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Cautividad Babilónica De La Iglesia - Escritura y Verdad

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<strong>La</strong> <strong>Cautividad</strong> <strong>Babilónica</strong> <strong>De</strong> <strong>La</strong> <strong>Iglesia</strong><br />

de forma activa; lo que hacemos por medio suyo es recibir las promesas y el signo como sujetos<br />

pasivos de esta comunión; esto sucede también con los laicos: no se puede decir que efectúen una<br />

cosa buena, sino que la reciben. Pero los sacerdotes, en esa escalada de impiedades, han trocado<br />

el sacramento y el testamento divinos en una obra buena que ofrecer y comunicar por los demás,<br />

cuando en realidad no cabe hablar más que de un bien recibido.<br />

«Pero entonces -podrás objetar- estás echando por tierra el sentido y el modo secular de<br />

actuar de todas las iglesias, de todos los monasterios, cuya base está constituida por las misas,<br />

aniversarios, sufragios, aplicaciones, comunicaciones y tantas otras cosas de las que extraen esas<br />

rentas tan enormes». Mi respuesta es que precisamente ahí está el motivo que me impulsó a<br />

escribir sobre este cautiverio de la iglesia. <strong>La</strong>s opiniones, los hábitos de hombres perversos han<br />

hecho que se prescinda de la palabra de Dios y nos la han suplantado por ficciones de su corazón,<br />

han seducido al mundo entero y, de esta manera, han reducido este venerable testamento de Dios<br />

a la servidumbre del lucro material más impío. ¿Qué me importa la multitud y la magnitud de los<br />

equivocados? Mucho más poderosa es la verdad. Si eres capaz de refutar a Cristo, que enseña que<br />

la misa es testamento y sacramento, estoy dispuesto a justificarlos. También estoy dispuesto a<br />

retractarme gustosamente, si tienes argumentos para afirmar que hace una obra buena quien<br />

recibe el beneficio del testamento o quien usa el sacramento de la promesa en este mismo sentido.<br />

Ahora bien, como ninguna de estas cosas lograrás hacer, ¿qué te detiene para decidirte a dar<br />

gloria a Dios, para confesar su verdad sin hacer el menor caso a esa turbamulta que se precipita<br />

hacia el mal, es decir, de todos los sacerdotes de intenciones malignas que se empeñan en<br />

considerar a la misa como una obra con la que socorrer sus necesidades propias y las de los<br />

demás, sean vivos o muertos? Ya sé que estoy diciendo cosas inauditas y desconcertantes; pero si<br />

te fijas en la esencia de la misa, te darás cuenta perfecta de que lo que afirmo es la pura verdad.<br />

Por eso puedes palpar las consecuencias de la seguridad excesiva que nos ha impedido percibir<br />

cómo Dios ha ido acumulando progresivamente su cólera contra nosotros.<br />

No tengo inconveniente alguno en admitir que las oraciones que dirigimos a Dios cuando<br />

estamos congregados para recibir la misa son obras buenas o beneficios que nos repartimos<br />

mutuamente, que nos aplicamos, comunicamos y ofrecemos los unos por los otros. Santiago nos<br />

indica esta comunidad de oraciones para salvarnos 36 y Pablo (1ª Tim 2) ordena las súplicas,<br />

oraciones, peticiones por todos los hombres, por los reyes y los constituidos en dignidad 37 . Ahora<br />

bien, nada de esto es la misa; son obras operadas en la misa, si es que se pueden denominar obras<br />

las oraciones del corazón y de la boca, puesto que se realizan en virtud de la fe que se recibe y<br />

aumenta en el sacramento, y la misa y la promesa de Dios no se cumplen en virtud de la oración<br />

sino de la fe. No obstante ¿hay algún sacerdote que crea que al sacrificar esté ofreciendo sólo<br />

oraciones? Todos se piensan que ofrecen el propio Cristo al Dios padre, como hostia del todo<br />

suficiente, que cumplen una obra buena en favor de quienes quieren ayudar. Esto se explica<br />

porque ponen su confianza en el valor de la obra realizada (in opere operato), virtualidad que,<br />

naturalmente, no atribuyen a la oración. <strong>De</strong> esta forma, y en virtud de un error cada día más<br />

generalizado, han ido asimilando al sacramento lo que es propio de la oración y ofrecen a Dios lo<br />

que tienen que aceptar como beneficio.<br />

Por tanto, hay que distinguir con mucho cuidado el testamento o el sacramento mismo de<br />

las oraciones que le acompañan. No sólo eso: conviene tener en cuenta también que las oraciones<br />

resultan totalmente inútiles, tanto para quienes oran como para aquellos en cuyo favor se dirigen,<br />

si no se ha recibido con antelación el testamento en la fe, para que sea ésta -la única que es<br />

36 Sant 5, 16.<br />

37 1ª Tim 2, 1 ss.<br />

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