INTRODUCCION: Té con SIR ENDIPITY

intimidad quema el carbón interno y se remonta al departamento robado. Paola no pide
cuentas del ¿por qué? y ¿para qué? de las pertenencias sustraídas, sino que le aterra la idea
de que alguien hubiera visto su departamento en la ausencia, paseado por las habitaciones
de su vida privada, esculcando cajones y revisando gabinetes, ensuciando los muebles con
la mirada hasta el colmo de cagarse en el inodoro. El sitio había sido profanado. Sombras
invertebradas y olores ajenos anidaban en los rincones a partir de ese momento y,
difícilmente, volvería a pasearse desnuda allí.
Tanto se acongojó que hubo de solicitar servicios de mudanza a los tres días.
Ahora ahí se encontraban los ojos de nueva cuenta. Custodiando la marcha nupcial.
Paola sonríe al conductor y le solicita la llave del baño.
-¿Ya se siente mejor? -pregunta el chofer.
Ella asienta con la cabeza y enseguida se encamina dando tumbos hasta la parte
trasera del autobús. La letrina abierta se convierte en pastilla perfumada pero Paola vomita,
martilla y grita con el badajo de asco, luego lleva la oreja a la campana de la cerámica para
percibir sus vibraciones de frescura. Ahí desearía permanecer desodorizada y sujeta de
la fantasía acuática.
La fantasía cerámica.
La fantasía pastoral.
Dolor de ninfa. La orquesta
substituye al centauro con el pastor alemán. Ella se pone a gatas. El perro espera. Ella mira
por debajo del arco de sus piernas y estira la mano para descubrirse. Acordes de la viola
líquida. Dispuesta la temperatura de su obertura, se humedece los dedos y gatea hasta el
perro para dárselos a oler. Vuelve a girar y entonces el animal la monta con velocidad. El
fisgón observa, pero esos ladridos espantan su libido. Ella celebra
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