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Cautividad Babilónica De La Iglesia - Escritura y Verdad

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<strong>La</strong> <strong>Cautividad</strong> <strong>Babilónica</strong> <strong>De</strong> <strong>La</strong> <strong>Iglesia</strong><br />

tendría que ser el máximo predicador y defensor de esta libertad y de esta sabiduría, como<br />

corresponde al primero de los pastores y en conformidad con las palabras de Pablo (2 Cor 4) :<br />

«Que aparezcamos ante los hombres como ministros de Cristo y dispensadores de los misterios y<br />

sacramentos de Dios» 65 . Por el contrario, no hace más que oprimir con sus decretos y leyes y<br />

cautivar en la trampa tiránica de su potestad. ¿Qué derecho asiste al papa para someternos a sus<br />

leyes, por no aludir siquiera a lo impía y condenadamente que prescinde de enseñar esta doctrina?<br />

¿Quién le ha otorgado poder para reducir a cautiverio esta libertad que se nos dio en el bautismo?<br />

Como dije, el solo propósito que debe guiar toda la actuación de nuestra existencia es el de<br />

bautizarnos; o sea, que nos mortifiquemos y vivamos por la fe de Cristo, la única que se nos ha<br />

enseñado, sobre todo por el pastor supremo. Pero ahora, relegada al silencio, ha muerto la iglesia<br />

por el peso de las infinitas leyes referentes a obras y ceremonias, ha desaparecido la fuerza y la<br />

sabiduría del bautismo, se ponen cadenas a la fe de Cristo.<br />

Que quede bien claro: ni el papa, ni los obispos, ni hombre alguno tienen derecho a<br />

someter al cristiano a la ley ni de una sílaba si no media el consentimiento de éste. Es tiránica<br />

cualquiera otra forma de actuar. Por tanto, las oraciones, ayunos, donaciones, todo lo que el papa<br />

ordena y exige en sus decretos, tan innumerables como inicuos, lo está ordenando y exigiendo sin<br />

que le asista ningún derecho, y peca contra la libertad de la iglesia cada vez que intenta algo de<br />

este estilo. <strong>De</strong> ahí la situación curiosa a que se ha abocado en nuestros días; los eclesiásticos<br />

actuales se han convertido en defensores acérrimos de las libertades eclesiásticas, quiero decir de<br />

los mojones, de los bosques, de los campos, de los censos que, por llamarse eclesiásticos, se han<br />

asimilado a espirituales. Bajo estas expresiones fingidas, la realidad es que no sólo han reducido a<br />

cautiverio la verdadera libertad de la iglesia, sino que también la han destruido de forma más<br />

temible que los turcos y a despecho de la orden del apóstol: «No caigáis en la servidumbre de los<br />

hombres» 66 . Ahora bien, el sujetarse a estas leyes y ordenanzas tiránicas es lo mismo que<br />

adscribirse a la servidumbre de los hombres.<br />

Colaboran en la implantación de esta impía y perdida tiranía los discípulos del papa, al<br />

retorcer y depravar las palabras de Cristo: «El que os escucha a vosotros a mí me escucha» 67 . Con<br />

sus bocas enormes hinchan estas palabras para aplicarlas a sus tradiciones; y resulta que, sin<br />

aludir para nada al evangelio, adaptan las citadas palabras sólo a sus fábulas, cuando la realidad<br />

es que Cristo las dirigió a sus apóstoles cuando marchaban a predicar el evangelio y que sólo al<br />

evangelio pueden referirse. Dice Juan (cap. 10): «Mis ovejas escuchan mi voz, no escuchan las<br />

voces de los extraños» 68 . Por eso el evangelio se nos legó para que los pontífices hicieran oír la<br />

voz de Cristo; lo aprovechan, sin embargo, para hablar ellos y saciar su deseo de ser escuchados.<br />

También afirma el apóstol que fue enviado no para bautizar sino a evangelizar 69 . Por tanto, nadie<br />

está sometido a las tradiciones del pontífice; no hay siquiera que escucharle, a no ser cuando<br />

predica el evangelio y a Cristo, ni tiene él que enseñar más que la fe libérrima. ¿Por qué motivo<br />

no se decidirá el papa a escuchar a otros si Cristo dice: « El que os escucha a vosotros a mí me<br />

escucha»? Porque no se dirige sólo a Pedro ni dice « el que te oye a ti». Por último, donde hay fe<br />

verdadera es imprescindible que se dé también la palabra de la fe; ¿por qué, entonces, el papa no<br />

escucha de vez en cuando a algún siervo fiel suyo que posee la palabra de la fe? Ceguedad, sólo<br />

ceguedad es la que reina entre los pontífices.<br />

65 1 Cor 4, 1.<br />

66 1 Cor 7, 23.<br />

67 Lc 10, 16.<br />

68 Jn 10, 27.<br />

69 1 Cor 1, 17.<br />

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