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Leopoldo Alas Clarin - La Regenta - v1.0 - Bibliotecas Públicas
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confianza con que trataban a los marqueses,<br />
y los jóvenes se despidieron. Quedaban en el<br />
gabinete la Marquesa, el Magistral y Glocester.<br />
Hubo un momento de silencio. El Arcediano<br />
se dio un minuto de prórroga para ver<br />
si el otro se despedía también. En el salón se<br />
oyó la voz de algunos que decían adiós al<br />
Marqués… ya no quedaban en la casa más<br />
que los convidados… Glocester, sacando<br />
fuerzas de flaqueza, se levantó, tendió la<br />
mano a doña Rufina, y salió diciendo chistes,<br />
haciendo venias y prodigando risas falsas.<br />
Iba ciego; ciego de vergüenza y de ira.<br />
«¡Convidar al otro… a un prebendado de oficio…<br />
y desairarle a él… que era dignidad!<br />
¡Siempre el enemigo triunfante!… Pero ya las<br />
pagaría todas juntas.»<br />
En el portal, mientras se echaba el manteo<br />
al hombro (y eso que hacía calor), pensó<br />
esta frase: «¡esta señora Marquesa es una…<br />
trotaconventos, es una Celestina!… ¡Se quiere<br />
perder a esa joven! ¡se quiere metérselo<br />
por los ojos!…» Y salió a la calle pensando
confianza con que trataban a los marqueses, y los jóvenes se despidieron. Quedaban en el gabinete la Marquesa, el Magistral y Glocester. Hubo un momento de silencio. El Arcediano se dio un minuto de prórroga para ver si el otro se despedía también. En el salón se oyó la voz de algunos que decían adiós al Marqués… ya no quedaban en la casa más que los convidados… Glocester, sacando fuerzas de flaqueza, se levantó, tendió la mano a doña Rufina, y salió diciendo chistes, haciendo venias y prodigando risas falsas. Iba ciego; ciego de vergüenza y de ira. «¡Convidar al otro… a un prebendado de oficio… y desairarle a él… que era dignidad! ¡Siempre el enemigo triunfante!… Pero ya las pagaría todas juntas.» En el portal, mientras se echaba el manteo al hombro (y eso que hacía calor), pensó esta frase: «¡esta señora Marquesa es una… trotaconventos, es una Celestina!… ¡Se quiere perder a esa joven! ¡se quiere metérselo por los ojos!…» Y salió a la calle pensando
atrocidades y buscando fórmula decorosa para comunicar al prójimo lo que pensaba. Los convidados eran: Quintanar y señora, Obdulia Fandiño, Visitación, doña Petronila Rianzares (la señora que parecía un fraile), Ripamilán, Álvaro Mesía, Saturnino Bermúdez, Joaquín Orgaz, y a última hora el Magistral con algunos otros vetustenses ilustres, v. gr., el médico Somoza. Edelmira se cuenta como de la casa, pues en ella era huésped. Otros años no se celebraban de esta manera los días de Paco; los celebraba él fuera de casa. Pero esta vez se había improvisado aquella fiesta de confianza y se comía a la española, por excepción, para visitar por la tarde, en los coches de la casa, la quinta del Vivero, donde el Marqués tenía un palacio rodeado de grandes bosques y una fábrica de curtidos, montada a la antigua. Se trataba de ir a ver los perros de caza y uno del monte de San Bernardo que Paco había comprado días antes. Eran su orgullo. Después de las mujeres venales, el Marquesito adoraba los
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Leopoldo Alas «Clarín» La Regent
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mando Palacio Valdés crea en Madri
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asgaban al correr hacia el Norte. E
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con el Obispo y el señor Roque el
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maizales con tonos obscuros; la paj
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los más empingorotados, se le figu
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manera los aspavientos de los ojos;
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mucho más altos que el campanario,
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hojas de un bosque el contenido cru
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noble y el barrio pobre de Vetusta.
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la indiscreta voz de la corneta, pr
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dines y huertas que podían pasar p
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po antes del día en que De Pas med
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ecordar los orígenes humildes de l
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por callejones y plazuelas, casas s
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más temerarias personificaciones y
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se veía apenas grupos de mujeres a
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ajo, confuso, aturdido en direcció
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pintores adocenados, antiguos los m
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por un lado o por otro una recomend
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prender una pasión profunda y alam
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y otros libros orientales; pero la
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Vetusta. Era él, que salía disfra
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tonces era el imaginar aventuras ro
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enroscadas como culebras en el lema
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Tal era el personaje que explicaba
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samente el encanto de los cuadros a
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mujer le crispaba los nervios a don
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Pas; los adoradores de la viuda lo
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gravemente vistió el ajustado roqu
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po, que lo que era falda parecía a
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Dentro de una cripta cavada en uno
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Coimbra, Viseo, Lamego, Celeres, Ag
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Era don Cayetano un viejecillo de s
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A la última había renunciado; no
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- Vivimos en una sociedad hipócrit
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las justas incruentas, de la gaya c
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que ya nadie notaba, sentíalo aún
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inclinándose como un sauce llorón
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sombras de una platea de proscenio
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- Y muchos; nunca lleva el mismo; c
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de los supuestos cohechos del Provi
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des; pero en realidad porque estaba
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Don Custodio, joven ardentísimo en
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a al cielo, y no podía clamar al O
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las pocas de esta clase que confesa
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Además, como en materia de confesi
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dentro de la capilla; no había nad
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- Pero si no fue desaire -repetía
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indignación la comunicaba de grado
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a si la fundación de Vetusta se de
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No, y que parecía maestra en aquel
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sado. Además le gustaba de veras l
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- III - Aquella tarde hablaron la R
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De la breve conversación de la tar
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«¡Confesión general!» Sí, esto
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«-¡Lástima -concluía Obdulia, s
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en la sábana y tenía los ojos muy
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negro de lanas, noble y hermoso; de
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a leer con la cabeza hundida en las
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pá en Colondres y mamá también.
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Era su merienda que llevaba en un b
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hizo llamar al barquero de Trébol.
