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INTRODUCCION: Té con SIR ENDIPITY

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LOTTO<br />

El rey del Tibet se hallaba gozando a un gordo albino.<br />

¡Oh loto gemelo de los glúteos!.<br />

Gran lama de los parques rodeados de mariposas negras como almas y agudos<br />

puñales que practican los matadores. La sarna de Job y el dolor de lumbago vencido por el<br />

vencedor, que periódicamente, en tanto bombeaba el corazón arrodillado y manso y<br />

gravitando de la gruesa cadena de oro de un reloj de ferrocarrilero, dirigía la boca espumosa<br />

a las vetas de luz donde juega el polvo de películas viejas. El hombre incoloro era una bola<br />

de sebo viajando la posición e<strong>con</strong>ómica de un periódico que se había vuelto enorme base en<br />

el suelo. Vicioso que jadeaba <strong>con</strong> trance insatisfecho, poniendo su mejor esfuerzo y plena<br />

<strong>con</strong>sciencia de jamás alcanzar el clímax. Moneda en un volado para rescatar su cara o cruz<br />

o canto. El rey del Tibet tuvo una corazonada.<br />

-¿Me la jugaré <strong>con</strong> 11o 41? –se preguntó y jamás se hizo audible.<br />

Once, habrá querido decir, wuns en el bostezo de un impropio inglés, de Una Vez o<br />

En otro tiempo que el rey del Tibet era un soldado del sarampión y como hijo único se le<br />

acercó este hombre <strong>con</strong> sus puños de justicia callejera, quien funcionó como el obrero de su<br />

paternidad por corto tiempo, para abandonarlo <strong>con</strong> la luna, la mujer que igualmente sirvió<br />

como su chingada madre.<br />

-Tú puedes ser lo que tú quieras proponerte, Albertico. Es el mero mero quién<br />

asusta al guardián entre el centenar, ¿entiendes, chamaco...entre el centenar?. Sea que te<br />

llames Sai Baba, Dalai Lama o Café Tacuba. ¡No hay tos, hijo!, tener la barriga inflada de<br />

hambre o estar prieto tampoco guarda la menor importancia. Sal a la calle y sé el mero<br />

mero. No se vale joder por joder sin cobrarse una jodida cháchara.<br />

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