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DIOS EN LA CÁRCEL

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Documentación<br />

que no es solo contra Dios, sino que<br />

atañe también a la comunidad, exige el<br />

sacramento, y el sacramento es el gran<br />

don con el que puedo, en la confesión,<br />

liberarme de eso y recibir realmente el<br />

perdón, también en el sentido de una<br />

readmisión plena en la comunidad de<br />

la Iglesia viva, del Cuerpo de Cristo. Así,<br />

en este sentido, la absolución necesaria<br />

por parte del sacerdote, el sacramento,<br />

no es una imposición que —por así decirlo—<br />

limite la bondad de Dios, sino<br />

que, al contrario, es expresión de la<br />

bondad de Dios porque me demuestra<br />

que también concretamente, en la comunión<br />

de la Iglesia, he recibido el perdón<br />

y puedo empezar de nuevo. Por lo<br />

tanto, diría que hay que tener presentes<br />

estas dos dimensiones: la vertical, con<br />

Dios, y la horizontal, con la comunidad<br />

de la Iglesia y de la humanidad. La absolución<br />

del cura, la absolución sacramental,<br />

es necesaria para absolverme<br />

realmente de ese vínculo con el mal y<br />

reintegrarme en la voluntad de Dios, en<br />

la visión de Dios, completamente, en su<br />

Iglesia, y para darme la certeza, incluso<br />

casi corporal, sacramental, de que Dios<br />

me perdona, me recibe en la comunidad<br />

de sus hijos. Pienso que debemos<br />

aprender a comprender el sacramento<br />

de la penitencia en este sentido: una<br />

posibilidad de encontrar, casi corporalmente,<br />

la bondad del Señor, la certeza<br />

de la reconciliación.<br />

Pregunta: Santidad: Me llamo<br />

Nwaihim Ndubuisi, del Módulo G11.<br />

Santo Padre: El mes pasado realizasteis<br />

una visita pastoral a África, a la pequeña<br />

nación de Benín, una de las naciones<br />

más pobres del mundo. Visteis la fe y la<br />

pasión de aquellos hombres por Jesucristo.<br />

Visteis a personas que sufren por<br />

diferentes causas: racismo, hambre, trabajo<br />

infantil... Os pregunto: Ellos ponen<br />

la esperanza y la fe en Dios y mueren<br />

entre pobreza y violencias. ¿Por qué Dios<br />

no los escucha? ¿Tal vez Dios escucha<br />

solo a los ricos y a los poderosos que, en<br />

cambio, no tienen fe? Gracias, Santo Padre.<br />

Respuesta: Ante todo quisiera decir<br />

que fui muy feliz en su tierra; la acogida<br />

por parte de los africanos fue extraordinariamente<br />

cálida; percibí esa<br />

cordialidad humana que en Europa<br />

está un poco ofuscada, porque llevamos<br />

tantas otras cosas en el corazón<br />

que lo endurecen un poco. Allí había<br />

una cordialidad que definiría como<br />

exuberante; sentí también la alegría de<br />

vivir, y esa era una de las impresiones<br />

bonitas para mí: pese a la pobreza y a<br />

todos los grandes sufrimientos que<br />

también vi —saludé a leprosos, a enfermos<br />

de sida, etcétera—, pese a todos<br />

esos problemas y a la gran pobreza,<br />

hay alegría de vivir, alegría de ser criaturas<br />

humanas, porque hay una consciencia<br />

originaria de que Dios es bueno<br />

y me ama, y de que ser hombre<br />

significa ser amado por Dios. Por lo<br />

tanto, digamos que esta era para mí la<br />

impresión dominante, fuerte: ver, en<br />

un país que sufre, más dicha y alegría<br />

que en los países ricos. Y esto me lleva<br />

también a pensar que en los países ricos<br />

la alegría brilla a menudo por su<br />