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había cometido un gran pecado. La
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es más grande que cualquier aventu
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lanco y detrás, como una filtraci
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- Sí, tienes razón; acércate, h
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Ana se empeñó en que Quintanar -c
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Don Víctor se puso un poco encarna
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pudo apreciar que eran, en efecto,
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En aquella estancia dormían años
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ta y despertaba en el momento oport
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tor ante los tribunales y procurar
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Doña Ana tardó mucho en dormirse,
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contenerle; sí, ella le pondría a
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militar. Se portó como un valiente
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an nacido, que él se lo suplicaba
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tranquila. Don Carlos se dedicó a
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«-Es una mujer ilustrada, aunque e
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tes en tal materia: se iba arruinan
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«la madre de Anita tal vez antes q
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de Loreto. Siempre que podía se es
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formas concretas, ya no fue nebulos
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arca y contarse cuentos. Este proye
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sino en la imaginación de los soci
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en su vida, que a tantas precaucion
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filósofo y menos político. Para E
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del mundo, pero a sus solas se desq
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velos, podía leerse todo. El romá
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íntimo de los hombres, como se apa
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Aunque Ana llegaba a la edad en que
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niña con ojos de cosechero que se
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fresco del agua de una acequia que
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pasó, y la pobre niña sin madre s
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disparate la ocurrencia de traer de
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pañol estaba consagrado a la poes
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pieza, sencillos, dulces y apasiona
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mayor que visto desde el puerto, m
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Cuando el lápiz trazó el primer v
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petable por su condición y sus añ
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frío en una somnolencia poblada de
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Ana dio gritos, se asustó mucho, s
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ecerles la hija de don Carlos y de
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se mezcló en mal hora con sangre p
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Amaban la religión, porque éste e
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después con Alvarito Mesía no sé
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Volvieron sin embargo las solterona
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Esa luna que brilla en el cielo mel
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preciso devorar, aunque costase un
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do, y entonces las imágenes místi
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héroes y heroínas, y los que le q
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gallana y entonces recurría al Eur
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verán a la niña. Y que va a ser g
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El marqués se encogía de hombros.
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cer de verse suegro de un título,
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- No es eso, tía; es que hay algun
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- Nunca habrás visto a Manolito, n
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- Ni gana, tía -dijo Anita sin pod
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a de marearlos, lo que había que c
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dentro un pesimismo invencible: se
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Doña Anuncia se volvía loca de ir
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no tropezasen con el cuerpo del del
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aquellos que su orgullo tenía por
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carretera de Madrid. Encontraron el
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algo maduro, aunque no mucho, para
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Una tarde Crespo, enterado de que l
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esplendor su noble manía de perdon
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diciones que había impuesto a don
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que escalasen conventos, a Dios gra
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Etelvina, novela que había encanta
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Ana, contra el expreso mandato de s
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Doña Anuncia quedó deslumbrada…
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- En cuanto puedan ustedes dar la v
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Cerró la noche. Ana, apoyada la ca
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muchachas pierden su hermosura y ac
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y obscuras, y esta solemnidad del a
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te, detrás de un majestuoso portie
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protestaban los hechos. De Vetusta
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alternaban en el cuidado de desplum
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habían comprado con motivo de las
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to eran cuidadosamente arrancados.
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una subasta. Era un Alcubilla en un
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todos los fondos de la prensa que l
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que los señores del billar azotaba
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en la Arqueología y en la Botánic
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El cuarto del crimen, la sala de lo
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tresillo, en el gabinete de lectura
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tendremos que hablar más adelante,
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saba un socio cualquiera, y si no l
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La animación estaba en los grupos
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es cómicos de Madrid, donde acabab
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hijo, adquirida positivamente en Ma
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de las familias ricas o nobles de V
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Pepe Ronzal -alias Trabuco, no se s
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«Militaba» en el partido más rea
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que gritaban más, eran más tercos
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peoncillo. -¡Este va a reina! -exc
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Ronzal se puso serio. -¡Hola! -dij
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La disputa se acaloró; tuvieron qu
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gallana y don Frutos Redondo. Llega
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Mandaban los de Ronzal, éste era d
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Señora o señorita, ya la tenía R
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había hecho tal vez, sin que el ot
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- No es un santo -añadía- pero no
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las Paulinas tampoco; y de las niñ
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te una apuesta con usted, señor Ro
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Don Frutos iba a protestar, pero Ro
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de amor. «¡Tal vez con la Regenta
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que se moría de risa; la lugareña
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Aquella amistad era como la de un p
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trataba con desdén a las queridas
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de una vez dejaba en brazos de Paco
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- No seas tonto. ¿Tú no crees en
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gidas no se para en barras. En Par
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duda, con tales ideas tenía que se
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morado de sus prendas! Sí, dos añ
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adorador debían de ser para ella c
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genta en corresponderle. Una mujer
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«Y que perdonase don Víctor Quint
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- Oye -observó Paco- ¿no esperaba
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prestados. Si mandaban los del Marq
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servicios de algún servidor fidel
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teatros, congresos, iglesias, bolsa
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ía casi universal en los maridos.
