La luna dormida - Foro de Literatura
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<strong>La</strong> Luna <strong>dormida</strong> Enric Herce Escarrà<br />
tuvieron lugar en la isla y que ahora testimoniaba reconvertido en museo <strong>de</strong><br />
la esclavitud. Un silencio estremecedor acompañaba aquella parte <strong>de</strong> la<br />
filmación, solo roto <strong>de</strong> vez en cuando, por el ulular <strong>de</strong>l viento.<br />
Un nuevo cambio <strong>de</strong> escena nos <strong>de</strong>volvía a la capital y al bullicio <strong>de</strong>l<br />
mercado <strong>de</strong> Sandaga, mucho mayor pero menos limpio que el marché<br />
Kermel, el otro mercado importante <strong>de</strong> Dakar. <strong>La</strong>s siguientes tomas llenas<br />
<strong>de</strong> ruido y <strong>de</strong> gente mostraban planos <strong>de</strong> la fachada <strong>de</strong>l edificio <strong>de</strong> dos<br />
plantas. Ya en el interior abundaban las paradas llenas <strong>de</strong> colorido con<br />
carnes, verduras y pescados <strong>de</strong> todo tipo. De vez en cuando la cámara<br />
captaba en algún sucio rincón un grupo <strong>de</strong> fakhmans, niños que malvivían<br />
en la calles y se veían obligados a prostituirse para sobrevivir.<br />
Ya fuera <strong>de</strong>l edificio la cámara mostraba a Merche curioseando los<br />
kioscos <strong>de</strong> aparatos eléctricos <strong>de</strong> la avenida Emile Badiane regentados por<br />
baol-baol. En las calles vecinas los kioscos <strong>de</strong>jaban paso a tiendas <strong>de</strong><br />
tejidos <strong>de</strong> todo tipo.<br />
«Ahora verás la tienda don<strong>de</strong> te compramos la camiseta», dijo Merche<br />
señalando hacia la enorme pantalla <strong>de</strong>l televisor.<br />
Apenas había terminado <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir estas palabras cuando la imagen<br />
empezó a fallar. Al principio fueron leves distorsiones que <strong>de</strong>formaron<br />
ten<strong>de</strong>retes y ven<strong>de</strong>dores, luego el efecto se acentuó violentamente hasta<br />
volverlos irreconocibles, como una foto que alguien estuviera arrugando con<br />
saña. Progresivamente una línea <strong>de</strong> ruido fue ascendiendo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la parte<br />
inferior hasta cubrir toda la pantalla.<br />
«¿Qué pasa?», preguntó Merche mirando a su marido.<br />
«No lo sé», respondió Ricky, «cuando la edité ayer todo se veía bien. Tal<br />
vez el vi<strong>de</strong>o ha mordido la cinta», dijo dirigiéndose hasta el aparato.<br />
«Taage»<br />
Ricky se <strong>de</strong>tuvo. <strong>La</strong> voz provenía <strong>de</strong>l televisor.<br />
«Taage»<br />
Merche y yo mirábamos la tele con la misma extrañeza que él.<br />
«Taage…taage…»<br />
Era una voz <strong>de</strong> anciana, oscura y grave que se escuchaba claramente<br />
por encima <strong>de</strong>l ruido que seguía llenando la pantalla.<br />
«Taage…taage…¡TAAGE!»<br />
Nos miramos asustados.<br />
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