INTRODUCCION: Té con SIR ENDIPITY

“¡Oye, Guillermo, la peor parte ya pasó!”. Guillermo abrió los ojos para distinguir
muy borrosamente a Rogelio, quien le extendía una copa de vino.
El sonido del DC-10 era un suave murmullo. Guillermo, como es costumbre,
bostezó para ajustarse al cambio de presión dentro de cabina. Tomó la copa ofrecida y
moduló el flujo de aire en el panel sobre su cabeza. El aeropuerto internacional se acababa
de perder bajo las nubes...y ellos seguían subiendo, definitivamente.
-¡Que bueno que hiciste este viaje con nosotros!- dijo Rogelio a nombre del resto
del grupo -¡Es formidable tener al equipo de Vuelta como en los viejos tiempos!
Guillermo sonrió para asentir. Otros tres hombres sentados junto al interlocutor
elevaron sus copas y brindaron. Guillermo jugueteaba con un fascículo enrollado de la
revista y haciendo un ademán con el mismo, devolvió el cumplido. Con lasitud total volvió
a cerrar los ojos.
En el borde del cielo, era mejor cerrar los ojos y recordarse siempre temeroso de las
alturas, o dejarlos abiertos ante trece peldaños en el primer año de vida y la andadera,
apretándola con amor, da grandes bandazos por la bajada del susto como un lento rayo.
Rogelio.
-¡La revista está lista para recibir el premio nacional de periodismo!- sentenció
Guillermo abrió los ojos y volvió a sonreír. Sin contarse el mismo, había cuatro
excelentes artistas en el avión: espontáneos, humanitarios, elegantes y volátiles. El quinto
necesitaba encontrar su inspiración como un meridiano va en pos de la estrella polar...y
sospechaba que ahora debiera de encontrarse muy cerca de ella; 400 metros de altura y
elevándose todavía.
Guillermo, al filo del insomnio, imagino ser dueño de muchas identidades exactas y
fortuitas que suben el nivel de vacío en su termómetro como lo place el escenario de un
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