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imposiciones oficiales. En los dem
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uen amigo. En estas breves interrup
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irritante, porque Mesía, poniéndo
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Previamente se daba cita al novio r
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cuente, ni el canónigo paraba all
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«Entre monjas podría vivir este h
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memorias, de memorias dulces y aleg
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no disgustarle, no había querido d
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Obdulia y Visitación, desde la ven
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tertulia, y se representaban charad
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cuenta y razón. Su aturdimiento er
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disponía de los criados del Marqu
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a, a lo menos públicamente. Por su
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esmero, refinamiento en el arte cul
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en la despensa, gallinas, pichones,
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la disciplina culinaria; vigilaba e
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«¿Qué se echa ahora? »¿Qué se
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términos antitéticos, palabras qu
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un rincón de aquella casa libre de
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Para la viuda, uno de los placeres
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a de la pobre niña ni una prenda,
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en cuando se parece un poco a un bu
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dadera, que daba interés al ocaso
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Álvaro negaba que hubiese por su p
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- Creo que la pobre siente mucho no
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Y describía minuciosamente, con lo
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- Éstos. Y puso los dedos sobre lo
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de loca… y vio visiones… en fin
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amor, y los compensaba con golosina
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- No, ahora no puedo. Obdulia oyó
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Cruzaban la plaza y pasaban sobre l
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que se le ofrecían para procurarse
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Después de esta observación, y ot
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polvo luminoso, detrás del cual ap
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había tenido antojos místicos, y
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decía. Se había entusiasmado con
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se le impone. No bastaba una confer
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Además, la había halagado mucho e
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sa, no por el deleite de los sentid
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parecía indecoroso e injusto para
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Se estremeció de frío. Volvió a
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aquellos amores de Petra y el molin
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planchadoras, ribeteadoras, cigarre
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únte que las llamaba hermosas, sup
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¡Viva tu mare! -se atrevió a grit
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-¡La mato! ¡la mato! Dejadme, que
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Aquel enternecerse por todo la asus
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en las tiendas, pero se compra poco
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ior a la que podía esperar el manc
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guez, las de ayer, las de antes de
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- «¿Qué era aquello, Señor, qu
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dos, tal vez no basta la figura, ni
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- Eso creo yo -solía afirmar Ronza
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pero aquello era muy largo. Ya no v
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Buscaba en vano manera natural de l
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No comprendía él todavía que aqu
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En la voz de la Regenta, en el desc
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- Sí; ¿no te lo ha dicho ese? Hoy
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«Él, sí, estaba dispuesto.» En
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igueresca, exuberante de relieves d
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¿En qué se había de divertir? ¿
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detrás de los soberbios eucaliptus
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Con don Frutos hubiera sido tal vez
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aquella prisión, mientras seguía
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ían. No faltaba para que la máqui
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Gozaba con delicia de aquella catá
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entre aquel par de sonámbulos, sin
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a criados y pastores murmurar con m
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la que corría a caer en aquella si
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Era don Álvaro en efecto. Estaba e
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todos géneros habían venido así,
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Esperó en vano. - Ana, Ana -volvi
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La crisis nerviosa se resolvía, co
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estoy resuelto a que termine la vid
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confianza del Casino en cuanto se i
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lo natural sería que todos, sin di
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ga Anselmo que le voy a tirar por e
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onquidos de Anselmo; «otro estúpi
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zapatillas de orillo y el gorro con
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Provisor comprar salmón, y besugo
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ted vende objetos del culto: cálic
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Sea usted liberal, que eso no es of
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usan, supieran algo de algo, sabrí
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muy generoso, y robaba con exposici
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miento entretenerse con los recuerd
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sencilla… Me parece que la piedad
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Conocía el interior de todas las c
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las reyertas de familia, con los oj
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El arcediano y el beneficiado viero
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abrasarme en más pura llama que la
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Alejandro Magno en la guerra y las
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- Voy, señorito -gritó una voz du
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del señorito, por si llamaba, se l
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estaban como ella los había dejado
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Don Fermín volvió a sentarse en s
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Escribió sin descanso hasta las di
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postura, al inclinarse sobre el lav
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Quedó satisfecho, con la concienci
- Page 581 and 582:
y habló como si fuera delante de t
- Page 583 and 584:
como todo el rostro; los ojos de un
- Page 585 and 586:
Doña Paula se sentó en el borde d
- Page 587 and 588:
ne? -preguntó el Magistral, volvie
- Page 589 and 590:
- Fermo, yo bien sé lo que me digo
- Page 591 and 592:
- Bueno, bueno; yo me entiendo. Do
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vendemos cera, si vendemos aras, si
- Page 595 and 596:
- No, madre; no me engañó; ¿qué
- Page 597 and 598:
la Regenta! dicen que es una señor
- Page 599 and 600:
No se atrevió a tanto. «Al fin su
- Page 601 and 602:
dar esto: que era un buen hijo, hum
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espiritual. Aquella elocuencia de a
- Page 605 and 606:
Contestaba a los saludos como si tu
- Page 607 and 608:
saba con los sesenta años, y no se
- Page 609 and 610:
El salón era rectangular, muy espa
- Page 611 and 612:
Esta era una frase sacramental; per
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- Sí, creo en una catástrofe pró
- Page 615 and 616:
- Yo sospecho -continuó el doctor-
- Page 617 and 618:
- Hasta que tienen quince o diecis
- Page 619 and 620:
Arcediano, el diplomático señor M
- Page 621 and 622:
así? ¿También los tontos tenían
- Page 623 and 624:
- Es un loco, hay que dejarle. - Pe
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No se atrevía a llamarla su hija.
- Page 627 and 628:
teja; en la política y en el trato
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Dios quiera; si es preciso sufrir p
- Page 631 and 632:
«Necesitaba arrojar la careta, dar
- Page 633 and 634:
largo por veinte de ancho, de techo
- Page 635 and 636:
Cuando yo era párroco de las Vegue
- Page 637 and 638:
Llegó a Vetusta echando bendicione
- Page 639 and 640:
llenas; y el espíritu se lo inunda
- Page 641 and 642:
Si es una gloria veros vestidos de
- Page 643 and 644:
Obispo se prodigaba demasiado. «El
- Page 645 and 646:
mal, en concepto de los señores ma
- Page 647 and 648:
para el Magistral, con no poca envi
- Page 649 and 650:
fondo en los sermones del prelado,
- Page 651 and 652:
la piedra fría del pilar; tembland
- Page 653 and 654:
verdad era que De Pas no tenía en
- Page 655 and 656:
Los sermones de don Fermín tenían
- Page 657 and 658:
con calor, con entusiasmo. Entonces
- Page 659 and 660:
soberbio, del envidioso, y después
- Page 661 and 662:
en cuenta si eran amas o criadas.
