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La luna dormida - Foro de Literatura

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<strong>La</strong> Luna <strong>dormida</strong> Enric Herce Escarrà<br />

vez se trataba <strong>de</strong> una mujer. Solo cubrían su <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z extraños símbolos<br />

que relucían bajo la <strong>luna</strong> <strong>de</strong> plata. Sus facciones eran idénticas a las <strong>de</strong> la<br />

chica que había entrado aquella noche en la estancia don<strong>de</strong> me encerraron.<br />

Ante aquella magnífica visión, el monstruo se <strong>de</strong>sentendía <strong>de</strong> las<br />

muchachas humanas y se dirigía hacia la recién llegada. Con porte<br />

autoritario se le acercaba hasta tenerla al alcance, entonces, agarrándole<br />

las nalgas con ambas manos, la apretaba contra su sexo erecto. <strong>La</strong> sonrisa<br />

<strong>de</strong> satisfacción <strong>de</strong> su rostro animal se truncaba en mueca <strong>de</strong> dolor cuando<br />

sus manos se convertían en dos teas ardientes. Mientras el hombre-chacal<br />

contemplaba incrédulo el fuego que consumía sus extremida<strong>de</strong>s, la mujer<br />

enarbolaba una daga. <strong>La</strong> fría hoja <strong>de</strong>stellaba fugazmente bajo la luz <strong>de</strong> la<br />

Luna antes <strong>de</strong> ser <strong>de</strong>scargada con furia sobre el sexo <strong>de</strong> la criatura. Entre<br />

pavorosos aullidos <strong>de</strong> dolor el monstruo se llevaba los humeantes muñones<br />

hacia la sangrante herida, cayendo al suelo entre horribles estertores <strong>de</strong><br />

dolor. Ignorando a su oponente, la mujer se sentaba <strong>de</strong> piernas cruzadas en<br />

el suelo y tomaba entre sus manos el enorme miembro cercenado. Tras<br />

alzarlo al cielo y musitar unas palabras ininteligibles, se marcaba las<br />

mejillas y la frente con su sangre, luego, se lo llevaba a la boca y empezaba<br />

a <strong>de</strong>vorarlo con ansia. Mientras masticaba la carne y un reguero rojo se<br />

<strong>de</strong>rramaba por la comisura <strong>de</strong> sus labios, los aullidos <strong>de</strong>l hombre bestia se<br />

volvían ensor<strong>de</strong>cedores, como si el órgano sexual siguiera formando parte<br />

<strong>de</strong> su maltrecho cuerpo y pudiera sentir los mordiscos <strong>de</strong> la mujer<br />

<strong>de</strong>sgarrándole.<br />

Desperté con dolor <strong>de</strong> cabeza y el típico aturdimiento <strong>de</strong> una siesta<br />

<strong>de</strong>masiado larga. Llevaba durmiendo más <strong>de</strong> dos horas y más allá <strong>de</strong> las<br />

cortinas pu<strong>de</strong> ver que ya casi había anochecido y que los rótulos <strong>de</strong> los<br />

establecimientos <strong>de</strong> la calle estaban encendidos.<br />

Recordaba perfectamente todos y cada uno <strong>de</strong> los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong>l sueño y<br />

pasadas las horas y los días, a diferencia <strong>de</strong> lo que siempre me suce<strong>de</strong>,<br />

seguí recordándolo, como si todo aquello fuera algo que había<br />

experimentado en el mundo real, en lugar <strong>de</strong>l resultado <strong>de</strong> un complicado<br />

proceso en el que estaban implicados mis recuerdos y el hipocampo <strong>de</strong> mi<br />

cerebro.<br />

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