ausencia; todos estamos totalmente<br />

ocupados con tantos problemas:<br />

cómo hacer esto, cómo conservar<br />

aquello, comprar más. Y con el montón<br />

de cosas que tenemos nos vemos<br />

cada vez más alejados de nosotros<br />

mismos y de esa experiencia originaria<br />

de que Dios existe y de que Dios está<br />

a mi lado. Por eso diría que tener<br />

grandes propiedades y tener poder no<br />

hace necesariamente feliz, no es el don<br />

más grande. Incluso diría que puede<br />

ser algo negativo, que me impide vivir<br />

realmente. Las medidas de Dios, los<br />

criterios de Dios, difieren de los nuestros.<br />

Dios da también a esos pobres<br />

alegría, el reconocimiento de su presencia;<br />

les hace sentir que está a su<br />

lado también en el sufrimiento, en las<br />

dificultades, y, naturalmente, nos llama<br />

a todos a hacer de todo para que puedan<br />

salir de esas tinieblas de las enfermedades,<br />

de la pobreza. Ésta es tarea<br />

nuestra, y al hacerla nosotros también<br />

podemos volvernos más alegres. Por<br />

lo tanto, las dos partes deben completarse:<br />

nosotros debemos ayudar a que<br />

también África y esos países pobres<br />

puedan superar esos problemas, la<br />

pobreza, ayudarles a vivir; y ellos pueden<br />

ayudarnos a comprender que las<br />

cosas materiales no tienen la última<br />

palabra. Y tenemos que rezarle a Dios:<br />

muéstranos, ayúdanos a que haya justicia,<br />

para que todos puedan vivir en la<br />

alegría de ser hijos tuyos.<br />

34 Número 3.609 ■ 11 de febrero de 2012<br />

ORACIÓN<br />

DETRÁS DE LOS BARROTES<br />

Santidad: Me llamo Stefano, Módulo<br />

G11.<br />

¡Oh, Dios! Dame el valor de llamarte<br />

Padre. Sabes que no siempre logro<br />

pensar en ti con la atención que mereces.<br />

Tú no te has olvidado de mí, aunque<br />

vivo a menudo alejado de la luz de tu<br />

rostro.<br />

Haz que te sienta cercano, pese a<br />

todo, pese a mi pecado, ya sea este<br />

grande o pequeño, secreto o público.<br />

Dame la paz interior, la que solo tú<br />

puedes dar.<br />

Dame la fuerza de ser auténtico, sincero;<br />

arranca de mi rostro las caretas<br />

que nublan la consciencia de que valgo<br />

algo solo por ser tu hijo. Perdona mis<br />

culpas y dame también la posibilidad<br />

de hacer el bien.<br />

Acorta mis noches insomnes; dame<br />

la gracia de la conversión del corazón.<br />

Acuérdate, Padre, de quienes están<br />

fuera de aquí y aún me quieren, para<br />

que, al pensar en ellos, me acuerde de<br />

que solo el amor da vida, mientras que<br />

el odio destruye y el rencor transforma<br />

en infierno los días largos e interminables.<br />

¡Acuérdate de mí, oh Dios! Amén.<br />

Tras la oración, el Papa dijo:<br />

Queridos amigos: He dicho que todos<br />

nosotros somos hijos de Dios;<br />

como hijos recemos ahora juntos a<br />

nuestro Padre como el Señor nos enseñó<br />

a rezar: «Padre nuestro...».<br />

Y al término de su visita, afirmó:<br />

Queridos amigos: Un agradecimiento<br />

cordial por esta acogida; deseo a todos<br />

una feliz Navidad. Que nos alcance<br />

un poco de la luz del Señor. El Adviento<br />

es tiempo de espera: aún no hemos<br />

llegado, pero sabemos que vamos hacia<br />

la luz y que Dios nos ama. En este<br />

sentido, feliz domingo y también feliz<br />

Navidad. ¡Felicidades! Gracias. ■<br />

(Original italiano procedente del archivo<br />

informático de la Santa Sede; traducción<br />

de ECCLESIA)<br />

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