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La luna dormida - Foro de Literatura

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<strong>La</strong> Luna <strong>dormida</strong> Enric Herce Escarrà<br />

buenas a primeras quedó bien clara la predilección <strong>de</strong> Jorge por Nerea,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo él iba a lo que iba, así que cuando la conversación<br />

comunitaria se partió en dos yo me centré en Teresa.<br />

Creo recordar que era enfermera, que tenía un hijo <strong>de</strong>l cual me enseñó<br />

una foto y me dijo el nombre. Durante los primeros compases <strong>de</strong> la charla<br />

se mostraba tímida y poco suelta, evi<strong>de</strong>nciando sin <strong>de</strong>cirlo que era la<br />

primera vez que se tomaba unas vacaciones sin esposo e hijos en mucho<br />

tiempo y que aquello era lo más parecido a ligar que hacía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />

empezó a salir con él en la universidad, todo un matrimonio fallido atrás…<br />

toda una eternidad. No hace falta ni <strong>de</strong>cir que aquella pru<strong>de</strong>ncia inicial<br />

acentuó el morbo irresistible que me producía su rostro <strong>de</strong> niña pecosa.<br />

A partir <strong>de</strong>l sexto cubata los recuerdos <strong>de</strong> aquella noche empiezan a<br />

diluirse. Recuerdo que estuvimos en varios locales cuyas <strong>de</strong>coraciones y<br />

músicas se confun<strong>de</strong>n. Recuerdo una discoteca en la que estuvimos<br />

bailando y don<strong>de</strong> le di el primer beso a Teresa. Recuerdo las rayas <strong>de</strong> coca<br />

sobre la negrura <strong>de</strong> la mesita <strong>de</strong>l privado. Recuerdo el tacto <strong>de</strong> su piel<br />

caliente y sus gemidos <strong>de</strong> placer susurrados al oído. Recuerdo la mano <strong>de</strong><br />

Jorge entre las piernas <strong>de</strong> Nerea mientras ella, totalmente entregada, se<br />

<strong>de</strong>jaba hacer. No recuerdo a qué hora ni cómo llegamos hasta el piso <strong>de</strong>l tío<br />

<strong>de</strong> Jorge, pero <strong>de</strong> algún modo lo hicimos porque cuando <strong>de</strong>sperté al día<br />

siguiente me encontraba <strong>de</strong>snudo sobre la cama <strong>de</strong> mi habitación. Teresa<br />

estaba conmigo, y para mi sorpresa, también lo estaba Nerea. Logré<br />

zafarme <strong>de</strong> tanto brazo y pierna entrelazada y me acerqué al dormitorio <strong>de</strong><br />

Jorge. Entreabrí la puerta <strong>de</strong> su habitación pero su cama estaba hecha y<br />

vacía.<br />

Me llevé la mano a la cabeza en un gesto inconsciente, casi obligatorio<br />

al <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong> una farra <strong>de</strong> las buenas, y solo entonces caí en la cuenta<br />

que no pa<strong>de</strong>cía el menor signo <strong>de</strong> resaca. <strong>La</strong> cabeza no me dolía en<br />

absoluto, ni siquiera sentía un ligero mareo, y mi estómago estaba tan<br />

calmado como si le hubiera alimentado a base <strong>de</strong> ensaladas y verduras los<br />

últimos diez días.<br />

Me vestí y comprobé que tenía un par <strong>de</strong> llamadas perdidas en el móvil.<br />

<strong>La</strong>s dos eran <strong>de</strong> Ricky. Salí al balcón para no <strong>de</strong>spertar a las bellas<br />

durmientes y le llamé <strong>de</strong> inmediato.<br />

«¿Cómo va eso, isleño?».<br />

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