- Page 663 and 664: de caballeros y otra agregada de da
- Page 665 and 666: cado original que llevaba en el nom
- Page 667 and 668: miento «que a él se le ponía en
- Page 669 and 670: te aprovechó un momento en que Vis
- Page 671 and 672: La Libre Hermandad, Olvidito faltan
- Page 673 and 674: nía la debilidad de convertir el c
- Page 675 and 676: guardia civil. Contracayes sonrió
- Page 677 and 678: astante, y no es de los sagrados c
- Page 679 and 680: imponerle respeto por el terror…
- Page 681 and 682: - Ahí la tienes, en ese cartapacio
- Page 683 and 684: de él. ¡Puf! ¡qué enemigos, se
- Page 685 and 686: las oficinas de Hacienda pública n
- Page 687 and 688: llas cotidianas batallas; el Magist
- Page 689 and 690: sombra la parda catedral… huyó h
- Page 691 and 692: das, entre follaje deslumbrante y l
- Page 693 and 694: firmemente que Dios era una invenci
- Page 695 and 696: ción, nobles o de talento relativo
- Page 697 and 698: más temibles para la carne. De Pas
- Page 699 and 700: El Magistral de pies, en el umbral
- Page 701 and 702: pléndida? Aunque quiso rehuir la c
- Page 703 and 704: crujientes, de sillas traídas y ll
- Page 705 and 706: se a resistir las tentaciones que a
- Page 707 and 708: - Yo paso por eso -decía el Arcipr
- Page 709 and 710: característica» y se dispuso a ac
- Page 711 and 712: modo, que hasta creyó tener frío,
- Page 713: an poco a poco despejados, el Magis
- Page 717 and 718: demás… Eso es… y salvo el resp
- Page 719 and 720: Como siempre. Donde ella estaba, na
- Page 721 and 722: Y mientras le abrochaba, la dama, s
- Page 723 and 724: lleros elegantes no insistía en ma
- Page 725 and 726: hombre de corazón sano, sin pliegu
- Page 727 and 728: los surtidores del patio y las carc
- Page 729 and 730: Detrás de Ana apareció Mesía, qu
- Page 731 and 732: y éste era otro lazo agradable, mi
- Page 733 and 734: voz que les llamase a la mesa, Ana
- Page 735 and 736: ta lo infinito» al asegurar que la
- Page 737 and 738: en los movimientos, en un olor de i
- Page 739 and 740: aba de recibir la noticia. -¡Santa
- Page 741 and 742: - «Porque tengo observado -añadí
- Page 743 and 744: ealismo insufrible después de come
- Page 745 and 746: to, estaba un poco pálido y sudaba
- Page 747 and 748: Todo aquello era broma; ni don Víc
- Page 749 and 750: nía, dirigía aquello como una bat
- Page 751 and 752: pinche el apetito.» Y estaba más
- Page 753 and 754: era tan poco espantadiza que Paco h
- Page 755 and 756: El que no esperaba nada, el que est
- Page 757 and 758: aban por tomarlo a broma. El Marqu
- Page 759 and 760: Paco quería también secularizar a
- Page 761 and 762: gran parte de sus rentas la empleab
- Page 763 and 764: - Oh, no, no valen disculpas… Ay
- Page 765 and 766:
- Oh, por Dios, no sea usted así,
- Page 767 and 768:
enemigo de su honra, pero amante de
- Page 769 and 770:
Los que tomaban pacíficamente caf
- Page 771 and 772:
quilla allá arriba y al bajar… s
- Page 773 and 774:
chica se fijó en la intención del
- Page 775 and 776:
- Yo… -balbuceó Bermúdez- usted
- Page 777 and 778:
- No hace falta -contestó De Pas,
- Page 779 and 780:
venas… «Y ahora… aquel canóni
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acaso en terreno vedado. ¡Se decí
- Page 783 and 784:
quitaba el sol, y él la defendía
- Page 785 and 786:
Volvió los ojos blandos a su amiga
- Page 787 and 788:
mientes al Magistral en el poco tie
- Page 789 and 790:
de abrigado, solitario y lo que lla
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atreviéndose otras; los pollos adv
- Page 793 and 794:
de la marquesa de Vegallana, no pas
- Page 795 and 796:
ilustre Glocester, y del beneficiad
- Page 797 and 798:
El Magistral se contentó con escup
- Page 799 and 800:
Se acercó después el canónigo pa
- Page 801 and 802:
donde había visto desaparecer entr
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Andaba a la ventura, sin saber a d
- Page 805 and 806:
procurar disimulos, borrar aparienc
- Page 807 and 808:
- De que comías fuera… -¿Pero u
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«No subo, no subo. ¡Buena estará
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¿por qué no se iba? porque no que
- Page 813 and 814:
dose a su afectísimo amigo y poni
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Un niño flaco, pálido, casi desnu
- Page 817 and 818:
- Mentira, mainate… ¡si te inflo
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una aldeana que no veía en el camp
- Page 821 and 822:
el de la Regenta a Ripamilán; sí,
- Page 823 and 824:
dueño de mí… y ahora había de
- Page 825 and 826:
muerto la hija de los Marqueses. El
- Page 827 and 828:
teral, después un chillido como el
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Y salió del despacho. El Provisor
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La trataba como si hubiera que cons
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- Ella no tiene la culpa; hace lo q
- Page 835 and 836:
honra… deshacen en un mes lo que
- Page 837 and 838:
- Pero si yo le juro a usted que no
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Doña Paula se había arrancado los
- Page 841 and 842:
campos y segaban y amontonaban la y
- Page 843 and 844:
pararía hasta hacerse cura. Pero p
- Page 845 and 846:
Paula fue el tirano del cura desde
- Page 847 and 848:
ciado había sido terco, y había v
- Page 849 and 850:
niegas a casarte, dices que dicen q
- Page 851 and 852:
que daba por realizados, sus compad
- Page 853 and 854:
Paula llegar a la aldea cuatro homb
- Page 855 and 856:
darle náuseas y se arrojaba con fe
- Page 857 and 858:
a puñadas, a patadas, a palos; má
- Page 859 and 860:
El cura, Fermín, y hasta los guard
