La luna dormida - Foro de Literatura
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<strong>La</strong> Luna <strong>dormida</strong> Enric Herce Escarrà<br />
<strong>La</strong> vuelta al trabajo fue menos dolorosa <strong>de</strong> lo que cabía esperar.<br />
Casi me alegró volver a mis tareas cotidianas, a los horarios y a los<br />
quebra<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> cabeza <strong>de</strong>l almacén; a la comida insípida <strong>de</strong> la cantina, al<br />
intenso aroma <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la nave y a los madrugones. <strong>La</strong> vida laboral <strong>de</strong><br />
un mozo <strong>de</strong> almacén se me antojó como el mejor <strong>de</strong> los remedios al cúmulo<br />
<strong>de</strong> situaciones incomprensibles que me venían sucediendo últimamente. Los<br />
muchachos no pudieron menos que sorpren<strong>de</strong>rse ante la positiva actitud<br />
con que me tomaba el asunto, bien lejos <strong>de</strong> la tan cacareada <strong>de</strong>presión<br />
post-vacacional.<br />
Después <strong>de</strong> una provechosa siesta, pasé por casa <strong>de</strong> mis padres.<br />
Estuvimos charlando un buen rato y les llevé los embutidos, el queso y el<br />
ron que les había traído <strong>de</strong> la isla. Luego llamé a Ricky, le pregunté por<br />
Merche y me dijo que estaba perfectamente, que me pasara por su casa<br />
cuando quisiera.<br />
Les llevé sus viandas y les expliqué la versión light <strong>de</strong> mi viaje. Les<br />
conté el acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> Jorge y Ricky se encargó <strong>de</strong> relacionarlo con la muerte<br />
que nos había anunciado la voz <strong>de</strong> la anciana. Eludí cualquier referencia a<br />
mi rapto y a la posterior llamada <strong>de</strong> Fatou. De esta forma se cerraba el<br />
círculo, ellos podían olvidarse <strong>de</strong>l asunto y toda la experiencia quedaba<br />
reducida a futura carne <strong>de</strong> leyenda urbana. Mis correrías sexuales quedaron<br />
reducidas a Nerea, y nada mencioné <strong>de</strong>l trío que terminó con la huida <strong>de</strong><br />
Teresa o <strong>de</strong>l hecho <strong>de</strong> haberme acostado con una menor. Lo que realmente<br />
había sucedido se convirtió por obra y gracia <strong>de</strong> mis palabras en unas<br />
vacaciones <strong>de</strong> costa la mar <strong>de</strong> previsibles en las que había sucedido un<br />
<strong>de</strong>sgraciado acci<strong>de</strong>nte.<br />
Ellos por su parte, seguían esperanzados con la inseminación. Hasta el<br />
momento todo el proceso se había <strong>de</strong>sarrollado a la perfección y ya solo<br />
quedaba salvar el último escollo. Aquella misma mañana habían fecundado<br />
a Merche y ahora solo cabía esperar quince días para tener la confirmación<br />
<strong>de</strong> que el embarazo había prosperado.<br />
Entre cerveza y cerveza se hizo bastante tar<strong>de</strong> y Ricky propuso que me<br />
quedara a cenar. Decliné su invitación, ella tenía que <strong>de</strong>scansar y yo que<br />
madrugar. Merche insistió con que el médico le había dicho que podía seguir<br />
con su vida normal, que no teníamos por qué acostarnos tar<strong>de</strong> y que algo<br />
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