MORIR LO IMPRESCINDIBLE - Poemaria
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Jorge Luis Borges<br />
PRÓ<strong>LO</strong>GO<br />
En El país que llaman vida está a la vista que nunca se es más quien se es, que nunca se es<br />
más una persona, que cuando se sueña. Pero aquí debemos detenernos muy rigurosamente:<br />
los sueños de Ester de Izaguirre –no quiero decir que su libro sea un libro onírico, sino que<br />
la poeta lo ha escrito sabiendo que lo real es estrecho y mezquino y sólo lo posible es vasto<br />
y magnífico, y esta certidumbre no puede ejercerse sino con sueños dirigidos hacia la<br />
realidad–; los sueños de Ester de Izaguirre, digo, son esencialmente creadores, y<br />
constituyen la existencia (conjugándose así esencia y existencia, razón de toda poesía<br />
auténtica), constituyen la existencia de un mundo sensible y visible, de subjetividades<br />
trasladadas a un severo objetivismo exterior con el cual se revelan, de una parte, la<br />
subyacencia metafísica de Ester de Izaguirre (que llamé sueños) y de otra, la<br />
sobremanifestación, la presencia de una expresión poética. Por descontado de una<br />
expresión que no se conforma con torres de palabras con las cuales suelen decirse las cosas<br />
como si se las dijera poéticamente, sino –pongamos toda la atención en esto– con un<br />
contenido poético, y sería pueril y descortés con el lector, si aclarara que es el contenido<br />
poético lo que da vida al poema.<br />
Creo que ahora se comprenderá no sólo que lo subjetivo de Ester de Izaguirre, como tan<br />
manifiestamente se ve en El país que llaman vida, es génesis y fuerza generadora de sus<br />
expresiones, sino también que su poesía es una intensa manifestación de realidades y<br />
visibilidades que, tengámoslas o no a mano nosotros, hayámoslas o no experimentado, son<br />
decididamente documentables, si se puede emplear este término un tanto fiscal. Si buscara<br />
una respuesta a la supuesta objeción de alguien, especialmente de algún crítico<br />
superfirolítico de voz aflautada pasteurizado contra la poesía de cepa, recordaría que la<br />
frutilla tiene su semilla en la parte exterior, lo cual no significa que no sea fecundante y<br />
reproductora. Dije que la subjetividad de Ester de Izaguirre genera y procrea una poesía<br />
cuya expresividad concuerda con la idea que le dio nacimiento: este proceso<br />
eminentemente poético y reservado a los poetas de raza, aparece incontrovertible en su<br />
soneto “Regreso inveterado”, especialmente en los dos últimos tercetos:<br />
Pero unciré al regreso mi ventura porque a quien tanto busco cuando voy, es a mi propio ser<br />
de criatura esenciada a mi vida, a la de hoy:<br />
quiero poder unir la quebradura que existe entre lo que era y lo que soy No es necesario ser<br />
vidente para ver cuán evidente es que la subjetividad de Ester de Izaguirre, poeta para quien<br />
la experiencia poética se convierte en acto creador (fórmula impecable de Elliot y<br />
prescripción implacable de Mallarmé) refleja el mundo subjetivo (perdónese la insistencia)<br />
de sus tan variados temas en una poesía cuya primera particularidad es, precisamente, lo<br />
intrínseco y lo metafísico. Alfredo Nobel, ese admirador de Schiller, que no descubrió la<br />
pólvora pero supo explotarla en su provecho, decía, naturalmente, que repitiendo a los<br />
pontífices Flaubert y Mistral (Federico, no Gabriela) y al fauno Verlaine, decía que no se es<br />
decididamente poeta si no se cumplen los tres pasos substanciales: lirismo, profundidad,<br />
expresión. Con los poemas de El país que llaman vida esos pasos están marcados con las<br />
huellas de un paso lírico, profundo y expresivo.<br />
No debo extenderme a propósito de este libro de Ester de Izaguirre porque así como la<br />
excesiva justicia hiela el corazón, la excesiva prolijidad engendra el fastidio. Pero puedo<br />
decir, respecto de este libro singular, que su éxito –el de la crítica y el de los lectores–,<br />
como todos los éxitos, depende de la suerte. Y entonces está asegurado, porque se trata de