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hablaba de misiones en el Oriente,
- Page 863 and 864:
y al poco tiempo llegó a comprende
- Page 865 and 866:
pacho a repasar en la memoria todo
- Page 867 and 868:
«¡Si sabría él lo que era bueno
- Page 869 and 870:
Abajo era día de cuentas. Muy a me
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Y él sonreía con más socarroner
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ella una sacerdotisa y él un acól
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«Es el hijo del cerero,» añadió
- Page 877 and 878:
dijo: -¡Señor obscurantista! ¡ap
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- Sí, tú… es claro, como soy un
- Page 881 and 882:
go esta noche qué cenar… no habr
- Page 883 and 884:
tendiendo una mano y dando un paso
- Page 885 and 886:
El Magistral oyó retumbar los golp
- Page 887 and 888:
hereje?» Esta era otra triste grac
- Page 889 and 890:
De Pas respiró con fuerza y dijo e
- Page 891 and 892:
muchas lluvias se debe la fertilida
- Page 893 and 894:
aro del día, que la doncella acaba
- Page 895 and 896:
falsedad y la maldad, y no había m
- Page 897 and 898:
nodrizas, soldados y enjambres de c
- Page 899 and 900:
hastío, de un hastío sin remedio,
- Page 901 and 902:
tan pronto, una pasión sacrílega;
- Page 903 and 904:
el teatro de sus tentativas, y dond
- Page 905 and 906:
do, en opinión de la del Banco. Se
- Page 907 and 908:
Lo que no sabía don Álvaro, aunqu
- Page 909 and 910:
a al adulterio - así se llamaba- m
- Page 911 and 912:
la Iglesia; dentro del cajón sagra
- Page 913 and 914:
ciones importunas, que a tener resp
- Page 915 and 916:
absoluto imposible? Además, querí
- Page 917 and 918:
«De lo que estaba convencida era d
- Page 919 and 920:
ella producía la de don Álvaro. H
- Page 921 and 922:
de esto, y se dejaba resbalar, goz
- Page 923 and 924:
Mesía comprendía y sentía lo que
- Page 925 and 926:
ñándose en el aire que le iba cor
- Page 927 and 928:
- A propósito, de teatro, don Álv
- Page 929 and 930:
honrado; pues el amor no se anda co
- Page 931 and 932:
los enemigos del arte, no pensaba e
- Page 933 and 934:
pretexto para pasar tres horas cada
- Page 935 and 936:
Marquesa no quería ocupar nunca, e
- Page 937 and 938:
del modo cursi como aquí se hace t
- Page 939 and 940:
mundo, maniático, insustancial; aq
- Page 941 and 942:
el fondo de su ser, lo más suyo, l
- Page 943 and 944:
olsa de enfrente -izquierda del act
- Page 945 and 946:
co, conversaban con los cómicos a
- Page 947 and 948:
por sus buenas relaciones con todas
- Page 949 and 950:
tos y posturas de estatuas egipcias
- Page 951 and 952:
ción con los Vegallana o quien all
- Page 953 and 954:
que aplaudía entusiasmado. Perales
- Page 955 and 956:
Y don Víctor le reputaba excelent
- Page 957 and 958:
Anita comenzó a comprender y senti
- Page 959 and 960:
y no como ahora suciedad, prosa, fe
- Page 961 and 962:
co que ni Perales ni la mayor parte
- Page 963 and 964:
que despreciaban el romanticismo y
- Page 965 and 966:
mento irritada. Además el rostro d
- Page 967 and 968:
Por estas consideraciones, que le e
- Page 969 and 970:
che como frase sublime de un amor i
- Page 971 and 972:
po le queda a uno para eso. Adiós.
- Page 973 and 974:
¡oh! en cuanto a su cómplice… P
- Page 975 and 976:
- Sí, alguna pesadilla. -¿Y tú
- Page 977 and 978:
Petra salió sin ruido, como una ga
- Page 979 and 980:
jaqueca y le suplicaba que la dispe
- Page 981 and 982:
- XVII - Al obscurecer de aquel mis
- Page 983 and 984:
dente de la conversación, tuvo hab
- Page 985 and 986:
Ripamilán gritaba: - Señor mío,
- Page 987 and 988:
comentado lo del teatro. Su mal hum
- Page 989 and 990:
En vista de que los asuntos vulgare
- Page 991 and 992:
El Magistral sonrió como un márti
- Page 993 and 994:
El Magistral, que no pensaba en la
- Page 995 and 996:
- Hija mía, el mal no está en que
- Page 997 and 998:
encias sería mayor, si algunas vec
- Page 999 and 1000:
- Pues bien -prosiguió don Fermín
- Page 1001 and 1002:
ofrecía a oír sus confidencias, a
- Page 1003 and 1004:
quisiera remediar; pero a Dios grac
- Page 1005 and 1006:
potente, una mano que acariciaba la
- Page 1007 and 1008:
- Todo aquello -añadió el Magistr
- Page 1009 and 1010:
Dispénseme si hablo con esta sever
- Page 1011 and 1012:
idades de que lo esencial es el fon
- Page 1013 and 1014:
dad había de que supiera que lleva
- Page 1015 and 1016:
sin embargo, a la Santa Doctora; ¿
- Page 1017 and 1018:
anoche le arrancaba el bueno de don
- Page 1019 and 1020:
del diablo… pero en estos pasajes
- Page 1021 and 1022:
parecía lo natural subir por la es
- Page 1023 and 1024:
- Ya lo creo. Adiós, hija mía, ad
- Page 1025 and 1026:
árboles y arbustos. Los días que
- Page 1027 and 1028:
- Toma -contestó Frígilis. arroja
- Page 1029 and 1030:
niebla lenta y desmayada, semejante
- Page 1031 and 1032:
Frígilis en el teatro se aburría
- Page 1033 and 1034:
de la clásica abundancia, había i
- Page 1035 and 1036:
de representar el Alcalde de Zalame
- Page 1037 and 1038:
«La humanidad era mala pero no ten
- Page 1039 and 1040:
Ana envidiaba a su marido la dicha
- Page 1041 and 1042:
Holanda; tentación de Bermúdez el
- Page 1043 and 1044:
afrodisíaco mejor que el frío. «
- Page 1045 and 1046:
en los placeres esotéricos de la l
- Page 1047 and 1048:
estilo de novena, cargado de superl
- Page 1049 and 1050:
arranques de ternura piadosa que ve
- Page 1051 and 1052:
la santidad del dogma, pero sabía
- Page 1053 and 1054:
echaba a rodar los proyectos de vid
- Page 1055 and 1056:
acababa por acercarse a los vidrios
- Page 1057 and 1058:
tardase tanto en conquistar una vol
- Page 1059 and 1060:
permitido a nadie saber el cómo y
- Page 1061 and 1062:
halaga!… ¡Ministro! ¿Para qué?
