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INTRODUCCION: Té con SIR ENDIPITY

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En su fantasía, las dos modelos toman sus respectivas copas y las colocan a un lado<br />

del piso, una de ellas le retira la charola de sus manos sin brusquedad. Y la otra, <strong>con</strong> la nada<br />

casual sensualidad de las adormideras, la embriaga y recuesta. El borde de la mesa presiona<br />

sus muslos y la formica por completo empieza a presionar su mejilla. No hay sonidos<br />

alrededor aunque todos respiren pesadamente. La silueta vecina ha levantado la falda,<br />

dejando expuestas caderas y nalgas, y su larga uña <strong>con</strong>tinua explorando.<br />

La euroasiática desata el elástico del moño, dejando al escote deslizar al frente la<br />

cadena colgada al cuello. El crucifijo rebota sobre la mesa sugiriendo amarrar el ancla para<br />

siempre. En su fantasía, la piel de los hombros carece de pecas, lunares y cicatrices de acné.<br />

Ahora la silueta identificada <strong>con</strong> una mujer rubia se halla en cuclillas detrás de Paola y sus<br />

manos valoran los hemisferios de su culo, desplegándolo a la vista, sujetándolo firme. La<br />

lengua va al <strong>con</strong>tacto de la vagina <strong>con</strong> ansias húmedas y le obligan a pasar sangre y saliva<br />

por la garganta como se succiona la granada dulce del placer. Las modelos intercambian<br />

palabras que ella no logra entender, en tanto despajan su cabello y besan cuello y espalda.<br />

Paola muerde sus labios en una pausa.<br />

Y entonces se percata de que otra persona husmea a distancia.<br />

Paola descubre un par de ojos agitados como el juego de rojas banderas cambiantes<br />

en la niebla. La clase de acuciosidad de quién se halla mirando por largas horas un mismo<br />

punto, la clase de estudio de quién pasa y se detiene ante una vitrina. Son ojos de hombre.<br />

Paola no tenía modo de asegurarlo, pero lo sabía. Un vigilante jugando el juego del voyeaur<br />

mediante su cuerpo a merced de tres gráciles plumas esparciendo caricias hasta la<br />

demencia. Paola se sacude, pero en esta ocasión el estremecimiento no corresponde al<br />

clímax que toda fantasía <strong>con</strong>lleva. Lo que experimentaba era el temblor de la carne que se<br />

siente observada. Gritó.<br />

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