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MUHAMMAD YUNUS MUHAMMAD YUNUS

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Lourdes Azorín Ortega<br />

Secretaria de la Federación de Movimientos<br />

de Acción Católica<br />

Seguramente conocéis el chiste: Va<br />

un señor en el vagón de un tren<br />

oyendo a unas señoritas hablar y<br />

en un momento dado les pregunta:<br />

—Señoritas, ¿preguntar es ofender?<br />

Ellas sorprendidas le contestan: —No,<br />

señor. Y, a renglón seguido, el señor:<br />

—¿Ustedes son..., se dedican a la...<br />

prostitución?<br />

Me venía a la cabeza el susodicho<br />

chiste a propósito de lo difícil que resulta<br />

dialogar y, en ocasiones, cuando<br />

hay desacuerdos, lo doloroso que es.<br />

Yo me reconozco una persona apasionada<br />

y con la sangre más<br />

bien caliente y esto es, en unas<br />

ocasiones, una ventaja y, en<br />

otras, una dificultad grande para<br />

el diálogo. Como en todo lo humano,<br />

no hay caracteres perfectos,<br />

todo tiene su cruz y su gloria.<br />

Reconozco que cuando me<br />

caliento digo cosas con mala…,<br />

con mal humor y «cabreada».<br />

También reconozco que, quizá<br />

por mi profesión, estoy especialmente<br />

entrenada para<br />

ponerme en el lugar del otro y<br />

esto me ayuda muchísimo.<br />

Puede que, en ocasiones, esto<br />

sea una defensa que yo me<br />

aplico para «sobrevivir» en estas<br />

batallas dialécticas. Pero el caso es<br />

que, casi siempre, logro entender al<br />

otro («dice esto porque ha vivido esto<br />

otro») o, lo siento asustado y desde<br />

ahí entiendo su prevención y su rechazo<br />

ante lo que sea. Puede que me<br />

equivoque en muchos casos, pero, si<br />

entiendo, comprendo o me explico las<br />

situaciones, puedo salvar a las perso-<br />

nas y seguir queriéndolas aunque<br />

considere que sus palabras son equivocadas<br />

e injustas o insultantes.<br />

Cuando uno se siente<br />

ofendido<br />

Hay ocasiones en las que esto produce<br />

mucho dolor e impotencia,<br />

cuando tienes por un lado, tu propio<br />

sentimiento de ofendida y, por otro<br />

lado, estás viendo y haciéndote cargo<br />

del daño del otro. En tales situaciones<br />

me dan ganas de salir corriendo a<br />

donde sea. Supongo que en algunas<br />

ocasiones lo habré hecho. Voy aprendiendo<br />

poco a poco a asumir esa impotencia<br />

de no poder solucionar ni<br />

aclarar ni razonar y de permanecer<br />

confiando con la conciencia de que<br />

también la esperanza es un don.<br />

Anoche cuando llegué a casa tuve<br />

una «pelotera» con mi sobrino, una<br />

discusión doméstica y tonta de las<br />

que se dan muchas en las familias. Iba<br />

la cosa de por qué había tendido la<br />

ropa si iba a llover, que qué pasa porque<br />

la recojas, que si no soy tu criado,<br />

que si te vas a lavar tú tu ropa… Al final<br />

terminé diciéndole: Bueno, pero<br />

que sepas que te quiero. Se lo dije con<br />

el mismo tono y gesto que si le estuviera<br />

mandando a paseo. Incluso una<br />

38 Número 3.333 ■ 28 de octubre de 2006<br />

Aprender a dialogar<br />

verdad fundamental como ésa («te<br />

quiero»), llamada a suscitar amor y<br />

comprensión, se puede convertir en<br />

un arma arrojadiza.<br />

Malentendidos<br />

Cuando hay un poquito menos de<br />

cariño de por medio, la cosa puede<br />

ser mucho más sutil, cruel y cínica,<br />

como aquel señor del tren del chiste...<br />

Hoy me dan ganas de hacer como<br />

Mafalda y subirme a mi silla y hacer<br />

un llamamiento mundial a la caridad<br />

fraterna que se exprese en la libertad<br />

para hablar de todo con todos; evitando,<br />

constantemente y lo más que<br />

podamos, hacer juicios de intenciones;<br />

partiendo de la confianza en el<br />

otro, abriendo paso al deseo de escuchar<br />

lo que tenga que decirme, haciendo<br />

sitio al juicio favorable como<br />

que es cierto lo que dice, y si hay<br />

error es por un malentendido o una<br />

falta de información o una razón<br />

que seguramente nos hace<br />

entenderle. Escuchar combatiendo<br />

nuestras susceptibilidades<br />

para que, en la medida de<br />

lo posible, podamos trascender<br />

las formas y no cojamos el rábano<br />

por las hojas. También<br />

hacer los mayores esfuerzos<br />

por cuidar las formas y procurar<br />

establecer una dinámica<br />

constructiva y propositiva.<br />

Humildad ante<br />

las «meteduras de pata»<br />

También me digo a mí misma<br />

que hay que tener paciencia y que hay<br />

que asumir la impotencia de no poder<br />

en muchas ocasiones hacer o solucionar<br />

o aportar… Que hay que tener<br />

humildad en primer lugar para reconocer<br />

mis «meteduras de pata» y poder<br />

perdonarme, asumiendo el mal<br />

que me sale con tanta frecuencia, incluso<br />

cuando quiero hacer el bien. ■<br />

1610

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