- Page 1063 and 1064:
Venía de casa de Vegallana, donde
- Page 1065 and 1066:
protestas pesadas, insufribles de Q
- Page 1067 and 1068:
Quintanar. Don Álvaro había estre
- Page 1069 and 1070:
a una pared, que la piedad no era c
- Page 1071 and 1072:
Fortunato, temblorosa la voz, solic
- Page 1073 and 1074:
Pero el Magistral salió sin respon
- Page 1075 and 1076:
Ana se sentó en el sofá, el Magis
- Page 1077 and 1078:
se me figura que soy por dentro un
- Page 1079 and 1080:
Sí, sí, hay peligro, ya lo veo, g
- Page 1081 and 1082:
que no tenía muy claro concepto; p
- Page 1083 and 1084:
encarnadas; y en el sonreír parec
- Page 1085 and 1086:
con estrépito salió, no sin despe
- Page 1087 and 1088:
parecía una escoba mojada; con la
- Page 1089 and 1090:
azos del esposo y le dijo con voz e
- Page 1091 and 1092:
«Todos los cazadores son así», p
- Page 1093 and 1094:
inspiraban las medicinas verdosas,
- Page 1095 and 1096:
vez hay gastroenteritis… tal vez
- Page 1097 and 1098:
La debilidad la tenía aún más qu
- Page 1099 and 1100:
vientre y hacer preguntas relativas
- Page 1101 and 1102:
habitantes en todos los astros, la
- Page 1103 and 1104:
La Regenta notó la ausencia de su
- Page 1105 and 1106:
das se desmoronaba. Lloró con los
- Page 1107 and 1108:
y cayó sin sentido sobre la colcha
- Page 1109 and 1110:
aprensión de que su lecho olía co
- Page 1111 and 1112:
volvía la vida a moverse en aquel
- Page 1113 and 1114:
Blas rodeada del mundo, agasajada,
- Page 1115 and 1116:
interesante del relato o siempre qu
- Page 1117 and 1118:
por el cansancio, que le arrancaba
- Page 1119 and 1120:
da, galones y plumas, abalorios y c
- Page 1121 and 1122:
quería? ¿Si se contentaba con est
- Page 1123 and 1124:
poco tal calor era la más viva hog
- Page 1125 and 1126:
fijaba en las líneas que pedían e
- Page 1127 and 1128:
puertos lejanos. Se filosofaba mien
- Page 1129 and 1130:
tranquila en el brazo fuerte del me
- Page 1131 and 1132:
Don Álvaro, al llegar a la Rincona
- Page 1133 and 1134:
En esta situación estaba cuando el
- Page 1135 and 1136:
va vida, verdadera reforma, eficaz
- Page 1137 and 1138:
Marquesa. Se la vio en casa de Vega
- Page 1139 and 1140:
Cuando esta historia de su tibieza
- Page 1141 and 1142:
lanco no era un abismo sin fondo, s
- Page 1143 and 1144:
metiéndose en lo que no le importa
- Page 1145 and 1146:
«¡El único!» decía él, las po
- Page 1147 and 1148:
Su mujer y cuatro hijas pensaban de
- Page 1149 and 1150:
masiado lejos y temían que alguien
- Page 1151 and 1152:
que quiera don Frutos ni lo que pre
- Page 1153 and 1154:
Tuvo que cambiar de mesa y de sala,
- Page 1155 and 1156:
evolución religiosa en Vetusta, co
- Page 1157 and 1158:
«Mi última afirmación es la duda
- Page 1159 and 1160:
con que iluminaban la fachada en la
- Page 1161 and 1162:
Ronzal no demostró el porqué de l
- Page 1163 and 1164:
El café de la Paz era grande, frí
- Page 1165 and 1166:
presión de una idea fija, o mejor,
- Page 1167 and 1168:
pero hermosísima… quiero decir,
- Page 1169 and 1170:
misma consigna. El Magistral, aunqu
- Page 1171 and 1172:
llamaba siempre a De Pas el señor
- Page 1173 and 1174:
dente, que aquel sitio de meses y m
- Page 1175 and 1176:
za en adquirir la fuerza necesaria
- Page 1177 and 1178:
él, Somoza, no leía libros, ya se
- Page 1179 and 1180:
Aquel valor que él sentía ante un
- Page 1181 and 1182:
que los ojos de los hombres se irí
- Page 1183 and 1184:
Paco el Marquesito, que como buen a
- Page 1185 and 1186:
pláticas provechosas y amenas con
- Page 1187 and 1188:
Al cabo dijo: - La verdad es… que
- Page 1189 and 1190:
don Álvaro Mesía, enfrente del pr
- Page 1191 and 1192:
fascinado el conjunto claro, alegre
- Page 1193 and 1194:
edad triste en que el amor es de ca
- Page 1195 and 1196:
se podía decir todo, estaban solos
- Page 1197 and 1198:
tonces habló, sin poder remediarlo
- Page 1199 and 1200:
mismo, por saber que él era todav
- Page 1201 and 1202:
a noche, en una merienda en el camp
- Page 1203 and 1204:
pués las quejas de la cama frágil
- Page 1205 and 1206:
muchos granos. Y tampoco vencí aqu
- Page 1207 and 1208:
- Propongo -gritó Juanito Reseco,
- Page 1209 and 1210:
Insistía don Frutos en que él sen
- Page 1211 and 1212:
del respeto que nos debemos todos.
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madas celdas, a las vírgenes del S
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ver la claridad acusadora que entra
- Page 1217 and 1218:
Obispo, era lo que se refería al a
- Page 1219 and 1220:
- No, no, nada de eso. Pero… se m
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y se le apretó la garganta, con lo
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hementes deseos de ahogarla. La man
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Ana pasaba horas y más horas en la
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y por consiguiente a su marido, amo
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último rincón del mundo; antes la
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parecía amanerada, falsa en la con
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Paseo Grande, buscó un lugar retir
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tos que no se pueden describir; y a
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Recuerdo lo que dice: aquel confeso
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Aunque algunos celos tenía de Sant
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años habían vivido cerca uno de o
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¡Cuántos sofiones inútiles habí
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- Debe de haber pasado algo gordo
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oreja rosada. -¿Qué pájaro me ha
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de ello, de su desarrollo temprano.
