La luna dormida - Foro de Literatura
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<strong>La</strong> Luna <strong>dormida</strong> Enric Herce Escarrà<br />
Me arrastré por los velatorios, los funerales y los entierros<br />
sumido en ese estado <strong>de</strong> aturdimiento que últimamente me envolvía y me<br />
alejaba <strong>de</strong> todo, convirtiendo el mundo exterior en una pequeña bola <strong>de</strong><br />
cristal don<strong>de</strong> sucedían cosas que me eran ajenas. Cuando sacudía la bola<br />
empezaban los lloros y gritos <strong>de</strong> pena <strong>de</strong> los familiares <strong>de</strong> Merche, otras<br />
veces aparecía el rostro grave y confuso <strong>de</strong>l padre <strong>de</strong> Ricky y las lágrimas<br />
silenciosas <strong>de</strong> su madre. <strong>La</strong>s dos familias ni siquiera pudieron consolarse<br />
mutuamente, los reproches y la frustración se imponían a la pena.<br />
Pasé todas aquellas noches en vela, encerrado en casa, con las ventanas<br />
y la puerta bien atrancadas. Todavía no sabía qué era lo que me estaba<br />
sucediendo, pero sí el efecto que podía tener sobre aquellos que me<br />
ro<strong>de</strong>aban. Intenté ponerme en contacto con Nerea para saber si estaba<br />
bien. Nunca respondió a mis llamadas.<br />
Fueron unos días extraños. Tal vez brillara el sol y la temperatura fuera<br />
perfecta para bañarse en la playa. Pero en mi recuerdo son películas en<br />
blanco y negro, con fotogramas ajados llenos <strong>de</strong> dolorosas escenas. Una<br />
agónica filmación proyectada en una sala vacía con el acompañamiento <strong>de</strong><br />
un fúnebre piano.<br />
Cuando todo pasó llamé a la única persona que podía ayudarme a enten<strong>de</strong>r<br />
qué es lo que estaba sucediendo: Fatou.<br />
No hubo reproches ni aspavientos. Ni siquiera un lacónico «has tardado<br />
mucho» y mucho menos impertinentes indagaciones sobre qué me había<br />
empujado a marcar su número. Lo primero que la voz <strong>de</strong> la anciana me<br />
preguntó fue mi nombre.<br />
Luego, sin tan siquiera esperar a que yo hiciera la previsible pregunta, la<br />
anciana me ofreció respuestas con aquella voz tan peculiar que parecía<br />
surgida <strong>de</strong> lo más recóndito <strong>de</strong>l mundo más antiguo y olvidado. Escuché sus<br />
palabras, pronunciadas en un tono pausado y monótono semejante a un<br />
salmo, sin poner en tela <strong>de</strong> juicio en ningún momento la verdad <strong>de</strong> aquello<br />
que me estaba siendo relatado. Había visto <strong>de</strong>masiado como para po<strong>de</strong>r<br />
permitirme el lujo <strong>de</strong> ser un escéptico. Al igual que Alicia, yo también había<br />
cruzado al otro lado <strong>de</strong>l espejo y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahí las cosas se ven muy distintas.<br />
«Soy Fatou Niane, hija <strong>de</strong> Abdoulaye Niane y Mar Keita. Apenas era una<br />
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