La luna dormida - Foro de Literatura
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<strong>La</strong> Luna <strong>dormida</strong> Enric Herce Escarrà<br />
alre<strong>de</strong>dor. Uno <strong>de</strong> esos que sin ningún afán <strong>de</strong> ser el centro <strong>de</strong> atención ni<br />
el alma <strong>de</strong> la fiesta, sencillamente lo es, <strong>de</strong> forma natural y por <strong>de</strong>recho<br />
propio.<br />
Jorge nunca me había aclarado <strong>de</strong>l todo los motivos <strong>de</strong> su ruptura. Sabía<br />
que llevaban saliendo doce años y cinco viviendo juntos y que cuando todo<br />
se fue al carajo se quedó más solo que la una. Todos sus amigos, que<br />
también eran los <strong>de</strong> ella, tomaron partido en el asunto y no fue <strong>de</strong> su lado.<br />
Desengañado y más cerca <strong>de</strong> la cuarentena que <strong>de</strong> la treintena, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
entonces le había dado por activida<strong>de</strong>s solitarias que no le obligaran a<br />
exponerse <strong>de</strong>masiado. <strong>La</strong> escritura era una <strong>de</strong> ellas. Sin embargo, cuando<br />
bebía suficiente o se metía un par <strong>de</strong> rayas, si encontraba un público<br />
propicio, Jorge volvía a ser el <strong>de</strong> antes. A lo largo <strong>de</strong> la primera noche que<br />
pasamos en Gran Canaria, me pregunté en más <strong>de</strong> una ocasión si la<br />
cantidad <strong>de</strong> alcohol que ingería y <strong>de</strong> mierda que se metía por la nariz, eran<br />
resultado <strong>de</strong> la ruptura todavía no superada o fueron una <strong>de</strong> sus causas.<br />
<strong>La</strong> primera noche <strong>de</strong> caza fue un completo éxito. Tan pronto salimos <strong>de</strong>l<br />
restaurante argentino don<strong>de</strong> cenamos vacíos y empanada, nos metimos en<br />
el primer garito que encontramos. Éste resultó ser uno <strong>de</strong> esos locales<br />
fashion estilo ochenta, con luces <strong>de</strong> neón entre motivos tropicales; solo<br />
faltaba Tom Cruise haciendo combinados sobre un taburete.<br />
Apenas nos acodamos en la barra, dispuestos a pedir la primera ronda<br />
<strong>de</strong> cubatas, Jorge me señaló con la cabeza una mesa ocupada por dos<br />
mujeres. Se ventiló medio vaso <strong>de</strong> un trago y con paso firme se fue directo<br />
hacia ellas. Jorge no era guapo, ni siquiera atractivo, pero era alto y<br />
<strong>de</strong>lgado, <strong>de</strong> piel morena, sonrisa agradable y las americanas le sentaban<br />
estupendamente. Tan pronto vi como las dos mujeres levantaban la mirada<br />
hacia él comprendí que ya las había medio camelado con su paseíllo<br />
triunfal.<br />
En cinco minutos ya estábamos los cuatro sentados en su mesa,<br />
echándonos unas risas entre caladas y tragos. Se llamaban Nerea y Teresa,<br />
eran bilbaínas y las dos estaban divorciadas. Rondarían la treintena y no<br />
estaban nada mal. Nerea era rubia, pelo rizado, algo rellenita y con buenas<br />
tetas, Teresa llevaba el pelo castaño a lo chico, era <strong>de</strong>lgada, más bajita,<br />
menos espectacular que su amiga pero mucho más mona <strong>de</strong> cara. De<br />
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