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mujer, y debajo de la falda ajustad
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Macabeos que tenía a su cargo. Se
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que ver con todo aquello? ¿Para qu
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de la Rinconada le pareció envuelt
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El Magistral se sentía como estran
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tenía:…Una luz de parecerle de p
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vaga, que aborrecía toda determina
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Entraba en su despacho. Volvía ent
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amas y los ramos, y las flores, cad
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Petra se encerraba en su cuarto. Co
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huerta, encontraba en ellos sentido
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Y sin descender del lecho, sobre la
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trataba ya de si don Víctor confes
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«¡Plantar cebolletas! ¿No prohib
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El primer esfuerzo que hizo Anita p
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Pero en cuanto le vio salir tropeza
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Hacía mucho calor. Ni debajo del t
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- Pues bueno; esta mañana, lo ha v
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marchó, como la marejada que se re
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- Tú vencerás, Dios mío, tú ven
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«¡Buena la haríamos si usted se
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an y hacen de ella lo que quieren:
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perfecto? ¿Que no había pasiones
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descuido de la carne, intrusa, temi
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«¡Claro!, todo el mundo se estaba
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egatas, sin nada de este mundo. ¡O
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tendiera a todo el pueblo. Anita en
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algo mejor y más dulce que odiar y
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se la última y decisiva, «contra
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culos de la murmuración se animaba
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algunos meses más. Sin el aguardie
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masías de los bebedores? no mienta
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El médico y el prestamista estuvie
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opone al verdadero progreso un desp
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municados, los habituales abonados
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los transeúntes, notaba asperezas,
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fundamente piadoso, don Víctor hac
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ponerlos por obra, pero no se atrev
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contra las faldas de la Regenta y e
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sencia, apetitos que ella misma sin
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propósito de ascender de morada en
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pensamiento, lo apartaba de las im
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Y en tanto Foja, Mourelo, don Custo
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porque la indignación pública sub
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Custodio decía las palabras, llena
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e usted como yo hablo con toda tran
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- Señor cura, acabemos. Don Santos
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- Es su hija de usted. -¡Ah grand
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hora de cenar, y esta necesidad mat
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último ataque para conseguir que s
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«Su padre había perdido la cabeza
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Don Santos levantó un poco la cabe
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mas exclamó: -¡Madre mía, madre
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sus reflexiones, sin poder contener
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- No lo crea usted. Además, allí
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¿Cómo era? ¿pues ha muerto ya? -
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- Es claro. - Evidente. -¿Quién l
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En tanto subían y bajaban amigas y
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del moribundo, solo, completamente
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- Sí, señor, ahora mismo voy yo a
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Guimarán había propuesto que no s
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Detrás del duelo iba una escasa re
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agua volvía a azotar a los del due
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olvidado ciertos pormenores y la ma
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demoler el alcázar de la fe… del
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Y más adelante leía Ana con los o
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El órgano, con motivo de la alegr
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madreselva, y olor a la playa, y ol
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otro púlpito, para cantar el Evang
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Más enternecida estaba la Regenta,
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Había otra clase de profanaciones
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cosa, iban y venían enfilándose c
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- Ni una profanación. Yo respeto t
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oficios divinos con el recogimiento
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Cuando Ana procuró sacudir, movien
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ga al fin del mundo; sabía que ent
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to, gritaba desde el fondo de las e
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Pero hacía más que leer, declamab
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decidiendo no entrar en el teatro d
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tante en el fondo obscuro de alcoba
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horas canónicas, el Magistral sali
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Por poco tiempo consiguieron verse
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yo necesito saberlo todo, tengo der
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seaba por el gabinete como una fier
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Hablaba desde lejos la señora de R
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que se la gobiernan desde fuera…
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todos los confesores del mundo. Ya
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distinguidas se enteren de si las n
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Pero si la propia religiosidad hab
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de aquel ángulo de carne que el cu
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usto, sobre todo del cuello, a la M
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miembro de la Junta directiva del C
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porque no tenía dónde, pensaba qu
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dar que traía la cabeza como un re
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La que estaba de pie inclinaba el c
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había burlado de ella, no había q
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na? -¿Qué cadena? -preguntó con
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ponía pálido, se inclinaba con gr
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de la mesa. Los ojos montaraces le
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- Mi abrigo… café con leche… t
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No había podido la Regenta resisti
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Nunca había desistido de conquista
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Ana sintió que un pie de don Álva
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Ana había olvidado casi la polka;
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quier cosa, en fin, aquello no val
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Fermín miró a su enemigo con asom
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adivinar los tormentos del hijo. Do
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votos… castidad… todo esto le s
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cía rodear a aquella mujer que enc
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haber sido bastante buena…» La e
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que mi hermano me salve, que Teresa
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era en ella candoroso. Estaba segur
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cuál! ¡la suya! ¡la de su alma!
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corromperla! Aquella casa… aquel
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Él se animó: se puso colorado de
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seo Grande, donde se celebraba el c
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un clérigo!… La vergüenza y alg
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comprendió que aquello era una hip
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directa del cuadrado de las distanc
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El Magistral pensó por su parte al
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las flores de amor y alegría que s
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paración estaba en sus manos. ¿No
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enamorado de ella… y ser verdad s
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consultando las leyes de la perspec
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compañía de zarzuela que había t
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de pueblos: la piedad colectiva, la
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a tus pies; estar con los tristes,
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de la caridad distraída. Rechinaba
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samiento a la Madre Dolorosa, y se
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muy capaces de haber inventado en s
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insolente y vocinglero con la Vetus
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- Papá, tú que eres tan bueno, ¿
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Hijo y madre dieron un salto; doña
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- No sé… ya la veré después. A
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Los primeros días, después de sep
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que yo le busque a usted, que le ll
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Don Pompeyo quería confesar, pero
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Todos aquellos señores sacerdotes
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aquella conversión que se le vení
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sando en Dios, hablando de Él… s
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- No, un complot… La verdad era q
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haciéndose lenguas de la unción c
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elegíaca, o elegía a secas, lo qu
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a suceder otra cosa. En cuanto a C
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El jueves Santo llegó con una noti
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La Marquesa encogió los hombros y
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que es esto -pensabaindudablemente
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señora fuese en el Entierro detrá
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de su hijo, dum pendebat filius, co
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Dios, ni en Cristo, ni en María, n
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diosa clase media. Obdulia estaba p
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expresión dolorosa de las arrugas
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Vinagre admiró como todo el pueblo
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casi con fiebre, Quintanar se dispo
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Los tambores vibraban fúnebres, tr
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de muerta como él. Fija la mirada
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condenaban lo que estaba haciendo.
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desaparecía. Se comparaba a sí mi
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hermosura y la valentía de la Rege
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- Ánimo… Todo esto pasará… Y
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perdóname, hija mía; sin querer m
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ahí, junto al estanque, figúrate
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Ana aplaudió y atravesó el umbral
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- Sí, señor, hace una hora… -¿
- Page 1579 and 1580:
nada de eso; hablo de ello sin mied
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que soy demasiado breve en mis expl
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más. No puedo ser más larga. Me e
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Siempre hacía lo mismo; antes de e
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Mañana el sol sacará lustre a tod
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que mi marido llama siempre secular
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literata, una cosa ridícula, que a
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larga, aunque tristón y un poco fo
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conocido, extraño, del cerebro des
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Esta alegría se la ocultó a sí p
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- Es claro; aquello es un convento.
