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con los demás organismos internacionales<br />
y una coherencia entre planes y<br />
acciones, de forma que la complejidad<br />
de la economía y de las relaciones sociales<br />
no frustre o retrase el reto mundial<br />
de un trabajo decente.<br />
4<br />
Dos pasos dados en esta dirección<br />
aportan una dimensión<br />
alentadora a la puesta por obra de unos<br />
objetivos de trabajo decente. El primero<br />
atañe al Convenio sobre las Peores Formas<br />
de Trabajo Infantil de 1999 (n. 182)<br />
y a la buena noticia reciente de que por<br />
vez primera el número de niños obligados<br />
a trabajar se ha reducido en un 11%<br />
entre 2000 y 2004, pasando de 248 a<br />
214 millones. La perspectiva de que los<br />
niños queden excluidos de los trabajos<br />
agrícolas y mineros, no se vean obligados<br />
a prostituirse y puedan ser escolarizados<br />
y crecer con esperanza debería<br />
intensificar la determinación de gobiernos,<br />
empresarios, sindicatos y de la sociedad<br />
civil con vistas a eliminar por<br />
completo el trabajo infantil. El segundo<br />
paso concierne al Convenio y a la Recomendación<br />
Marco sobre Seguridad y<br />
Señor presidente:<br />
1<br />
El objetivo del desarrollo sostenible,<br />
habitualmente perseguido<br />
por el Consejo Económico y Social<br />
(ECOSOC), ha tomado una dirección<br />
nueva y oportuna durante la<br />
presente sesión. El tema en el que centra<br />
su atención el ECOSOC es a la vez<br />
oportuno y estratégico: «Creación de<br />
un entorno a escala nacional e internacional<br />
que propicie la generación<br />
del empleo pleno y productivo y el<br />
trabajo decente para todos, y sus consecuencias<br />
sobre el desarrollo sostenible».<br />
Esta Delegación de la Santa Sede<br />
respalda totalmente dicho programa,<br />
que pone de relieve el lugar central de<br />
1603<br />
Salud Ocupacional, que felizmente se<br />
adoptará en fechas próximas. Un entorno<br />
laboral seguro y saludable forma<br />
parte integrante de un trabajo decente,<br />
especialmente si se considera que cada<br />
año se registran 270 millones de accidentes<br />
laborales, y que 160 millones de<br />
personas sufren enfermedades relacionadas<br />
con el trabajo. Se trata de accidentes<br />
y enfermedades que causan cada<br />
día la muerte a unos cinco mil trabajadores<br />
(3). El desarrollo paciente de normas<br />
laborales, cuando se cuenta con la<br />
voluntad política y la colaboración de<br />
todos los componentes de la sociedad,<br />
se convierte en herramienta eficaz que<br />
produce resultados y que mejora el<br />
mundo del trabajo.<br />
5<br />
Señor presidente: En conclusión,<br />
la rápida evolución del proceso<br />
de globalización influye directamente en<br />
la organización de la producción y del<br />
trabajo, y sigue requiriendo adaptación e<br />
imaginación en apoyo del trabajo decente.<br />
Pero, para que éste sea realmente<br />
decente, la persona —como ha recordado<br />
el Papa Benedicto XVI a los trabaja-<br />
la persona humana y el valor del trabajo<br />
del hombre y que señala la vía<br />
para superar la pobreza y la marginalidad<br />
crónicas. El trabajo decente implica,<br />
en efecto, una calidad de vida<br />
que trasciende la producción, ya que<br />
es una dimensión de la propia persona,<br />
que otorga al trabajo su más elevado<br />
valor.<br />
Las personas desempleadas en<br />
busca y a la espera de un empleo han<br />
alcanzado ya su cifra más alta, con el<br />
consiguiente y grave riesgo de que la<br />
lucha contra la pobreza y el cumplimiento<br />
de los Objetivos de Desarrollo<br />
del Milenio se vean frustrados y de<br />
que esta frustración provoque a su<br />
vez alteraciones del orden público y,<br />
Número 3.333 ■ 28 de octubre de 2006<br />
Documentación<br />
dores con ocasión del 1 de mayo de<br />
este año— ha de ser «sujeto y protagonista<br />
del trabajo». Y es que el trabajo reviste<br />
una importancia primaria «para la<br />
realización del hombre y el desarrollo de<br />
la sociedad, y por eso es preciso que se<br />
organice y desarrolle siempre en el pleno<br />
respeto de la dignidad humana y al<br />
servicio del bien común» (4). ■<br />
NOTAS<br />
(1) Asamblea General de la ONU, Resolución<br />
60/1: Documento final de la Cumbre<br />
Mundial 2005, n. 47.<br />
(2) Cf. Juan Pablo II, Laborem exercens,<br />
nn. 12-20: ECCLESIA 2.047 (1981/II), págs.<br />
1190-1199.<br />
(3) Cf. Organización Internacional del<br />
Trabajo, 93ª Conferencia Internacional del<br />
Trabajo, Informe IV (I) Marco promocional<br />
para la seguridad y salud en el trabajo, p. 1.<br />
(4) Benedicto XVI, Homilía durante la<br />
concelebración eucarística para los trabajadores<br />
en la fiesta de San José, 19-3-06.<br />
(Original inglés procedente del archivo<br />
informático de la Santa Sede; traducción<br />
de ECCLESIA)<br />
Por un trabajo decente para todos<br />
Intervención de monseñor Silvano M. Tomasi, observador permanente de la Santa Sede<br />
ante la Oficina de la ONU y de las instituciones internacionales en Ginebra,<br />
en la reunión de 2006 del Segmento de Alto Nivel del ECOSOC (5-7-2006)<br />
con toda seguridad, produzca un<br />
mundo menos seguro. Ya en 1967, el<br />
Papa Pablo VI afirmaba: «El desarrollo<br />
es el nuevo nombre de la paz» (Populorum<br />
progressio).<br />
Esta podría ser la ocasión de cuestionarnos<br />
por qué gran parte de la<br />
ayuda económica y del intercambio de<br />
tecnología no ha resultado tan eficaz<br />
como se pensaba, así como para replantear<br />
la relación entre el desarrollo<br />
y los objetivos más amplios de la cooperación<br />
internacional.<br />
2<br />
Si los individuos y los diferentes<br />
grupos y asociaciones que<br />
forman la sociedad asumen una responsabilidad<br />
principal en el mundo<br />
31