasión<br />

de mis sentidos, que seguirá siendo mala…»<br />

Empezó a notar que el templo solitario no<br />

excitaba su devoción; aquellas paredes frías,<br />

aquella especie de descanso de los santos a<br />

las horas en que cesa la adoración, le recordaban<br />

por extrañas analogías que establecía<br />

el cerebro, enfermo acaso, le recordaban la<br />

fatiga de los reyes, la fatiga de los monstruos<br />

de ferias, la fatiga de cómicos, políticos<br />

y cuantos seres tienen por destino darse en<br />

público espectáculo a la admiración material<br />

y boquiabierta de la necia multitud… <strong>La</strong> iglesia<br />

sin culto activo, la iglesia descansando,<br />

llegó a parecerle a ella también algo como un<br />

teatro de día. El sacristán y el acólito subiendo<br />

al retablo, hombreándose con la imagen<br />

de madera, colocando los cirios con simetría,

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