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INTRODUCCION: Té con SIR ENDIPITY

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NADJA<br />

Tal como era su costumbre cada noche desde la primera vez que se <strong>con</strong>ocieron, ella se<br />

encaminó <strong>con</strong> linterna en mano y descalza hacia el barranco de los sueños, el fin del<br />

<strong>con</strong>tinente <strong>con</strong> las impetuosas olas fingiendo el paso en falso, para alumbrar por encima del<br />

hurto de la niebla al que él daba por llamar el linde del deseo.<br />

No obstante que ambos enamorados compartían el sol juntos, llegada la noche él<br />

prefería irse a dormir a solas a una cama de amarras en la región septentrional de la playa, a<br />

cuarenta pasos del punto donde la casa de dos pisos había sido <strong>con</strong>struida como favorece la<br />

marca de agua en el papel real. Lugar obstinado, entre la pleamar de las estrellas que se<br />

desmembran y el humo que huye y se alarga para siempre, derrumbando de cansancio una<br />

fogata de dulces actos amorosos y enfurecimientos cósmicos. La ropa flota en el espacio,<br />

pero la atrapan los tentáculos y casi es una mano (o siquiera un anticuado rascador de<br />

espalda para propiciar una especie de autoestímulo o la modorra). El insomnio prefiere<br />

quedarse de este lado. El extiende su cama y totalmente alejado, <strong>con</strong> su lámpara de pantalla<br />

rotatoria <strong>con</strong>ectada a la anguila, su radio de bulbos sintonizando no otra cosa que pop music<br />

y charla de los sesentas, un par de libros favoritos acerca de la inutilidad de la numismática<br />

y un plato de fruta silvestre que debió recolectar en el camino de la casa hasta el nido,<br />

dormirá a pierna suelta, sin que nada perturbe esa paz. Excepto por las pesadillas, por<br />

supuesto.<br />

Y como tal era su costumbre cada noche desde hace ocho años, ella se encaminó<br />

descalza y sosegando las bisagras, para darle un beso y atreverse a susurrar: buenas noches.<br />

Este era el rito.<br />

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