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todos los estratos de la convivencia,<br />
— así como por otros abusos y<br />
escándalos.<br />
La Constitución fue aprobada<br />
el 9 de diciembre de 1931 y al día<br />
siguiente Niceto Alcalá Zamora<br />
fue elegido presidente de la<br />
República. Este presumía de ser<br />
tan católico, que llegó a pedir a<br />
la Santa Sede el privilegio de tener<br />
oratorio privado en su casa;<br />
pero le fue negado por Pío XI,<br />
porque le consideraba responsable<br />
de las leyes anticlericales y<br />
antirreligiosas que él mismo promulgaba<br />
con su firma presidencial.<br />
«Los republicanos católicos<br />
nos sentimos engañados»<br />
Los diputados católicos eran exigua<br />
minoría en las Cortes y sus intervenciones<br />
en cuestiones que afectaban a las relaciones<br />
Iglesia-Estado no hacían más<br />
agravar la situación, no precisamente por<br />
culpa de ellos sino por culpa de un Parlamento<br />
sectario, fanático y ciego, que<br />
los cubría de insultos, vulgaridades y<br />
provocaciones cada vez que tomaban la<br />
palabra.<br />
Formaban parte de este grupo parlamentario<br />
los agrarios, los tradicionalistas<br />
y otros católicos independientes que durante<br />
las Cortes Constituyentes cumplieron<br />
con su deber y combatieron duras<br />
batallas con inteligencia y ardor. Pero, a<br />
pesar de todo esto, no consiguieron un<br />
resultado práctico porque los católicos<br />
Vidal<br />
i Barraquer<br />
1593<br />
El nuncio Tedeschini (derecha), en una fotografía de 1927<br />
junto al general Primo de Rivera y el cardenal Segura.<br />
Niceto Alcalá<br />
Zamora<br />
no tuvieron influencia alguna ni en las<br />
Cortes Constituyentes ni en los ministerios.<br />
Los ministros los consideraban<br />
como adversarios a los que había que<br />
destruir y, por tanto, no solamente no les<br />
apoyaban sino que ni siquiera los escuchaban.<br />
Contra los católicos vasco-navarros<br />
manifestó una obstinada aversión y,<br />
los atacó siempre con particular ensañamiento,<br />
el ministro de Obras Públicas,<br />
Indalecio Prieto, que tenía su base política<br />
en Bilbao, y, como no quería perderla,<br />
combatía una batalla sin tregua<br />
contra todos ellos.<br />
El admirable esfuerzo de los católicos<br />
resultaba inútil en una Cámara que no<br />
quería dialogar, ni comprender, ni razonar,<br />
que no transigía ni conocía la educación,<br />
la libertad, el respeto y la moderación;<br />
y tenía una sola finalidad: desahogar<br />
su odio antirreligioso o, mejor<br />
dicho, anticatólico, con los métodos de<br />
Número 3.333 ■ 28 de octubre de 2006<br />
Reportaje<br />
un sectarismo sin precedentes.<br />
Cuando los católicos tomaban<br />
una iniciativa, ningún otro grupo<br />
se prestaba jamás a sostenerla; y<br />
todos dejaban a los pobres diputados<br />
católicos en el más<br />
completo aislamiento. Además<br />
los atemorizaban con los gritos,<br />
intemperancias e insultos de los<br />
llamados «jabalíes». Inventó este<br />
calificativo, que pasó inmediatamente<br />
al diccionario político, el<br />
diputado José Ortega y Gasset<br />
para aplicarlo a los radical-socialistas,<br />
quienes, unidos a los<br />
socialistas, formaban el sector<br />
más extremista de la Cámara, y<br />
eran considerados, como «bestias<br />
feroces, siempre dispuestas<br />
al asalto de alguien, y especialmente<br />
de la Iglesia».<br />
Cuando el debate se prolongaba o resultaba<br />
difícil de sostener porque los «jabalíes»<br />
no tenían razones para rebatir las<br />
tesis de los católicos, entonces se recurría<br />
a la llamada guillotina, que consistía<br />
en hacer presentar a cualquier diputado<br />
una moción con la que se pedía que terminara<br />
la discusión; y ésta era aprobada<br />
inmediatamente y votada con una mayoría<br />
aplastante. Este método se aplicó con<br />
frecuencia para zanjar en contra de la<br />
Iglesia los temas religiosos que se debatían<br />
las Cortes Constituyentes.<br />
De este forma, toda acción parlamentaria<br />
resultaba nula; y, siendo nula<br />
cualquier iniciativa parlamentaria de<br />
los católicos, el Gobierno no la tomaba<br />
en consideración ni dentro ni fuera<br />
de los ministerios. En dichas Cortes no<br />
servía para nada ser honrado y respetuoso;<br />
lo único que contaba realmen-<br />
Indalecio Prieto durante su toma de posesión como ministro<br />
de Obras Públicas. A su izquierda, Alvaro de Albornoz.<br />
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