Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Documentación<br />
Por su parte, la Iglesia en los Estados Unidos está llamada,<br />
a tiempo y a destiempo, a anunciar el Evangelio, que no se limita<br />
a proponer verdades morales inmutables, sino que las<br />
propone precisamente como la clave de la felicidad humana y<br />
de la prosperidad social (cf. Gaudium et spes, n. 10). Algunas<br />
tendencias culturales actuales, en la medida en que contienen<br />
elementos que podrían limitar el anuncio de estas verdades<br />
—bien restringiéndolo a los límites de una racionalidad meramente<br />
científica, bien eliminándolo en aras del poder político<br />
o del gobierno de la mayoría—, constituyen una amenaza no<br />
solo para la fe cristiana, sino también para la propia humanidad<br />
y para la verdad profunda acerca de nuestro ser y de<br />
nuestra vocación definitiva: la relación con Dios. Cuando una<br />
cultura intenta eliminar la dimensión del misterio definitivo y<br />
cerrar las puertas a la verdad trascendente, inevitablemente se<br />
depaupera y cae presa —como el difunto Papa Juan Pablo II<br />
con tanta claridad percibió— de interpretaciones reduccionistas<br />
y totalitarias de la persona humana y de la naturaleza de<br />
la sociedad.<br />
Con su larga tradición de respeto a una correcta relación<br />
entre fe y razón, la Iglesia ha de desempeñar un papel crucial<br />
en la lucha contra las corrientes culturales que, sobre la base<br />
de un individualismo extremo, intentan promover nociones de<br />
libertad separadas de la verdad moral. Nuestra tradición no<br />
habla basándose en una fe ciega, sino en una perspectiva racional<br />
que vincula nuestro compromiso de construir una sociedad<br />
auténticamente justa, humana y próspera a nuestra seguridad<br />
definitiva de que el cosmos está dotado de una lógica<br />
interna accesible a la razón humana. La defensa por parte<br />
de la Iglesia de una razón moral basada en la ley natural se<br />
basa en su convicción de que dicha ley, lejos de constituir una<br />
amenaza para nuestra libertad, es, por el contrario, un «lenguaje»<br />
que nos permite entendernos a nosotros mismos y<br />
comprender la verdad de nuestro ser, creando así un mundo<br />
más justo y humano. Por eso la Iglesia propone su doctrina<br />
moral como un mensaje no de coacción, sino de liberación, y<br />
como base para la construcción de un porvenir seguro.<br />
El testimonio de la Iglesia es, por lo tanto, público por su<br />
propia naturaleza: intenta convencer proponiendo argumentos<br />
racionales en la plaza pública. La separación legítima entre<br />
la Iglesia y el Estado no puede interpretarse en el sentido<br />
de que la Iglesia deba callar sobre ciertos temas, ni de que el<br />
Estado pueda optar por no prestar atención a las voces de los<br />
creyentes comprometidos en la determinación de los valores<br />
que han de forjar el futuro de la nación, o por no ser alcanzado<br />
por tales voces.<br />
A la luz de estas consideraciones, es imperativo que toda la<br />
comunidad católica estadounidense tome conciencia de las<br />
graves amenazas que para el testimonio moral público de la<br />
Iglesia representa un laicismo radical que halla expresión cada<br />
vez mayor en los ámbitos políticos y culturales. Hay que evaluar<br />
con claridad la gravedad de estas amenazas en todos los<br />
niveles de la vida eclesial. Resultan especialmente preocupantes<br />
los intentos que se llevan a cabo con vistas a limitar la más<br />
preciada de las libertades estadounidenses: la libertad de religión.<br />
Muchos de vosotros habéis señalado que se han realizado<br />
esfuerzos concertados con el fin de denegar el derecho a la<br />
objeción de conciencia a individuos católicos y a sus instituciones<br />
con respecto a la cooperación en prácticas intrínsecamente<br />
perversas. Otros me habéis hablado de una tendencia<br />
26 Número 3.609 ■ 11 de febrero de 2012<br />
preocupante a reducir la libertad religiosa a mera libertad de<br />
culto, sin garantías de respeto para la libertad de conciencia.<br />
Una vez más, se percibe la necesidad de un laicado católico<br />
comprometido, articulado y correctamente formado, dotado<br />
de un acusado sentido crítico respecto a la cultura dominante<br />
y del valor de hacer frente a un laicismo reduccionista<br />
que pretende deslegitimar la participación de la Iglesia en el<br />
debate público sobre las cuestiones que están determinando<br />
el futuro de la sociedad estadounidense. La preparación de<br />
unos dirigentes laicos comprometidos y la presentación de<br />
una articulación convincente de la visión cristiana del hombre<br />
y de la sociedad siguen siendo una tarea primordial de la Iglesia<br />
en vuestro país; tales cuestiones, como componentes<br />
esenciales que son de la nueva evangelización, deben forjar la<br />
visión y los objetivos de los programas catequéticos, a todos<br />
los niveles.<br />
En este sentido, deseo mencionar con satisfacción vuestros<br />
esfuerzos por mantener contactos con los católicos que se<br />
implican en la vida política y por ayudarles a comprender su<br />
responsabilidad personal de dar testimonio público de su fe,<br />
especialmente con respecto a los grandes problemas morales<br />
de nuestro tiempo: el respeto al don divino de la vida, la tutela<br />
de la dignidad humana y la promoción de los derechos humanos<br />
auténticos. Como observó el Concilio y quise yo reiterar<br />
durante mi visita pastoral, el respeto a la justa autonomía<br />
de la esfera secular debe también tener en cuenta la verdad<br />
según la cual no hay ningún ámbito de los asuntos de este<br />
mundo que pueda sustraerse al Creador y a su dominio (cf.<br />
Gaudium et spes, n. 36). No cabe ninguna duda de que un testimonio<br />
más constante por parte de los católicos estadounidenses<br />
en relación con sus convicciones más profundas contribuiría<br />
en gran medida a la renovación de la sociedad en su<br />
conjunto.<br />
Queridos hermanos en el episcopado: Con estas breves<br />
palabras he querido referirme a algunos de los temas más<br />
apremiantes a los que os enfrentáis en vuestro servicio al<br />
Evangelio y a la importancia que estos tienen para la evangelización<br />
de la cultura estadounidense. Nadie que examine estos<br />
temas con realismo puede ignorar las auténticas dificultades<br />
que la Iglesia encuentra en el momento actual. Sin embargo,<br />
en la fe, nos puede animar la creciente consciencia de<br />
la necesidad de preservar un orden civil claramente enraizado<br />
en la tradición judeocristiana, junto con la promesa que supone<br />
una nueva generación de católicos, cuya experiencia y<br />
cuyas convicciones tendrán un papel decisivo en la renovación<br />
de la presencia y del testimonio de la Iglesia en la sociedad<br />
estadounidense. La esperanza que estos «signos de los<br />
tiempos» nos dan constituye en sí misma una razón para renovar<br />
nuestros esfuerzos con vistas a movilizar los recursos<br />
intelectuales y morales de toda la comunidad católica al servicio<br />
de la evangelización de la cultura estadounidense y de la<br />
construcción de la civilización del amor.<br />
Con gran afecto os encomiendo a todos, junto con la grey<br />
confiada a vuestro desvelo, a la intercesión de María, Madre<br />
de la esperanza, y os imparto de corazón mi bendición apostólica<br />
como prenda de gracia y paz en Jesucristo nuestro Señor.<br />
■<br />
(Original inglés procedente del archivo informático de la<br />
Santa Sede; traducción de ECCLESIA)<br />
198