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Leopoldo Alas Clarin - La Regenta - v1.0 - Bibliotecas Públicas

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que una tentación grosera, fuerte al acercarse<br />

a ella, al tocarla, pero repugnante de lejos,<br />

vista a sangre fría. D. Álvaro había notado<br />

que por este camino poco se podría adelantar,<br />

por ahora, con la <strong>Regenta</strong>. Nada más<br />

ridículo en Vetusta que el romanticismo. Y se<br />

llamaba romántico todo lo que no fuese vulgar,<br />

pedestre, prosaico, callejero. Visita era<br />

el papa de aquel dogma antirromántico.<br />

Mirar a la luna medio minuto seguido era<br />

romanticismo puro; contemplar en silencio la<br />

puesta del sol… ídem; respirar con delicia el<br />

ambiente embalsamado del campo a la hora<br />

de la brisa… ídem; decir algo de las estrellas…<br />

ídem; encontrar expresión amorosa en<br />

las miradas, sin necesidad de ponerse al<br />

habla… ídem; tener lástima de los niños pobres…<br />

ídem; comer poco… ¡oh!, esto era el<br />

colmo del romanticismo.<br />

- <strong>La</strong> de Páez no come garbanzos -decía Visita-<br />

porque eso no es romántico.<br />

<strong>La</strong> repugnancia que por los juegos locos del<br />

Vivero sentía Anita, era romanticismo refina-

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