La luna dormida - Foro de Literatura
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<strong>La</strong> Luna <strong>dormida</strong> Enric Herce Escarrà<br />
perfección; sus trabajos les encantaban y sus trayectorias profesionales<br />
marchaban viento en popa. Eran jóvenes y todavía les quedaban unos<br />
veinte años antes <strong>de</strong> empezar a sufrir los achaques <strong>de</strong> la edad. Si lograban<br />
solucionar aquel contratiempo, los dos tendrían al alcance <strong>de</strong> sus manos lo<br />
más parecido a la felicidad pasajera que un mortal pue<strong>de</strong> experimentar en<br />
esta vida. Algo <strong>de</strong> lo que la mayoría no llegamos ni tan siquiera a atisbar un<br />
<strong>de</strong>stello lejano a lo largo <strong>de</strong> toda la nuestra.<br />
El tratamiento <strong>de</strong> Ricky coincidió con mis vacaciones. Había <strong>de</strong>masiado<br />
trabajo en el almacén como para que pudiera tomarme el mes que me<br />
correspondía, pero ya llevaba más <strong>de</strong> un año sin un <strong>de</strong>scanso y a pesar <strong>de</strong><br />
las protestas <strong>de</strong> mi jefe conseguí que me concediera una semana a<br />
principios <strong>de</strong> agosto.<br />
Jorge, un <strong>de</strong>lineante que había conocido en un taller <strong>de</strong> escritura, me<br />
había propuesto una escapada a Gran Canaria. Había cortado con su pareja<br />
hacía menos <strong>de</strong> medio año y seguía con el síndrome <strong>de</strong>l soltero, por lo que<br />
es bien fácil imaginarse el plan que tenía en mente: playa, juerga, alcohol y<br />
chatis, sobretodo mucho alcohol y más chatis. Plan que encajaba<br />
perfectamente con mi condición <strong>de</strong> tipo sano y sin compromiso. Un tío <strong>de</strong><br />
Jorge nos <strong>de</strong>jaba un apartamento en <strong>La</strong>s Palmas. El hombre vivía en Francia<br />
y solo lo utilizaba un par <strong>de</strong> semanas al año, con lo que no tendríamos que<br />
preocuparnos por el alojamiento y encima nos ahorraríamos una pasta.<br />
El apartamento estaba situado en Vegueta, una <strong>de</strong> las principales zonas<br />
<strong>de</strong> ocio en la parte más antigua <strong>de</strong> la isla. Rondaría los sesenta metros<br />
cuadrados y tenía dos dormitorios con camas dobles.<br />
«Por pica<strong>de</strong>ro no será», sentenció Jorge guasón mientras me enseñaba<br />
mi habitación. «En esta cama o duermen dos o no duerme nadie».<br />
«Pues que sepas que no me atraes lo más mínimo».<br />
«Tú mismo. Si no me pue<strong>de</strong>s seguir el ritmo siempre te pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>dicar<br />
a visitar los monumentos y museos <strong>de</strong> la parte vieja».<br />
Jorge y yo teníamos pocas cosas en común, pero las circunstancias <strong>de</strong> la<br />
vida nos habían hecho muy parecidos. Él era un animal social. Uno <strong>de</strong> esos<br />
tipos que no cuesta nada imaginar en medio <strong>de</strong> cualquier reunión <strong>de</strong> amigos<br />
contando anécdotas y chistes mientras el resto le adora y ríe a su<br />
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