MORIR LO IMPRESCINDIBLE - Poemaria
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PRÓ<strong>LO</strong>GO<br />
Ester de Izaguirre, a mi juicio la mejor poeta de su generación, se destaca en el cuadro de la<br />
poesía contemporánea por el modo de configurar sus sentimientos. Neorromántica,<br />
existencialista –en esto, emparentada con otros poetas de la generación del ‘40–, no imitó a<br />
nadie. Se sintió vivir, contempló sus vivencias y en un íntimo soliloquio objetivó en formas<br />
artísticas su subjetividad. En Trémolo (1960), El país que llaman vida (1964), No está<br />
vedado el grito (1967), Girar en descubierto (1975), Qué importa si anochece (1980) hay<br />
una gran diversidad de técnicas, temas y tonos. Desde la técnica del soneto endecasílabo<br />
hasta la del verso libre, desde el tema de la anécdota familiar hasta el de la pura meditación,<br />
desde el tono triste hasta el irónico. En esta aparente diversidad reconocemos siempre la<br />
misma voz lírica. Ester de Izaguirre parece espontánea en virtud de la sinceridad de su<br />
canto, pero no lo es si por espontaneidad se entiende indiferencia hacia las formas.<br />
Espontáneos son el llanto, la risa y otras señales de esos actos interiores con los que<br />
reaccionamos ante los impactos exteriores del ambiente. El poema no es un espontáneo<br />
síntoma sino la elaborada representación mental de un sentimiento. Más que dar salida a las<br />
manifestaciones naturales de sus estados de ánimo, Ester de Izaguirre revela cómo los ha<br />
imaginado. Cada uno de sus poemas es un símbolo de su personal intuición de la vida<br />
sentida, de la forma viviente o, para decirlo con palabras de Wordsworth, es un símbolo de<br />
the emotion recollected in tranquillity. Ester de Izaguirre no nos comunica conceptos<br />
abstractos ordenados en un discurso lógico, sino que se expresa con imágenes concretas en<br />
un proceso que por mucho que se parezca al real proceso de la vida es ficticio, ilusorio. La<br />
realidad en sus poemas es tan virtual como un arco iris. Ester de Izaguirre nos conmueve<br />
porque crea formas expresivas de su vida sentimental. Las tensiones y distensiones, los<br />
conflictos y soluciones, los cambios y permanencias que aparecen en sus poemas son<br />
semejantes a las agitaciones en el crecimiento de una planta, un animal o un ser humano;<br />
pero Ester de Izaguirre no exhibe experiencias desnudas sino que las reviste de sonidos<br />
portadores de imágenes. Su poesía tiene el dinamismo de todo lo que es orgánico y, aun en<br />
las circunstancias más difíciles, aspira a la plenitud. Ester de Izaguirre se sobrepone a los<br />
tironeos entre la fe y la razón, entre la esperanza y el desengaño, entre la disciplina y la<br />
rebeldía, entre la responsabilidad y la bohemia, entre lo cotidiano y lo trascendente, entre la<br />
sencillez y la complicación, entre el gusto por la soledad y la necesidad de compañía, entre<br />
la paz del hogar y la aventura del viaje, entre la conciencia de los límites de nuestra<br />
condición humana y la voluntad irracional de superarlos, entre la gravedad melancólica y la<br />
graciosa pirueta. Es la gran poeta y sacerdotisa del amor (Dios, para ella, es eso: amor),<br />
amor a la familia, a los amigos, a la humanidad, a los animales, en fin, a la creación entera,<br />
pues su mirada enternecida y afirmativa va salvando del olvido, una por una, las cosas más<br />
humildes. Sin embargo, sufre por la búsqueda del amor imposible a un ausente, a un<br />
fantasma, a un ideal. Su poesía es celebrante: el mundo está bien hecho, cantemos<br />
agradecidos a la vida... Sin embargo, en el preciso momento de celebrar la vida, el<br />
espectáculo de la fugacidad de cuanto nos rodea la acongoja. Y sobre los estremecimientos<br />
de su riquísima sensibilidad, domina la obsesión por el Tiempo: por el tiempo psicológico<br />
de nostalgias y anticipaciones y también por el tiempo metafísico de la eternidad.<br />
En esta brillante constelación de emociones aun los primores de lo vulgar –pienso, por<br />
ejemplo en Lata de basura– quedan exaltados en trascendente espiritualidad. Pero en<br />
definitiva, no necesitamos de clave alguna para comprender la honda, compleja y<br />
desesperada concepción de la vida de esta gran poeta que es Ester de Izaguirre.<br />
Enrique Anderson Imbert