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Leopoldo Alas Clarin - La Regenta - v1.0 - Bibliotecas Públicas

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nantes.» Y en seguida se olvidaba de que<br />

había Cármenes en el mundo. Entonces ya<br />

no le quedaba al poeta más testigo de su<br />

dolor que Mesía, la única persona del mundo<br />

que entendía el sentido oculto y hondo de los<br />

versos eróticos de Cármenes. Aquellas elegías<br />

parecían charadas, y sólo podía descifrarlas<br />

don Álvaro, dueño de la clave. Esta parte<br />

ridícula, según él, de su empeño, ponía furioso<br />

unas veces al gentil Mesía y otras de<br />

muy buen humor. ¡Era chusco! ¡Él, rival de<br />

Trifón! Había que dar un asalto. Ya debía de<br />

estar aquello bastante preparado. Aquello<br />

era el corazón de la <strong>Regenta</strong>.<br />

El presidente del Casino apreciaba el progreso<br />

de la cultura por la lentitud o rapidez<br />

en esta clase de asuntos. Vetusta era un<br />

pueblo primitivo. Dígalo si no lo que a él le<br />

pasaba con Anita Ozores. Verdad era que en<br />

aquellos dos años había rendido otras fortalezas.<br />

Pero ninguna aventura había sido de<br />

las ruidosas; nada podía saber la <strong>Regenta</strong> de<br />

cierto y el amor y la constancia del discreto

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