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Leyó con deleite aquella página,
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en la tierra en que no haya nada fe
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se me antoja todo el Vivero escenar
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sentía lágrimas dulces dentro del
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los parajes clásicos, se bañaba e
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dejó allí, señalada apenas por l
- Page 1613 and 1614:
pudo parar allí, y a las nueve y m
- Page 1615 and 1616:
mentaria. Oh, si le fuera lícito v
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toda su filosofía. El cochero deb
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- Sí, señor; pero hay tres callej
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das las voces por la distancia, res
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moza eres. Mira, no seas tonta… s
- Page 1625 and 1626:
creído digna de un factor, dejaba
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país, y colorada, echando chispas
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cualquiera de aquellas señoras y s
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Benítez mascaba el cigarro y mirab
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- Basta, basta; comprendido… la h
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galantería de don Álvaro en aquel
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monte! ¡don Víctor, al monte! -ru
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empeñado en abrir el paraguas que
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- A buscar a doña Ana, que estará
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jer… y yo fui un majadero desde e
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mente. Visitación los habrá ayuda
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- Es decir -continuó Quintanar- un
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llegado a ser dueño de los encanto
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porque en el monte cuando empieza e
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- Pero, hombre, castigue usted a es
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Lo que más le irritaba era que su
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jamás a doña Paula ostentar mayor
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cada instante el marido, como supre
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confesor la comprometía? Si Vícto
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a usted la conducta del Magistral?
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queses. Bermúdez volvió a Vetusta
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del látigo, caían al suelo en con
- Page 1669 and 1670:
se eternamente. «No, por allí no
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no… bastaba con que le oyera. ¡C
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tiene más fuerza, si ella o él…
- Page 1675 and 1676:
tacto volvía, y Ana iba sintiendo
- Page 1677 and 1678:
como encontró a su amigo más aten
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su conducta futura con Petra. -¿De
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llenó de besos estrepitosos la car
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Hablaban a veces dos o tres a un ti
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za indígena, y se volvía al obscu
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¡Dos años hace que no he veranead
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Don Álvaro, en el tono confidencia
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daba palmaditas en la espalda de Me
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«Así como así el verano siempre
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nizada. Y jamás una alusión picar
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que todo el mundo era patria: «¡p
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años, aspiraba con frenesí y opri
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Todo era allí ausencia de honestid
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crítico me falta el valor… y est
- Page 1705 and 1706:
mente las idas y venidas de Petra,
- Page 1707 and 1708:
esa Petra me parece que me quiere d
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ningún precio. Ahora bien… Petra
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prende… quiere hacerle a usted la
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- Petra marcha de esta casa. Adiós
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crúpulo, todo miramiento que pudie
- Page 1717 and 1718:
«Sí, Álvaro; si tú me dejaras m
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aquellos meses de buena vida, de ej
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amor, como él había esperado siem
- Page 1723 and 1724:
mal oculta hacia Petra, y comprendi
- Page 1725 and 1726:
Regenta que caía, caía, gracias a
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es que el Provisor le prometió par
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porque contradecía en cierto modo
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era equitativo que él, sin decírs
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Petra era la encargada de despertar
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popular leyenda, ¿dónde está la
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aun sin necesidad de ellas, ganosa
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dades, que dejara en un desván do
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Además, don Álvaro comprendía qu
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se juró serían las últimas, por
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piernas sacudimientos y un temblor
- Page 1747 and 1748:
la rubia lúbrica el asalto del cas
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mo una cabra, como un rocín libre
- Page 1751 and 1752:
aíces en el vientre, en el pecho,
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Aquella ternura facilitó el tratad
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madrugaba menos que otros años. Qu
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dudable; cierto que la niebla espes
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huerta por la escalera del corredor
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a las barras y buscando con los pie
- Page 1763 and 1764:
hubiera cambiado de sitio. Y eso qu
- Page 1765 and 1766:
necesitaba calcular… sí, las con
- Page 1767 and 1768:
ahora te toca a ti, ahora no es Per
- Page 1769 and 1770:
la vez primera con fuerza bastante
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mucho. No, no tendría valor ni hoy
- Page 1773 and 1774:
derse en su pecho, sopló con fuerz
- Page 1775 and 1776:
tenía mejor sentido que él; sabr
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dén; y después, de tirarse por la
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monte bajo, de trecho en trecho, la
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ojos, tapó el rostro cuanto pudo c
- Page 1783 and 1784:
más ancho, rodeado de juncos y are
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Muy contra su voluntad, a pesar de
- Page 1787 and 1788:
ga de Crespo; si tomaban por el otr
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za. No se movió. Que se fueran al
- Page 1791 and 1792:
era lo que ellas decían: al próji
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- Sí, más de lo que tú crees. -
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maridos de teatro… Ana, culpable
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- Ni yo creo que tu situación admi
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alambres para el telégrafo. Si est
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- «¡Egoísta, pensó don Víctor
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solas… -y se volvió el amo de la
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cómo. «Estaba, cerca de las diez
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nía en la cabeza toda una mitolog
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Pero no mató. Se acercó a la port
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pido, por un egoísta de yeso, por
- Page 1813 and 1814:
frente a frente, escaparía de mí
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perdono y si la tuviera entre mis m
- Page 1817 and 1818:
lla palidez, aquella voz ronca, aqu
- Page 1819 and 1820:
parda ceñida al cuerpo fuerte y de
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«Sí, aquélla era su loriga, aqu
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- De Cristo tengo yo que hablarle a
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- Una persona que ha protegido un
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«El mundo sabe» -había dicho don
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seos de pronta y terrible venganza;
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obligarle a batirse a muerte acto c
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usted lo sabe todo, volviera esta n
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el gobernador… lo de las votacion
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cuatro no pudo resistir ya el frío
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usted si consentía? No sabía nada
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tarde algunos señoritos se daban d
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- Sin embargo -decía Orgaz padre-
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habían sido los indiscretos. Petra
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- Nada, que Mesía, como era natura
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ver rotas aquellas relaciones que i
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en que le intimó la huida. Pero -d
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Don Víctor se levantó al siguient
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imposible la vida mientras no murie
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él iba a disparar sobre aquel guap
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quien había disparado, había sido
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El mes de Mayo fue digno de su nomb
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las marismas de Palomares inmediata
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miedo a la justicia, y a mí tambi
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Ella estaba condenada. Esto era cla
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Se sorprendía sintiendo un bienest
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como una novela, algo que interrump
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su vestido más apretado a las pier
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de sus amores reanudados con la Min
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tos, en su soledad, en el porvenir
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esolvió divertir a su pobre amiga
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- Será una obra de caridad. La pob
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- Yo… quisiera salir de esta casa
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Benítez desde que desapareció el
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Ahora nada; huir del dolor y del pe
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se encontraba a dos pasos del confe
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amado, se había presentado como en
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Jesús de talla, con los labios pá
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capilla en capilla cerrando verjas.
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