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INTRODUCCION: Té con SIR ENDIPITY

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máquina se tragó la moneda y éste se alejó a la obscuridad sin ni siquiera voltear a verle en<br />

ningún instante. En el juego del rincón ya se entretenía Serapis, aunque también podía<br />

haber pasado por una alucinación.<br />

¿Quién podría asegurarlo?<br />

En la tierra del anonimato, daba por llamarse a sí mismo Atari y no resultaba un<br />

nombre más importante que Apolo o Vishnu o Baal, por cuanto damos a olvidar la imagen<br />

de un nombre reducido a cenizas, acabamos divagando sobre la ceniza misma. Y si los<br />

dioses no pueden ser invocados, no obstante el largo catálogo del politeísmo, ¿Cómo puede<br />

un hombre cuyo nombre es des<strong>con</strong>ocido ser elogiado?<br />

Para él, su dios había sido Pac-man, aunque jamás le dio la oportunidad para creer<br />

en él. Tampoco quedó prevenido de los acuerdos silenciosos entre ángeles, por ende no<br />

sobraron devótos para un gurú llamado Atari como no los habría más para Cthulhu o Tlaloc<br />

o Mummu.<br />

Muy entrada esa noche, Atari habría de percatarse que siempre, por siempre, viviría<br />

en este terrible <strong>con</strong>vento donde los dioses obsoletos tienden a morir. Dioses <strong>con</strong> don de<br />

aplomo para dejar de serlos.<br />

Por cuanto él ya no creía en ningún dios...<br />

Ningún dios creería en él.<br />

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