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PEDRO CABA extremeños nos sentimos muy españoles y viceversa. «Queda así, pues, el Tajo-dice Canilleros-, como un viejo Dios tutelar de la Alta Extremadura, que, si con su mano diestra, ofrece frutos con la izquierda y con su pecho, brinda energía-. «También como Dios tutelar, el Guadiana ofrenda a la Baja Extremadura su in- menso valle, la mayor reserva de fertilidad y riqueza que tiene España» (páginas 15-16). Parece que el abrazo de Cáceres y Bada- joz es antiguo y profundo, no sólo por haber vivido una historia común y unas marcas o extremaduras íronterizas y oscilantes, pero compartidas, sino también porque desde mucho antes nos encontramos con el hecho de que en el Plioceno parece que el Guadiana desembocaba por los puertos del Rey y de San Vicente, entrelazando sus aguas como sangres. Es un abrazo antiguo y profundo como nupcial. Por eso las dos provincias mantienen un diálogo íntimo, confidencial, abierto y noble, entre fraterno y con- yugal. Es unidad viva y profunda la de las dos provincias, por debajo de sus diferencias superficiales. Ya veremos que hay en todos los extremeños unidad de carácter profundo y decisivo, y unidad de sentido existencial e histórico, porque hay, por debajo de todos ellos, una común actitud fundamental ante el mundo. Es étnica e históricamente pueblo muy mezclado, pero no por ello es un pueblo gris y sin personalidad ni carácter, aunque se haya dicho que su alma es parda como su tierra. Precisamente lo decisivo en él es su carácter y personalidad que, como la tierra, sólo es pardo gris, a distancia y vista en masas extensas y sin matizar ni graduar. El gris no es un color, sino un compromiso de matices, pero sólo parece color uniforme visto a lo lejos. Así el alma extremeña, De cerca y a fondo, en la intimidad del extre- meño, éste tiene siempre riquezas y ternuras guadiánicas con sus abruptas apariencias de Tajo, de río muy recogido pero rumoroso y hondo y muy atado, y dulce a la vez de aguas. Buscad al extre- meño bajo su costra, bajo su tierra, y hallaréis su gran riqueza humana. Hay contrastes en ellos hasta la contradicción, pero no es hombre agónico en lucha dentro de sí, sino que en sus aden- tros, discurre manso, dulce y hondo, aunque busque fuera de sí a un contrincante para luchar con él. Y eso, en todos los extre- meños de estirpe y no sólo de costumbre o de adopción. Y así se certifica su unidad de actitud profunda. La misma actitud y dispo-
ALGUNOS RASGOS DEL HOMBRE EXTREMEÑO sición que ante la aventura de América tuvieron los del Norte y los del Sur de Extremadura, es la misma que mantienen ante la tierra y los campos, ante la mujer, ante la cultura y ante lo religioso. Al extremeño se le desconoce mucho y se le reconoce a la vez. Rodriguez-Moñino ha recogido estas expresiones antiextre- meñas: Al andaluz, muéstrale la cruz. Al extremeño, el leño. Fariseo y extremeño, es lo mesmo. Los de Extremadura, barriga llena y mala catadura. A Alcántara me llevan por mi deleite. No veo cosa buena, si no es el Puente. Puedo contraponer otras expresiones halladas por mi: Extremeño, más corazón que leño. Extremadura dura, pero también ternura. Tierra bruta o tierra llana, en el fondo Guadiana. Extremadura, sin dulzura si no la apuras. Y extremahonda si en ella ahondas. (1) ' PEDRO CABA (1) Pedro Caba, filósofo extremeño, de la escuela orteguiana, por sus emociones poéticas, honra hoy las páginas de nuestra REVISTA con el primer capítulo de los que compondrá otros en números sucesivos, todos ellos a descubrir con amorosa unción interesantísimos rasgos psicológicos del «Hombre Extremeño*. E.S.
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