Cautividad Babilónica De La Iglesia - Escritura y Verdad
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<strong>La</strong> <strong>Cautividad</strong> <strong>Babilónica</strong> <strong>De</strong> <strong>La</strong> <strong>Iglesia</strong><br />
de los misterios divinos» 86 . Cuando dijo: «Todo el que creyere y fuere bautizado se salvará»,<br />
provocó la fe de los que se habían de bautizar, para que el hombre estuviese seguro de que si se<br />
bautiza y cree, conseguirá la salvación en virtud de esta promesa. Ningún poder se otorgó en esta<br />
circunstancia; lo que se instauró fue el ministerio de los bautizantes. <strong>De</strong> la misma forma con estas<br />
otras palabras, «Todo lo que atares, etc.» excita la fe del penitente, para que en virtud de la<br />
promesa de estas palabras, y si recibe la absolución con fe, también esté absuelto en el cielo.<br />
Tampoco en este lugar se hace referencia a ningún poder, sino al ministerio del que da la<br />
absolución. Es extraño lo que ha sucedido con esta gente ciega y engreída. Resulta que no han<br />
sometido la promesa bautismal a su tiranía; ¿por qué motivo entonces pretenden someter la<br />
promesa penitencial? Porque es evidente que en ambos casos se trata de un ministerio similar, de<br />
una promesa parecida, y el sentido sacramental es idéntico. Por tanto, si el bautismo no se reserva<br />
a Pedro en exclusiva, ¿por qué tiránica impiedad se reserva el papa para sí solo las «llaves»?<br />
Lo mismo ocurre cuando dice «tomad, esto es mi cuerpo que será entregado por<br />
vosotros», «éste es el cáliz en mi sangre, etc.». 87 Lo que intenta con estas palabras es provocar la<br />
fe de los que comen, para que, asegurada su conciencia por la fe, tengan la certidumbre de que se<br />
les concede la remisión de los pecados si han comido. Nada hay aquí que suene a potestad; sólo<br />
se habla de ministerio. <strong>De</strong> todas formas, la promesa del bautismo se ha conservado con los niños;<br />
la del pan y el cáliz se ha extinguido y se la ha reducido a la servidumbre de la codicia. <strong>La</strong> fe se<br />
ha trocado en obra, del testamento ha nacido el sacrificio. <strong>La</strong> promesa de la penitencia ha caído<br />
en la más violenta de las tiranías, y a base de ella se ha erigido un imperio más que temporal.<br />
No se ha saciado con esto nuestra Babilonia. Ha hecho desaparecer la fe y ha llegado<br />
hasta afirmar que no se requiere en este sacramento. Más aún: su impiedad anticrística se ha<br />
atrevido a definir como hereje al que osare afirmar que la fe es necesaria. ¿Hay algo más que esa<br />
tiranía haya podido hacer y no lo haya hecho? <strong>Verdad</strong>eramente «estamos sentados a la orilla de<br />
los ríos de Babilonia y lloramos cuando nos acordamos de ti, Sión. En los álamos de las orillas<br />
tenemos colgadas nuestras cítaras. Que maldiga el Señor a los álamos estériles de estos ríos,<br />
amén» 88 .<br />
Han desfigurado y destruido la promesa y la fe; veamos los sucedáneos con que las han<br />
sustituido. Tres partes han atribuido a la penitencia: contrición, confesión y satisfacción. Pero lo<br />
han hecho de tal forma, que se las han arreglado para extirpar lo bueno que puedan tener y apoyar<br />
en ellas el reinado de sus apetitos y de su tiranía.<br />
Comencemos diciendo que predican la contrición de tal manera, que la fe en la promesa<br />
queda postergada; envilecen la contrición al presentarla no como efecto de la fe sino como<br />
mérito. <strong>De</strong> la fe ni siquiera hacen mención. Se han atenido a las obras y ejemplos de las<br />
<strong>Escritura</strong>s que trasmiten cómo muchos alcanzaron el perdón por la contrición de corazón y por la<br />
humildad; pero pasan por alto la fe, que es la que en realidad opera la contrición y el dolor de<br />
corazón, como se dice de los ninivitas (Jon 2): «Creyeron los ninivitas en el Señor y predicaron el<br />
ayuno, etc.» 89 . Mis osados, peores que los ninivitas, han inventado una especie de atrición, que,<br />
en virtud del poder de las «llaves» (del que ni idea tienen), han convertido en contrición; se la<br />
atribuyen a los impíos y a los incrédulos, y de esta suerte ni rastro queda de contrición. ¡Oh ira<br />
aplastante de Dios; que puedan enseñarse tales dislates en la iglesia de Cristo! <strong>De</strong>spués de haber<br />
abolido la fe y sus efectos caminamos tan tranquilos, mejor, perecemos, apoyados en doctrinas y<br />
86 1ª Cor 4, 1.<br />
87 1ª Cor 11, 24.<br />
88 Sal 137, 1-2.<br />
89 Jon 3, 5.<br />
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